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El 20 de octubre de 1982, la presa de Tous colapsó tras unas lluvias torrenciales, causando la muerte de al menos ocho personas y devastando pueblos enteros en la Ribera. Este trágico evento, conocido como la “pantanada de Tous”, cambió para siempre la región y dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de la comarca.
Hoy se cumplen 42 años de la tragedia que conmocionó a la Ribera Alta y Baja, cuando la presa de Tous, incapaz de soportar la presión del agua acumulada por las lluvias, cedió y liberó una inmensa masa de agua que inundó la comarca. La rotura de la presa, ocurrida el 20 de octubre de 1982, llevó a una de las mayores catástrofes naturales del siglo XX en España. El agua arrasó con infraestructuras, negocios y viviendas, dejando a miles de familias sin hogar y causando pérdidas económicas superiores a los 50.000 millones de pesetas, alrededor de 300 millones de euros actuales.
Una tragedia que la Ribera nunca olvidará
La pantanada de Tous no solo se cobró la vida de ocho personas, según las cifras oficiales, aunque algunas fuentes apuntan a más de 20 víctimas, sino que transformó por completo la vida de quienes vivían en localidades como Gavarda, Sumacàrcer, Beneixida, Alberic, Alzira y Carcaixent. La devastación fue tan rápida que, en muchos casos, las advertencias llegaron demasiado tarde. El agua alcanzó niveles de hasta cinco metros en algunos pueblos, mientras que en otros, como Benimuslem y Alzira, el nivel superó los tres metros.
La catástrofe fue el resultado de una combinación fatal de lluvias torrenciales, que superaron los 1.000 litros por metro cuadrado en la Mola de Cortes, fallos en la infraestructura de la presa y una gestión deficiente de la emergencia. Las compuertas de la presa no pudieron abrirse a tiempo debido a la falta de suministro eléctrico y la ausencia de generadores operativos, lo que impidió liberar el agua acumulada de manera controlada.
La noche de la tragedia
La lluvia había comenzado la tarde del 19 de octubre, sin causar inicialmente preocupación, ya que la Ribera está acostumbrada a crecidas del río Xúquer. Sin embargo, a lo largo del día siguiente, las precipitaciones aumentaron en intensidad, alcanzando registros históricos. La situación empeoró cuando, la noche del 20 de octubre, un fallo en el suministro eléctrico hizo imposible accionar las compuertas de la presa, provocando una acumulación de agua incontrolable.
A las 19:15 horas, uno de los muros de la presa se desplomó, lo que desencadenó la liberación de entre 15.000 y 16.000 metros cúbicos de agua por segundo que arrasaron la comarca de la Ribera. Las poblaciones cercanas quedaron sumergidas en cuestión de minutos, con vecinos subidos a los tejados y balcones pidiendo auxilio mientras el agua lo cubría todo a su paso.
La intuición salvó muchas vidas
Aunque las advertencias de las autoridades llegaron tarde, la experiencia de los vecinos, acostumbrados a lidiar con las crecidas del Xúquer, fue clave para que muchas personas tomaran medidas preventivas. Muchas familias se refugiaron en las partes altas de sus casas o evacuaron a sus seres queridos a lugares seguros. Sin embargo, la rapidez con la que se desencadenó la tragedia dejó a muchas personas atrapadas, incapaces de escapar a tiempo.
La falta de medios de comunicación también contribuyó al desastre. El corte del suministro eléctrico dejó sin funcionamiento los sistemas de alerta, y la ausencia de redes telefónicas y de grupos electrógenos operativos impidió coordinar una respuesta efectiva a la creciente amenaza.
La solidaridad tras la tragedia
A pesar de la magnitud del desastre, la respuesta solidaria no tardó en llegar. Equipos de rescate, el Ejército y vecinos de poblaciones cercanas se movilizaron rápidamente para ayudar a los afectados. Se distribuyeron alimentos, medicamentos y ropa, mientras que pueblos vecinos abrieron sus puertas para acoger a las familias que lo habían perdido todo. Las labores de limpieza y asistencia se prolongaron durante semanas, con voluntarios y militares trabajando incansablemente para restablecer la normalidad en la Ribera.
Las lecciones aprendidas y el impacto en la meteorología
La pantanada de Tous no solo marcó un antes y un después para los habitantes de la Ribera, sino que también supuso un cambio profundo en la gestión de emergencias y la meteorología en España. Tras la catástrofe, se reforzó la infraestructura de medición meteorológica y se modernizaron los sistemas de alerta en todo el país, especialmente en las cuencas hidrográficas, con la incorporación de sistemas automáticos de medición.
Rafael Armengot, geógrafo y meteorólogo, explicó que la pantanada de Tous “revolucionó la meteorología española”, forzando la creación de redes de protección civil más efectivas y mejor equipadas. Antes del desastre, muchas zonas no contaban con estaciones de medición suficientes, lo que dificultaba la previsión de fenómenos meteorológicos extremos como el que afectó a la Ribera en 1982.
El largo camino hacia la justicia
Tras la tragedia, miles de damnificados emprendieron una larga lucha por conseguir indemnizaciones justas y que el Estado asumiera su responsabilidad en lo sucedido. Las reivindicaciones se prolongaron durante años, con numerosas demandas, juicios y recursos para obtener compensaciones que permitieran a los afectados reconstruir sus vidas.
Reflexión final
La pantanada de Tous sigue siendo, 42 años después, un recordatorio del poder destructivo de la naturaleza y de la importancia de contar con infraestructuras seguras y sistemas de alerta eficaces. Aunque la Ribera logró recuperarse de la tragedia, los recuerdos de esa noche de octubre permanecen grabados en la memoria de quienes vivieron la catástrofe.
¿Qué crees que se debería haber hecho de manera diferente para evitar este desastre? ¿Cómo han cambiado las medidas de prevención y gestión de emergencias en las últimas décadas en la Comunitat Valenciana?