Profesor del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló.
Ayer, anteayer y antes de anteayer fueron días solemnes y sesudos, de una moralidad gimiente, nocturna y grave. Decididamente, España es un país diviso. Entre el funeral y la caspa, ente la risa y la romería, entre la jarana y la negritud. Anoche me fui a la cama entre los estertores de la señora Arrimadas, (a ésta no la voy a llamar señorita, como a Carolina, que luego me dicen de todo) poniendo esa carita de estar oliendo un zurullo, que tan natural de sale, y diciendo que Podemos había conseguido lo que había conseguido por unirse a todo tipo de piojosos y pordioseros periféricos. No le pega decir a esta señora “perroflautas”, que es muy moderno. Le pega sustantivar las interjecciones. Pordioseros, zarrapastrosos, haraganes y perdularios, que quieren romper España. ¡Anda que no venía averiada ya!
Y esta mañana me he despertado con Inda y todo tipo de tertulianos cavernarios diciendo que España es ingobernable con estos resultados electorales, y que lo que hay que hace es volver a convocar elecciones. Inda, convencidísimo estaba. Perfecto. Una segunda vuelta en la que esperan que los votantes de la formación butano, viéndose al fin en el espejo retrovisor de la Historia, tomen la decisión de votar en masa al PP y darle ahora una mayoría absoluta. De los demás, ni preocuparse: están tan divididos que no podrán llegar a acuerdo ninguno, que ninguno de sus votantes cejará en su cerrazón.
Miren, no. Como he sostenido en diversas ocasiones, más allá de la división derecha / izquierda, burguesía / proletariado, centro / periferia, etc., etc., etc., España lleva décadas dividida en dos grandes “comunidades de goce”: los que condenamos el franquismo y los que no condenan el franquismo. Todas las demás peculiaridades políticas y de sensibilidad pueden reducirse a estos máximos comunes denominadores. Los primeros tienen 163 diputados. El resto, fragmentados, divididos, irreconcialiados, e irreconocidos, todos los demás. La España real es plural, es ingobernable. Tenemos principios, ergo tenemos manías. Tenemos un 53% de los votos frente a un 40 de aquellos a los que el franquismo les parece simplemente una bella Historia. Sólo se trata de conseguir que el Psoe se haga cargo de su responsabilidad y levante acta. Y alce de una vez la misma bandera que Pablo Iglesias. Que Pablo Iglesias Posse, claro. Y se aleje del pesado lastre que supone su deuda con los señores Felipes (González y Borbón). Oigan: con un Psoe débil, aunque esté en minoría mayoritaria, y con los nacionalismo de derechas catalán y vasco en horas bajas y sobrepasados por la izquierda, el franquismo ha perdido por primera vez las elecciones y la legitimidad en cuarenta años, de forma palmaria e inapelable. ¿Vamos a dejar pasar esta oportunidad de que pierda también la fuerza? ¿Les vamos a dejar recuperarse con unas nuevas elecciones? ¿Ahora, que somos ingobernables para la caverna? ¿De verdad? Ya se pasó la hora del ¡sonreíd! Riámonos a mandíbula batiente. Por muchos años.