Carles-Andreu Fernández Piñero
Economista
El gasto público español ha aumentado un 4,4% en el primer trimestre del año respecto al anterior, lo que le ha dado un susto al secretario de Estado de Economía y Apoyo a la Empresa, Fernando Jiménez Latorre. Dado que la oposición ve la subida exagerada, e incluso Latorre no la ve “coherente”, han acusado al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, de cargar facturas de 2013 a principio de 2014 para que las cuentas del año pasado le quedaran más a gusto de la señora Merkel, o sea, con menos déficit. Él, naturalmente, ha dicho que eso no es verdad y que además hubiera sido “ilegal” hacerlo.
Efectivamente, según la normativa contable, las facturas tienen que imputarse (palabra que se utiliza en contabilidad sin tener nada que ver con los corruptos) en su fecha de devengo, o en otras palabras, el día que se marca en ellas. Sólo si no hay más remedio, porque se hayan cerrado las cuentas de un período, por ejemplo, podría hacerse posteriormente. Sin embargo, cualquiera que haya trabajado de contable sabrá que dentro de lo rutinario de este trabajo hay puntos donde dar rienda suelta a la creatividad, como el truquito de “olvidarse” de registrar facturas de proveedores en su fecha correcta para que figure más beneficio en un período determinado. Esta práctica se realiza en pequeñas empresas sin pegas por estar menos controladas, pero tiene su versión en las grandes y en la administración pública a pesar de tener la contabilidad bajo los ojos de los auditores, que son unos señores que vienen a la oficina y no paran de pedir papeles al administrativo cuando más trabajo tiene. En estas organizaciones, habitualmente las facturas deben estar validadas por un responsable para contabilizarse y pagarse, con lo que simplemente si no se validan, no existen para las cuentas hasta que un día de estos (que puede ser pasados unos meses, ya sea por temas contables o porque el jefazo está muy liado yéndose de comilonas con los clientes) les ponen la firmita y las mandan al departamento de contabilidad. Son las llamadas “facturas en el cajón” que quedan sin pagar durante largas temporadas y de las cuales los pobres contables no tienen idea de que existen.
En definitiva, que en las contabilidades a veces hay movimientos temporales extraños que en realidad no son casos para Iker Jiménez, sino para un auditor cañero que le ponga las pilas al responsable de contabilidad. Lo peor es cuando se hacen en la Contabilidad Nacional, porque entonces nos toman el pelo a todos, incluyendo a la señora Merkel.