El beato Gaspar de Bono, de la orden de Mínimos, nació en Valencia el 5 de enero de 1530 y fue bautizado en la iglesia de San Nicolás. De las biografías que se hicieron del santo hemos seleccionado dos apuntes no exentos de sobrenaturalidad divina, hechos plasmados sin rigor, como era costumbre presentar a una divinidad más allá de lo terrenal.
Abrazó la religión con fervor y muy pronto sentiría la presencia del diablo que le acechaba interiormente con tentaciones y maquinaciones en su pensamiento. Poco a poco esta presencia fue en aumento y tuvieron lugar algunas apariciones físicas del demonio que le amenazaba.
Una furia infernal se adentró en el coro donde se encontraba el beato. Éste oyó un aullido tan horrible que lo dejó atónito. Pero siguió en la oración. Satanás hizo un segundo intento, esta vez más espectacular, ya que ocasionó un estruendo tan extraordinario que parecía un terremoto y tembló todo el coro, crujiendo la barandilla del mismo. Bono, arrodillado a los pies de un crucifijo, respondió: ¿Piensas acobardarme, espíritu infernal para que deje la oración? Pues no te temo bestia engañadora. El diablo, afectado por la defensa divina, salió huyendo y dando un horroroso estampido como señal de coraje y rabia ocasionada por la derrota.
Había pronosticado el día de su muerte. Ésta ocurrió el 14 de julio de 1604. Su cuerpo se mantenía flexible como si no estuviera muerto, y en vez de aquellos ingratos olores, que eran propios de una larga enfermedad propensa a la corrupción, se advertía en él y en la ropa de la cama una suavísima fragancia que nada tenía de natural.
Una vez se dio la noticia de su fallecimiento, los vecinos de la calle de Quart y los próximos al convento de San Sebastián, acudieron para verlo, llenándose inmediatamente la capilla donde estaba depositado y fue tal el tumulto que se decidió exponerlo en medio del templo, inmediato a la grada de la capilla mayor del citado convento.
La concurrencia se llevaba consigo todo tipo de adornos que rodeaban al féretro. Las flores eran arrebatadas como reliquias y sólo la visión del cadáver y la fragancia que despedía servía para consolar el interior de los allí presentes.
Actualmente la fiesta en su devoción se realiza en la calle de Cañete. Por la noche las albaes perfuman la celebración.