Mª José Antich
Periodista y Doctora en Comunicación
Os voy a confesar algo. Desde pequeña me han apasionado las historias de héroes y hoy, a mi edad, continúo sin perderme las batallas de estos míticos personajes.
Pero no he venido a hablar de Supermán, porque un superhéroe no tiene por qué llevar mallas y capa, tampoco tiene por qué saber volar ni pelearse contra los villanos.
Parece ser que en la actualidad, esta palabra –superhéroe– ha adquirido diferentes significados. Para algunos son los señores que van vestidos con trajes de chaqueta e intentan arreglar el país o hundirlo más; para otros son los que se sientan en los tribunales a luchar contra la corrupción –muy de moda en los últimos años-; los más ingenuos creen profundamente que son los futbolistas de su equipo, que lo dan todo guerreando contra el equipo contrario; aunque también hay quién defiende que son los ciudadanos que salen a la calle a protestar por un país mejor, más justo y con políticos más honrados.
Todo eso está muy bien a la vez que es muy respetable, pues solo faltaba que nos quitaran el derecho a pensar cada uno lo que quiere.
Solo tengo algunas preguntas: ¿Os habéis planteado quién hace frente a los gastos cuando alguno de nosotros se queda sin empleo?, ¿quién acoge a aquellos que les han desahuciado de sus casas?, ¿quién todavía nos da un plato de caliente cuando ya lo hemos perdido todo?, ¿quién cuando las cosas van bien cuida de tus hijos para que no se te vaya el pobre sueldo que ganas en guarderías?
La verdad es que podría plantear una gran cantidad de preguntas.
Es cuando te haces mayor cuando todas estas dificultades aparecen, cuando ves que Supermán no ha venido a ofrecerte empleo en la redacción donde trabaja su amiga Lois Lane, que tampoco se ha molestado en prestarte dinero para llegar a fin de mes. Descubres que detrás de todo acto o gesto heroico se esconde una persona que pasa desapercibida para el resto de la sociedad, como lo es Clark Kent, ese inadvertido que tiene preocupaciones y problemas reales.
Todo este planteamiento me lleva a pensar que los verdaderos superhéroes, aquellos que te salvan y rescatan de las consecuencias que provocan los malvados vestidos con traje y corbata, son los padres.
Los padres, que también son abuelos por defecto, son los que se merecen todos los homenajes en este momento en el que nos encontramos en España, los que mediante una pensión recogen a hijos y nietos en el seno de sus hogares.
Los padres más jóvenes fueron los que lucharon por la democracia, los más mayores, en mi caso mis abuelos, tuvieron que batallar en la guerra civil y después sobrevivir en la posguerra.
No puedo imaginar mayores héroes que estos. Como diría Anne Sexton, premio Pulitzer de poesía en 1967, No importa quién fue mi padre. Lo importante es quién recuerdo yo quién fuese.
Después de todo, nosotros no podríamos sobrevivir sin ellos.