Es un tema tabú y del que poco se habla porque rara vez padres e hijos lo admiten, pero es la realidad de muchas familias: hay niños y adolescentes que agreden a sus padres. Hasta ahora, existían escasos estudios y explicaciones sobre las razones de este comportamiento, pero un nuevo trabajo analiza por primera vez los factores que conducen a esta violencia de hijos a padres.
“El temperamento de los hijos es otra pieza importante y algunos niños y niñas son más impulsivos y aprenden más fácilmente la conducta violenta”, subraya Calvete
“En ocasiones los adolescentes agreden a sus padres porque estos también han sido violentos con los niños o entre ellos. A través de la exposición a la violencia familiar los hijos aprenden a ser violentos. Otras veces es la falta de comunicación cálida y positiva entre padres e hijos, la falta de tiempo de calidad que se dedica a los hijos, o los estilos permisivos que no ponen límites”, declara a Sinc Esther Calvete, autora principal del estudio e investigadora en la Universidad de Deusto.
El trabajo, publicado en Developmental Psychology, ha permitido examinar, durante tres años y mediante entrevistas a 591 adolescentes de nueve institutos públicos y once privados de Vizcaya y a sus padres, la relación entre narcisismo y agresiones de hijos a padres.
“En algunos casos vemos ese componente narcisista: se trata de adolescentes que sienten que deben conseguir todo lo que quieren aquí y ahora. No aceptan un no por respuesta. Cuando los progenitores intentan establecer límites, los hijos reaccionan con agresividad”, subraya Calvete.
Los resultados demuestran que la exposición a la violencia durante el primer año de estudio terminaba en agresiones a los padres en el tercer año. Asimismo, una educación fría en el primer año de estudio estaba relacionada con imágenes narcisistas y sobredimensionadas de los adolescentes en el segundo año, y que conllevaban a agresiones a padres y madres en el último año.
Por ello, para los científicos las prácticas educativas y de crianza son centrales. “Si los progenitores no educan en la responsabilidad y el respeto, es fácil que los hijos desarrollen problemas de conducta agresiva. Si los padres han sido violentos cuando los hijos eran pequeños, aumentan el riesgo de conducta agresiva en los hijos”, asegura la experta.
Pero la conducta de los padres y madres no lo es todo. “El temperamento de los hijos es otra pieza importante y algunos niños y niñas son más impulsivos y aprenden más fácilmente la conducta violenta”, añade.
Ira descontrolada
Estos jóvenes fácilmente tienden a sentirse frustrados y rechazados. Cuando esto sucede, primero vienen los gritos e insultos y más tarde las agresiones físicas. “Por eso, cuando un padre o una madre percibe que continuamente su hijo o hija le falta al respeto, le amenaza y le asusta, es señal de que hay que actuar y pedir ayuda”, explica la científica del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la universidad vasca.
“Cuando un padre o una madre percibe que continuamente su hijo o hija le falta al respeto, le amenaza y le asusta, es señal de que hay que actuar y pedir ayuda”, asegura la científica
Como ejemplo, los autores relatan en el estudio un email que una mujer envió a Brad J. Bushman de la Universidad de Ámsterdam (Holanda) y coautor del trabajo. “Nuestro hijo se ve a sí mismo por encima de todo. La otra noche le dije que dejase de mirarse al espejo, que estaba bien. Y golpeó el techo. Su padre le dijo luego que no tenía derecho de hablarme de esta manera. Pero mi hijo se ha vuelto cada vez más agresivo verbalmente y la situación ha degenerado en violencia. Golpeó a mi marido, que se está recuperando de costillas magulladas y mandíbula rota. El problema es que sigue pensando que tiene razón. Según él, es él quien se siente amenazado”, explicaba la madre.
Para la investigadora, la agresividad –sobre todo a partir de los 13-15 años, edades críticas– se manifiesta con ira y conducta descontrolada, dirigida a dañar a los progenitores física o psicológicamente. “Los adolescentes también pueden robar y romper objetos de sus padres”, indica Calvete, quien apunta que no hay diferencias entre chicos y chicas. “Aunque las estadísticas indican que el problema está aumentando en las chicas”.
Una vez que la conducta agresiva ha surgido en los adolescentes, los tratamientos deben intentar reducir la visión narcisista de ellos mismos. Para ello, el equipo sugiere “educar en el respeto y en la tolerancia a la frustración, y evitar la exposición a la violencia en los niños y niñas”.
“Pensemos en todos los casos de violencia contra las mujeres. Los niños y niñas pueden ser testigos de la violencia. Este aprendizaje es algo que debe ser objeto de intervención y prevención”, concluye Calvete.
Referencia bibliográfica:
Calvete, Esther; Orue, Izaskun; Gamez-Guadix, Manuel; Bushman, Brad J. “Predictors of Child-to-Parent Aggression: A 3-Year Longitudinal Study” Developmental Psychology 51(5): 663-676 DOI: 10.1037/a0039092 2015