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Las Fallas, ¿gasto o inversión?

BittereconomiaCarles-Andreu Fernández Piñero
Economista

 

Otro año más, las fallas desaparecieron consumidas por el fuego la noche del 19 de marzo. En Valencia fueron más de 770 monumentos que costaron casi 7 millones de euros los que cayeron la noche de la cremà (salvo uno, que por razones de seguridad no se quemó y se tiró desmontado). Ante esta noticia, los detractores de la fiesta ponen el grito en el cielo porque piensan que los monumentos falleros son un despilfarro, ya que se construyen para quemarlos a los cuatro días de exponerlos. Pero esta afirmación es incorrecta porque parte de una base equivocada al considerar los monumentos falleros como un gasto, en lugar de inversión.

…los detractores de la fiesta ponen el grito en el cielo porque piensan que los monumentos falleros son un despilfarro…

Ahora bien, hay que reconocer que en cierta manera no andan desencaminados en el concepto de gasto. Según las normas contables, un gasto (o “gasto corriente” como se llama a veces) es aquel dinero que se va para no volver, es decir, aquel pago que hacemos de algo que ya no se queda en nuestro patrimonio. La luz, el agua, el gas y el alquiler de un piso o local son los típicos gastos en que incurrimos la mayoría de los mortales. Por contra, se considera inversión algo que se paga pero que permanece en el patrimonio con el supuesto fin de sacarle algún provecho (contribución al beneficio económico es lo más normal): por ejemplo, un inmueble, una acción, un coche o una máquina de pelar patatas. Al ser un bien propio y permanente hasta que se casca y hay que tirarlo, podría venderse en caso de que nos cansáramos o necesitáramos dinero, cosa que no se puede hacer con un gasto porque lo que se ha pagado ya ha volado. En definitiva, siguiendo los criterios contables, dado que la permanencia de un monumento fallero como bien de la comisión es bastante corta, perfectamente podría considerarse un gasto.

Pero una cosa es el maravilloso (y fantástico a veces, y si no que se lo digan a algunos bancos) mundo de la contabilidad, y otra el mundo real. Cuando los falleros ponen su dinero en una falla, están haciendo mucho más que gastar en una escultura que se quema. Están tirando de una cuerda que mueve ingresos a sectores como el pirotécnico, la indumentaria valenciana, el alquiler de carpas, las imprentas, la iluminación, la hostelería, y por supuesto los artistas falleros, por decir sólo unos pocos. Este fenómeno de que un euro de gasto provoca otros movimientos de dinero encadenados (lo que los economistas llaman con la bonita expresión de “efecto multiplicador”), es decir, su capacidad para generar beneficios a la economía que la rodea, es lo que hace que se puedan considerar las fallas como una inversión. Vamos, que una falla no es susceptible de venta porque su fin es desintegrarse quemada, pero genera bastantes beneficios económicos.

…su capacidad para generar beneficios a la economía que la rodea, es lo que hace que se puedan considerar las fallas como una inversión.

Sin embargo, la inversión en la fiesta tiene una peculiaridad respecto a las habituales: que los que ponen el dinero no son los que recogen los beneficios. O en otras palabras, los falleros pagan y otros ganan dinero con ello. Este es uno de los motivos del rechazo a que el día de la cremà sea el tercer lunes de marzo: que los organizadores, o sea, las comisiones falleras, no ganarían más con ello aunque sí lo hiciera la hostelería. Quizás habría que modificar el modelo económico de la fiesta (haciendo que este sector participara más en la financiación de la fiesta, por ejemplo) para que el cambio fuera a gusto de todos.

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