Autor de una de las novelas más aclamadas en 2011, ‘La tristeza del samurái’, tanto a nivel nacional como internacional, Víctor del Árbol fue Mossos d’esquadra de la Generalitat de Catalunya entre 1992 y 2012 antes de dedicarse por completo a la literatura y defender unos de sus principios fundamentales: “Uno debe luchar por sus sueños”.
Ahora, Del Árbol llega a Valencia para presentar su nueva novela, ‘Un millón de gotas’ (Destino, 2014), en la que aborda desde una perspectiva histórica, policial y psicológica la aventura de un hombre cuyo pasado cree conocer pero que, poco a poco, se le irá descubriendo como algo nuevo y terminará modificando su identidad.
Nos reunimos con Víctor del Árbol para conocer más a fondo las claves de su nueva obra y descubrimos a un hombre de hablar pausado e intenso y con grandes motivaciones para indagar en el alma humana. ‘Un millón de gotas’ es un viaje, un viaje al pasado pasando por el presente y…, de la mano de su autor terminamos comprobando que todo viaje, externo e interno, deja su impronta.
El Péndulo: Tu novela se desarrolla en dos arcos de líneas temporales que entroncan finalmente en una, ¿querías que el personaje se viera obligado a visitar el pasado para trabajar los aspectos del pasado?
Víctor del Árbol: Pues…, es por una cuestión de voluntad, de hacer una estructura profunda y luego por una cuestión narrativa. Yo tengo la idea de que el tiempo no existe, no creo que el tiempo pase, creo que somos nosotros lo que pasamos por el tiempo. Creo que el tiempo es una cosa estática. Con esto quiero decir que las paradojas que se dan en la vida, se pueden repetir una y otra vez. En el campo de la técnica narrativa es un desarrollo que me funciona muy bien y que me gusta mucho, porque escribo historias sobre personajes más que sobre tramas. Mis personajes siempre aparecen en un presente, pero me gusta compartir la idea con el lector de que ese personaje viene de algún sitio. Quiero que el lector perciba que hay una profundidad en el personaje, que viene de alguna parte. Me gusta la idea de convertir una historia…, digamos que no son dos historias sino que es la misma historia en dos tiempos distintos y esto es muy diferente a contar dos historias en paralelo que terminan unificándose. ¿Por qué? Porque el pasado alimenta el presente en la vida real, pero en la estructura narrativa es el presente el que alimenta el pasado. Ese juego me gusta mucho.
E.P.: En la novela, la búsqueda del padre o del conocimiento del padre, por parte del protagonista, es también una búsqueda de la identidad, de su propia identidad, uno de los motores esenciales de la obra, ¿verdad?
V.d.Á.: Sí, efectivamente es así. ‘Un millón de gotas’ habla sobre eso. Habla sobre la búsqueda de nuestras raíces. El explicar el pasado no es solo una evocación nostálgica, no es mirar hacia atrás con melancolía porque el presente no nos presenta una perspectiva favorable. Es entender que no solo somos lo que somos en el presente sino lo que otros han cargado sobre nosotros en el pasado y… No estoy hablando de la culpa, ni del dolor. Estoy hablando de algo tan fundamental como herencia que tenemos. Los hijos acabamos siendo los receptores de todo lo que los padres han volcado sobre nosotros. Cargamos con sus historias, sus bagajes, sus experiencias, sus derrotas, sus alegrías, sus frustraciones… Hay un momento en el que el hijo decide romper con eso, normalmente suele ser a la adolescencia, pero otras cargas se superan o se rompen mucho más tarde. Digamos que hay una primera ruptura pero…, cuando uno crece vuelve la vista atrás y comprende la función, la esencia, los porqués surgen nuevas claves de la herencia de los padres. A veces necesitamos desentrañar esas preguntas y cuestiones que aparecen cuando somos más adultos. Es curioso cómo, en muchas ocasiones, tenemos que reinventar el mito de nuestro padre porque necesitamos ese mito. Si no lo tenemos, debemos reinventarlo y si buscamos construimos un nuevo mapa del padre y un nuevo mapa de nuestra identidad.
E.P.: En la novela, pero al igual que en la vida, para que se produzca esa búsqueda debe haber un conflicto, un detonante. Algo debe impulsar al protagonista y en su caso es la muerte de su hermana.
V.d.Á.: Sin ninguna duda. El personaje hace lo que en la epopeya se llama ‘el viaje del héroe’. Gonzalo, el personaje, es un buen, es un tipo que no tiene muchas aspiraciones, ni tiene grandes maldades, ni tiene grandes mentiras, solo tiene pequeñas derrotas. Él ha renunciado a sus sueños de juventud por una vida confortable pero, en su interior, está el peso de su padre, la presencia de su padre. La historia ha convertido a su padre en un mito, en una referencia y Gonzalo crece con ese peso. Mucho después descubre que detrás de la figura que cuentan los libros existía otro hombre con sus luces y sus sombras. En Francia tuve la oportunidad de conocer al hijo de Françoise Sagan (célebre autora de ‘Buenos días, tristeza’) y le pregunté cómo se lleva el peso de ser el hijo de una escritora tan afamada y me respondió: “mira, vivir bajo el sol es maravillo pero el sol ciega y en ocasiones lo quema todo”. Un poco es lo que le pasa a Gonzalo. Él, cuando se entera del suicidio de su hermana comienza un periplo de conocimiento de su hermana. Él recuerda a su hermana una mujer vital, llena de vida y no entiende el suicidio…
V.d.Á.: Sí, es el detonante del viaje de Gonzalo. Cuando inicia el viaje no solo va a descubrir quién es su hermana, sino también quién es él y…, cuando tira del hilo de la hermana también tira del hilo del padre y entonces comienza la gran reconstrucción del rompecabezas y la gran reconstrucción de su identidad. Él descubrirá quién era su padre realmente y no lo que dicen los libros o lo que le transmiten los demás. Gonzalo va a descubrir a una persona que desconocía dentro de él y sin embargo estaba dentro.
E.P.: Podemos decir que Gonzalo se construye por sí mismo en la búsqueda pero también a partir de los demás o…
V.d.Á.: … Gonzalo tiene una personalidad propia. Yo tengo una forma de trabajar que se basa en la personalidad de los personajes. Mis historias son historias de personajes, no me basa en las tramas. Un personaje que se construye a partir de otros no deja de ser una imagen, puede caer en una imagen arquetípica si esa construcción no acaba calando en el personaje. Gonzalo hace su propia proceso de construcción con sus datos, con el peso de su propia vida y tomando los datos y las referencias de los demás para ir completando o modificando su rompecabezas.
E.P.: Me refiero a que la mirada de los otros también afecta la mirada del protagonista y eso modifica sus actos. La última novela de Albert Camus (‘El primer hombre’), es el vuaje de un hombre a búsqueda de su padre y…
V.d.Á.: … Bueno, no sé si lo sabrás pero Camus es uno de mis autores predilectos y siento una profunda admiración por su obra.
E.P.: No lo sabía.
V.d.Á.: Con respecto a esa búsqueda del padre me quiere referir a que Gonzalo no es que cambie su percepción de lo que los demás tienen de él sino que son los demás los que cambian a medida que Gonzalo va descubriendo quién es. Digamos que es otro juego distinto al espejo que él puede mirarse. No solo se modifica su mirada, también los demás modificarán su mirada sobre el personaje ya que el personaje cambia y hace cambiar la mirada de los demás.
E.P.: Víctor, muchas gracias por atendernos y descubrirnos claves para entender más y mejor el universo interno de tu novela.
V.d.Á.: De nada. Gracias a vosotros, ha sido una charla estupenda y me alegra comentar estos aspectos de la obra, siempre ayudan al lector. Ha sido un placer.
El Péndulo de VLCNoticias/Jimmy Entraigües/Fotos-J.E.