Nuevamente el decoroso espacio del Restaurante Taplà (Av.Constitución, 26. Valencia) fue el escenario escogido para reunirnos con una de las figuras más importantes del panorama local, nacional e internacional del mundo de la escultura y la pintura: el valenciano Miquel Navarro (Mislata, 1945). Para orgullo de todos los valencianos, la obra de Miquel Navarro la podemos encontrar en museos y colecciones de todo el mundo.
Entre las excelencias de unos platos que se iniciaron con unos entrantes de jamón serrano y queso, que dieron paso a una amplia variedad de pescadillas y lenguado y se cerró con una inmejorable muestra de carnes a la plancha, la conversación con Miquel Navarro viajó entre el aniversario de la escultura ‘La pantera rosa’, sus visitas a otras ciudades y su relación con el arte.
El equipo de VLC Noticias compartió mesa y mantel con el artista encontrándose entre ellos Javier Furió, director de VLC Noticias; José Antonio Garzón, director de Marketing del periódico; José Cuñat, responsable de SEO/SEM; Aurora Luna, responsable del innovador proyecto ‘Libro, vuela libre’ y quien suscribe esta entrevista.
La reunión con Miquel Navarro se celebró el pasado viernes 4 de julio y ninguno de los comensales podía prever que, y casi de forma precognitiva, al iniciar la conversación sobre uno de los emblemas de la ciudad, la escultura ‘La pantera rosa’, esta sería pintada 5 días después. Los caprichos del azar escapan a las leyes humanas y periodísticas.
El Péndulo: En estos días tu fuente-escultura ‘La pantera rosa’ celebra su 30 aniversario. Es una pena que siendo ya un símbolo de la ciudad y un punto de referencia se encuentre, en parte deteriorada y sin los arreglos necesarios, ¿cómo ve el artista esta ausencia de cuidado sobre su obra?
Miquel Navarro: Digamos que el deterioro que presenta, en estos momentos, ‘La pantera rosa’ no es debido a la crisis. Viene ya desde hace años y no se le ha dado ningún tratamiento para conservarla, cuidarla o simplemente para su mantenimiento. Ahora existe el pretexto de decir ‘no tenemos dinero para pintarla´ o ‘no tenemos dinero para su mantenimiento’, eso es un hierro al fin y al cabo. Restaurar o pintar la escultura no es tan gravoso. Se podría hacer con muy poca inversión. El mal estado de ‘La pantera rosa’ no es debido a la crisis o al dinero que se deba gastar en pintarla y mantenerla, con muy poco dinero la obra estaría estupendamente.
E.P.: Si no es dolosa la inversión en su mantenimiento quiere decir que hay falta de atención en su cuidado y preservación.
M.N.: No es una cuestión económica. La obra ha tenido un cierto abandono por parte del ayuntamiento. El encargo de la obra viene desde el propio ayuntamiento. Lo hizo Aguas Potables en honor a la traída de Aguas Potables del Canal Júcar-Turia; a partir de ahí es competencia de ayuntamiento.
E.P.: Siendo ya un emblema de la ciudad es una pena que ‘La pantera rosa’ no esté bien cuidada.
José Antonio Garzón: Además, está enclavada en un punto de entrada a la ciudad y por ello mucha gente la utiliza como referencia para quedar o como espacio de encuentro.
M.N.: ¡Hombre!, fíjate que ya nadie se acuerda del nombre de la plaza, todo el mundo dice ‘La pantera rosa’. Pero…, hay una cosa que se llama mantenimiento, si tú pintas los semáforos no cuesta nada pintar la fuente. Pero este abandono viene de cuando se quitaron las bolas que había alrededor y…, a lo mejor hicieron bien en quitarlas para evitar algún incidente pero…, la barra que rodea la fuente también tiene golpes y no está pintada.
J.A.G.: ¿El color original ya era así?
M.N.: Sí, sí. Era rojizo pero con el tiempo ha ido perdiendo intensidad pero sí, era de ese color. Yo creo que habrá gente que le gustará y a otras muchas personas no pero…, se ha hecho popular y hay una generación que cuando se puso eran niños y ahora tienen 30 años y la recuerdan con cariño. A los niños les llama mucho la atención eso de ver que el agua cae de una manera abismal y golpea fuerte en su base.
Javier Furió: La obra se hizo popular en muy poco tiempo y la forma esquemática y analítica que presenta levantó muchos comentarios, pero enseguida formó parte de la fisonomía general de la ciudad.
M.N.: Sí, sí, fue en poco tiempo en que la gente tomó la obra como una seña de identidad más de la ciudad. Yo puedo decir que trabajé, dentro de lo que es mi memoria, el concepto de la huerta, el hecho de los respiraderos de agua… Hay una simbiosis de todo. Yo pensé más en un insecto libando que no en ‘La pantera rosa’ y no me molesta en lo más mínimo porque al mismo tiempo que la llaman así, la están haciendo propia. Hay más lecturas, la ironía del tótem, la de la pirámide con el tótem o del obelisco que se rompe y se convierte en una canaletita de libar y…, el agua se convierte en el habla. Puede recordar las fontanas de Roma cuando llega el agua potable y conmemorar la llegada del agua potable con un monumento. Pues este monumento es como una fontana romana, también. Es más esquemática, más geométrica, es más…, del momento.
Pues este monumento es como una fontana romana, también. Es más esquemática, más geométrica.
E.P.: Has viajado por medio mundo y tendrás experiencias de viaje muy diversas y llenas de anécdotas, supongo que algunas ciudades te habrán llamado más la atención que otras.
M.N.: Pues cuando viajas es maravilloso porque ves cómo es cada ciudad y cómo es la gente que la habita. Por ejemplo, estuve dos veces en Buenos Aires y expuse en el Museo de Bellas Artes de allí y me lo pasé muy bien con ellos. Comí buena carne y en varios restaurantes italianos y…, diría que son tan buenos como los restaurantes de Italia. Me encantaba pasear por la calle Corrientes y por la Avenida de Mayo. Es una gente muy conversadora y muy partidaria de la psicología. Hablan de todo y les gusta analizarlo todo. Se le nota que es como una capital mundial, como muy universal, y eso la diferencia de otras muchas ciudades que conocí. Hay ciudades como muy reconocibles y enormes que te llaman la atención y te encantan. Tienes Nueva York, París o Tokio que son de una gran importancia y ves que la gente es como muy reconocible con la ciudad y… Buenos Aires tiene muchas cosas de categoría y otras que no pero es muy distinta en muchas cosas. Tiene grandes teatros, cines, museos, comidas de todo el mundo y uno no sabe si está en América del Sur o en Europa. Es una ciudad que me llamó mucho la atención, que me gustó visitar y que recuerdo con cariño.
E.P.: Cada ciudad tiene su propia luz y creo que Valencia tiene una luz única, muy intensa, en ocasiones abrasadora. Cuando ve los cuadros de Cecilio Plá o Sorolla cuesta mucho asociar la luz de sus obras con la luz de la ciudad, parece que ellos inventaron una luz que no existe pero aun así la denominamos la luz de Valencia, ¿crees que esto es así?
M.N.: Yo tengo mi propia teoría al respecto. Valencia está junto al mar y estamos al mismo nivel y tenemos montañas pero están muy retiradas y ¿qué ocurre? Pues que se crea ahí una reflección de espejo. El mar es un espejo que reflecta sobre la ciudad y crea una luz muy especial.
El mar es un espejo que reflecta sobre la ciudad y crea una luz muy especial
J.A.G.: ¿Si no estuviéramos tan pegados al mar, ese efecto no se produciría?
M.N.: Bueno, Barcelona está pegada al mar pero tiene las montañas mucho más cerca y son como un abrigo y ese reflejo choca contra las montañas. Y fíjate que más que en Sevilla, que tiene muchísima luz pero al no estar cerca del mar no tiene el mismo efecto.
E.P.: Sin embargo afirmamos que la luz de Sorolla es la luz de Valencia pero a la hora de rodar una película o una hacer una foto de la ciudad, los profesionales tienen mil problemas de intensidad de luz sea para atenuarla o sea para capturarla.
Aurora Luna: Pero la luz de un artista como Sorolla, tan pegado al realismo, es una muy luz auténtica, es la luz del momento.
J.F.: Creo que la luz de Sorolla es la percepción que tiene el valenciano sobre la luz de su tierra. Eso no quiere decir que sea la misma luz natural, la que tenemos, sino cómo la percibimos.
Creo que la luz de Sorolla es la percepción que tiene el valenciano sobre la luz de su tierra.
J.A.G.: Quieres decir que no es la proyección de la luz sobre el valenciano sino del valenciano sobre la luz.
J.F.: Tú ves un atardecer en un cuadro de Sorolla y es un atardecer que solo se produce aquí, no es posible verlo en otro lugar.
M.N.: Cuando ves el cuadro de las señoritas, paseando con su pamelas y su sombrilla se nota que es el mediodía y se nota gracias a la intensidad de la luz. Yo creo que el efecto viene por un reflejo, por una luz reflejada y que incide de una manera particular sobre las personas y los objetos.
A.L.: Pero esa luz viene determinada por la mirada del artista.
M.N.: Claro, pero si intenta capturar el tiempo, el momento que ocurre, deberá marcarlo para que el espectador lo reconozca. Sorolla eso lo sabe y por eso da mucha más luz, quiere que veamos el mediodía en la luz y en la acción de las mujeres, ahí sí juega con su mirada de pintor.
A.L.: También debe haber una mirada de exploración. El artista debe tener una parte de niño, una parte de mirar al mundo con asombro, de maravillarse ante las cosas, como si fuera un explorador.
M.N.: Yo la tengo, yo creo que aun la tengo pero no con la misma inocencia de un niño.
A.L.: Me refiero a la mirada cuando es única, como cuando se mira por primera vez.
M.N.: Bueno, es la única que guarda un poco de inocencia, no sé si los niños cuando miran…, miran de verdad con inocencia.
E.P.: Cuando los niños juegan con tu ciudad en el IVAM, la transforman, la cambian, la alteran y creo que hay poca inocencia en ese deseo por el desorden y el caos.
M.N.: Creo que son más ingeniosos que yo y más divertidos. Cuando yo presento la ciudad está más ordenada porque yo tengo el caos dentro de mí y…, compongo una ciudad ordenada que me facilite la organización pero…, es mentira. Sin embargo ellos no tienen esa noción del caos.
Cuando yo presento la ciudad está más ordenada porque yo tengo el caos dentro de mí…
A.L.: En el descubrimiento del caos también pude haber un punto de inocencia.
E.P.: Yo no creo que haya inocencia cuando el niño desordena la ciudad. Me gusta que lo haga y creo que lo hace sin inocencia.
M.N.: Lo que yo creo es que no hay una moral instaurada en el niño. Ellos disponen de una libertad no atada a una moralidad, a un orden moral. El niño manifiesta esa amoralidad y desordena.
J.F.: También el niño sabe que se encuentra frente a un juego en el que puede romper las normas.
J.A.G.: Y habrán niños que desorden la ciudad y otros que la ordenen de otra manera.
M.N.: Os confieso que eso me encanta pero…, el artista que ofrece su obra ya no es propietario de ella. Cualquiera que se acerque a tu obra, la visión de ese espectador es la del propietario. El espectador es el dueño de ella. Cuando el niño se acerca a la ciudad y la desordena es porque la obra le pertenece.
…el artista que ofrece su obra ya no es propietario de ella…
E.P.: Pero tú haces una obra con una intención y el niño, al descomponerla, lo hace con otra.
M.N.: ¡Claro! La obra le pertenece. Ya te he dicho que yo realizo la obra para darle orden a mi caos, al caos que llevo en la cabeza, y el niño ordena a su manera el caos que lleva en su cabeza y establece un nuevo orden. Efectivamente hay dos intenciones distintas pero ambas cumplen la misma función. A mí me encanta lo que hacen los niños. A veces construyen unos palacios orientales que yo ni los construiría. Son muy imaginativos y muy creativos.
A.L.: Todos tenemos una parte de artista, tanto los niños como los adultos.
J.F.: Creo que a medida que crecemos olvidamos esa parte creativa o creadora que teníamos en la niñez.
J.A.G.: A lo largo de la historia podemos comprobar cómo muchos artistas se han sentido como niños realizando sus obras, incluso diría que se sentían mucho mejor cerca de los niños que de los adultos.
M.N.: Sí, muchos pintores o músicos se sentían más cómodos en el universo de los críos que en el de los mayores. Esa conexión se ha dado muchas veces. Yo diría que todo aquel que está colaborando en torno a una actividad que es necesaria, sensible, social… Es artista. Lo único que es pasa es que hay separaciones que vienen de etapas anteriores como el trabajo del pintor, el escultor, el ebanista…, pero un agricultor que te planta bien las cebollas, las cuida y las presenta hermosas al mercado es una artista sin la menor duda. Para mí un buen matemático y un buen físico también son buenos artistas. El matemático, además, es un artista casi abstracto, incluso hay una parte poética en su trabajo.
…pero un agricultor que te planta bien las cebollas, las cuida y las presenta hermosas al mercado es una artista sin la menor duda…
J.A.G.: En efecto, el mundo de las matemáticas, en contra de lo que pudiera parecer, no es nada árido. Hay un libro estupendo llamado ‘La música de los números primos’, de Marcus du Satoy, que ya por su sugestivo título invita a leerlo. Luego encontramos frases como esta: “la búsqueda del manantial del que brotan los números primos”.
M.N.: Y suena muy poético. Fíjate que hay mucha confusión en las cosas. Cultura no es solo aquello que se le llama cultura con mayúsculas. Digamos que cuando el arte está en un laboratorio que es residual, menos expuesto, es lo que se llama arte y en eso entran las matemáticas, la pintura y la escultura pero…, cuando el arte tiene que estar ligado a lo funcional es cuando decimos que es menos arte pero, cuidado…, alguna razón tenemos. Un arquitecto no puede hacer un edificio de 25 plantas sin escalera y sin ascensor. El tipo puede decir, ¡pero mire que bonito es, si parce una escultura! Y claro, le dices, ¡pero usted no tiene que hacer una escultura, tiene que hacer una edificio para que viva que la gente! Y el peluquero tiene que hacer un pelo útil para que la señora o el señor lo puedan lucir en la calle o en una fiesta. Por ejemplo, el Mercado de Colón no es solamente una arquitectura especial sino que, además, tiene una ornamentación que es única porque, si lo habéis observado bien, está conectada con cabezas de carnero, caracoles, con pastores, frutas…, digamos que está anunciándote para qué es el recinto, qué función tiene el edificio.
el Mercado de Colón no es solamente una arquitectura especial sino que, además, tiene una ornamentación que es única
E.P.: La Estación del Norte es de un fuerte componente modernista y está plagada de naranjas y flores de azahar.
M.N.: ¡Claro! Porque ahí está haciendo publicidad de lo que es la sociedad valenciana de ese momento, es decir una sociedad próspera gracias a ser la primera exportadora de naranjas del país. No olvidemos que casi todas las naranjas que salían de la ciudad partían de la estación hacía otros sitios, era el lugar más importante para exportar las naranjas. Por lo tanto, el arco publicitario está unido a lo ornamental y a lo social. Fíjate que incluso se utiliza la voluta, la forma acaracolada y eso históricamente tiene un valor simbólico muy metafísico.
E.P.: Recuerdo que Borges comentaba que, a nivel simbólico, la cruz cristiana gana la batalla al resto de símbolos religiosos al ofrecer una representación mucho más sencilla y pragmática sobre la unión del ser humano y lo espiritual.
M.N.: Pues sí. La cruz es una forma simple pero muy concisa. Une lo terrenal, lo humano y lo divino. Como símbolo es perfecto, es minimalista y abierto.
Con la llegada del café la conversación se hace más distendida y alejada de los aspectos artísticos y plásticos. Miquel Navarro advierte que ya es hora de volver a casa, a las lecturas que le esperan y a los trabajos que desea revisar. Comienzan las despedidas. Poco antes de irse pregunta.
M.N.: ¡Oye!, ¿cómo has dicho que se llama este sitio?
E.P.: Restaurante Taplà.
M.N.: Pues hemos comido estupendamente y hemos charlado de todo.
E.P.: Pues nosotros estamos muy agradecidos que hayas aceptado nuestra invitación. Nos alegramos que estés contento.
M.N.: Para la próxima no hace falta que esperéis tanto (dice entre risas).
Hemos pasado un rato muy entrañable con Miquel Navarro, que ahora compartimos con el lector. Su sencillez, empatía, su gran inteligencia emocional y su sabiduría, nos ha impregnado por completo. En cuanto se ha marchado, tal es su personalidad, ya empezamos a notar su ausencia.
El Péndulo de VLCNoticias/Jimmy Entraigües/Fotos-Javier Furió