Francisco Sanz.
Abogado y militante del PSPV
“El conocimiento, más que un medio para saber es un instrumento para convivir. Su función más importante no consiste en reflejar una supuesta verdad objetiva, adecuando nuestras percepciones a la realidad exterior, sino en convertirse en el dispositivo más poderoso a la hora de configurar un espacio democrático de vida común entre los seres humanos.”
Daniel Innerarity. “La democracia del conocimiento. Por una sociedad inteligente.” Paidós 2012
Creo que uno de los propósitos que deberíamos hacernos, quienes integramos el PSPV es el de hacer de nuestro partido, “un partido inteligente”. Un partido inteligente para “configurar un espacio democrático de vida común”, a lo mejor esto serviría para resolver muchos de los problemas que nos agotan y agotan a la ciudadanía y, lo que es peor, agotan nuestras mejores creencias y estimulan las peores….en todos los lados.
Reconozcamos que la política es poco atractiva porque se asocia demasiadas veces al cortoplacismo, al oportunismo, con algo, cuyas estructuras son difícil de cambiar, que está sometida a rigideces difícilmente comprensibles, que se utilizan según convenga, que es repetitiva y por tanto aburrida y que, en definitiva, no parece una actividad muy inteligente.
Y claro, en la llamada”sociedad del conocimiento” (la sociedad en la que vivimos), si los partidos no son, o son poco inteligentes, es lógico que se queden fuera de juego. La primera prueba de inteligencia debería ser reconocer este hecho y, por el contrario, sería de una gran ignorancia obviar el problema. Así que, quienes hacen juegos malabares con figuras del pasado y están tan contentos con lo bien que va el partido, deberían por lo menos acogerse al beneficio de la duda, para que sea, sólo este, el beneficio del que hablemos y, además, tengamos algún terreno en el que conversar.
Parece que, un terreno donde nadie crea que no se equivoca nunca –esta sería la primera equivocación-, podría permitir la expresión de pensamientos y acciones novedosas. Esta idea y actitud que, en la sociedad, las empresas y otras organizaciones suele ser bienvenida , al cuestionar lo conocido, obliga a “desaprender lo aprendido” y quizá permite ver que, aquello con lo que nos conducíamos-mal que bien- era más frágil e inconsistente de lo que pensábamos. Primera idea: “Algo va mal”
Puede parecer esto un peligro para el “orden establecido” y lo es. Ese orden, si se piensa, solo lo es en apariencia, ya que, en el fondo, es más caótico y perjudicial primar a los conservadores y aduladores y excluir a los críticos e innovadores, pues una organización inteligente no puede funcionar a base de consignas, órdenes y disciplina. Segunda idea: lo irresponsable es no cambiar, ahí está el desorden.
En este sentido, una organización que apela al orden jerárquico, se equivoca, pues el saber –el conocimiento- y el poder ya no caminan juntos. Y es que, en la sociedad del conocimiento, éste está en muchos sitios y el poder inteligente es el que sabe de su ignorancia. Los futuros lideres políticos han de ser conscientes de todo lo que ignoran y, lamentablemente, a algunos de los actuales –elegidos con los sistemas de siempre-, mi apreciado Clint Eastwood les diría “amigo mio, con todo lo que usted no sabe, podría llenarse un estadio”. Tercera idea: la jerarquía beneficia la ignorancia.
Así las cosas, no parece muy inteligente, por ejemplo, tratar a la gente como si no fuera inteligente, ya sea fallero, socio del Valencia C.F. o vecino del Cabanyal, convendría tratarla como ciudadano (también elector, consumidor, etc,) pero ciudadano y ciudadana. Como tampoco es de una gran sutileza intelectual, birlarle al militante un derecho (si un derecho, no la concesión de nadie), del tipo: un militante, un voto, como sacrificio del buen orden partidario y convencerle- tan sólo unos meses antes- de que en una sentada parlamentaria podemos cambiar la Constitución, dejando contra las cuerdas el “Estado Social” (ahora ya K.O.). No es tarea sencilla, la verdad, salvo que uno crea que la imbecilidad no tiene límites, pues lo sencillo es tratar al militante, como ciudadano.Cuarta idea: la gente se llama ciudadanía, también los y las militantes.
Quizá, siguiendo con el razonamiento, entandamos que la complejidad del mundo en el que vivimos, no se resuelve simplificando, sino gestionando esa complejidad, lo imprevisible y las oscuridades que esta alberga. Así, hacer una campaña partidaria llena de tópicos, medias verdades y lugares comunes (todo muy cortito que la gente no lee) no es abordar inteligentemente esa complejidad, es sumergirse en ella y esperar a que escampe. La complejidad tratada inteligentemente es más exigente, obliga a la síntesis elaborada, a llegar al núcleo despejando lo accesorio, a procesar la excesiva información y convertirla en conocimiento y en saber. Quinta idea: Información en bruto, no es conocimiento.
Y es que la ignorancia necesita de las jerarquías y de los centros de poder autoritarios y esto tampoco funciona ya así, pues la inteligencia, al ser consciente de sus limitaciones, está preparada para la cooperación y la colaboración, de tal modo que dirigir un partido, o cualquier organización, es encontrar los saberes que se requieren, que éstos colaboren y cooperen para crear inteligencia colectiva, organización inteligente. El dirigente inteligente debe dirigir para que las inteligencias nazcan y se encuentren, su inteligencia está en saber cuáles se necesitan y quien las posee. El dirigente ignorante recita como un papagallo el orden establecido, le da sarpullidos la innovación y la creatividad y, como buen trepa, está adiestrado para que la inteligencia no florezca, para que su interés personal ignorante prevalezca sobre el interés inteligente del partido. Sexta idea: dirigir el partido es generar inteligencia colectiva.
Si los socialistas somos capaces de emprender la senda del conocimiento y la inteligencia quizá, nada es seguro, empecemos a sintonizar un poco más con el mundo. Esto será posible, si nuestras agrupaciones estén en disposición de aprender, porque tratemos y nos sintamos tratados inteligentemente, porque sintamos que, colectivamente, nuestra lucha lo es también contra la ignorancia, porque nuestras agrupaciones sean espacios para la inteligencia y la democracia del conocimiento. Séptima idea: la agrupación socialista es el espacio para el aprendizaje.
Así, quizá también, seremos capaces de desprendernos de viejas verdades, de algunos patriotas de partido, que hablan muchos de valores y miran para otro lado cuando hablamos de derechos, de populistas antielitistas que, con el cuento- de nunca a acabar- siempre están en la élite, de aquellos que, apelando a los sentimientos y la familia socialista, marginan el pensamiento. Más pensamiento y menos sentimiento. Octava idea: los cuentos tienen un final.
A buen seguro, nuestro futuro está ligado al conocimiento, al reto de conseguir que la inteligencia de todos y de todas esté al servicio de agrupaciones socialistas inteligentes, a la lucha contra la injusticia y la pobreza, pero también contra la ignorancia.
Como escribió Lewis Carroll “Cuida el sentido, y los sonidos se harán cargo de sí mismos”. Alicia en el país de las maravillas.