Las tres sorpresas de ‘Causas naturales’
Título: Causas naturales.
Autor: James Oswald.
Editorial: Planeta Internacional.
Género: Thriller policial. 464 páginas. 2014.
Dos sorpresas, quizá tres, me he llevado tras leer la novela ‘Causas naturales’, de James Oswald. La primera no lo es tanto, pues en la contraportada la editorial acompaña como foto de autor a James Oswald en campo abierto, ¿en una granja, quizá?, junto a unas ovejas, advirtiéndonos precisamente que Oswald es un granjero escocés que se ha convertido en un fenómeno editorial de la noche a la mañana. La sorpresa, decía, es que su novela no transcurre en ese bucólico entorno rural, con ovejas y verdes prados, sino en la ruidosa (y calurosa) ciudad de Edimburgo, donde el inspector de policía Tony McLean va a tener que resolver un misterioso asesinato cometido sesenta años atrás.
La segunda sorpresa viene también del texto de contraportada, lo leo casi siempre de manera compulsiva –me temo que en eso soy poco original, cuando voy a comenzar la lectura tranquila de un libro–. Una de las frases reclamo del texto breve alude a una sensibilidad especial del inspector McLean; se menciona así a ciertos seres que no existen pero que el protagonista ‘puede sentir’. En mi humilde opinión creo que esta frase de contraportada podría haberse omitido para poder permitir al lector la posibilidad de que por sí mismo, por sus medios, tras la lectura, llegase a esa conclusión, o no. Porque si hay una cualidad que destaco de esta novela, de este autor en esta novela, es la capacidad de sugerir, de dejar cabos sueltos conforme vamos avanzando en la trama, en la novela, de una forma delicada y precisa, casi adictiva tentándonos a avanzar página a página hasta el desenlace.
La tercera sorpresa, quizá la menor de las tres, junto con la celebración de la calidad de la novela, de su trama de rompecabezas, la eficaz dosificación de información y personajes, es el lado perverso del propio escenario. Y cuando hablo de escenario me refiero a que ese caso que el inspector McLean tiene sobre su mesa, junto con otros cuya relación o no se van descubriendo a lo largo de la novela, le lleva a menudo a la sala de autopsias. Allí, un forense con ayudante o no, nos va a hacer partícipe de esos detalles tan apreciados por los amantes de lo visceral. Obviamente, tratándose de una novela de este género, poco debe sorprendernos asistir a escenas donde se describa una muerte, una mutilación, un examen post mortem o un suicidio sangriento. Es la forma en la que el autor nos lo expone, la habilidad de Oswald la que nos hará cerrar el libro horrorizados o encantados, querer acercarnos a las víctimas, a los personajes y devorar con morbosidad literaria la carne de papel.
Quedo agradecido por esta novela, en su conjunto; también coincido en felicitar al autor por los toques de ironía, de fina complicidad con el lector, ya con los motes de algunos personajes, como Bob el Cascarrabias o Andy el Grandullón, ya con el supuesto acento idiomático de unas regiones u otras del país, por poner otro ejemplo ligero.
Quizá no haya entendido bien cierto comentario despectivo en la página 131 sobre los empleados que iban a trabajar en autobús los de la planta baja de una empresa de seguridad privada a la que alude el narrador omnisciente.
Con todo, invito a los lectores a que se acerquen a Causas naturales para leer esta novela negra del recién llegado James Oswald y, como último apunte, que dejen para el final el ‘principio’. Esto es, a modo de epílogo, tras los agradecimientos, el autor hace un guiño honesto a los lectores resumiéndonos cuál fue el origen de esta novela, incluye un ‘capítulo inicial’ que, insisto, aconsejo como el autor leer al final, si les gustó la novela.
El Péndulo de VLCNoticias/Ginés J. Vera.