Quizás nadie mejor que Ivi expusiera sobre el verde la fe de un grupo que fue capaz de revocar la naturaleza de un partido que parecía marcharse tras las dianas de Adrián y Andone en el primer capítulo de una cita liguera, que nacía desde la tensión, que reunió sobre el mullido césped de Riazor al Levante y al Deportivo de La Coruña.
La Coruña.- El atacante madrileño decidió agitar sus botas con contundencia y también con majestuosidad para extraer magia justo cuando el enfrentamiento amenazaba con expirar. No había ningún tipo de tregua en esa fase de la cronología. La derrota parecía carcomer la psique algo maltrecha de los jugadores azulgranas. No obstante, en ese instante, se materializó el espíritu irredento de Ivi para recomponer la situación y aprisionar una igualada que mantiene al Levante fuera del abismo. Fueron dos golpes letales y contundentes que cortaron la respiración del Deportivo. Los goles mutaron de raíz el signo de un encuentro despiadado que parecía anunciar las cloacas del descenso en virtud del desarrollo de la confrontación. El pavor era un componente intrínseco a la naturaleza de un encuentro que conllevaba la tragedia entres sus ingredientes. El horror que provoca el miedo al vacío podía palparse desde muchos minutos antes de la epifanía del duelo disputado a orillas del Atlántico. Había mucho más que tres puntos en disputa en tierras gallegas.
Las cartas estaban alzadas de antemano. No había dudas. El precipicio asomaba con virulencia por Riazor. Era una realidad imponente y amenazadora que podía engullir a cualquiera de los dos adversarios en virtud del desenlace del partido. El Levante y el Dépor practicamente podían sentir el pálpito y el latido del otro. Las distancias, en términos numéricos y clasificatorios, eran realmente mínimas. El cartel advertía del perfil de duelo que se iba a disputar en dos actos. La ansiedad y el temor marcó la trama y el desenlace de la confrontación. No parecía una misión sencilla para los protagonistas mesurar las emociones y templar los ánimos en noventa minutos de contenido estremecedor. La presión y la desazón eran aspectos que había que saber metabolizar sobre el pasto. Es una evidencia que las dos escuadras buscaban refugio al calor de una victoria redentora y terapéutica que penalizaba sobremanera a su alter-ego. En cierto modo, en perspectiva, los dos rivales pudieron vencer y los dos oponentes pudieron saborear la derrota.
El ocaso del partido mostró a un Levante, asido a las botas de un convincente Ivi, con capacidad para enjugar una desventaja de dos dianas en su contra. En ese momento rozó el triunfo. Quizás haya que dimensionar su significación por la tremenda dificultad que entraña, a pesar de contar con un futbolista más sobre la superficie del campo tras la expulsión de Borges. En distintas fases del duelo el Levante conjugó con la frustración que acompaña a aquel que siente en su interior los efectos de una derrota intimidadora. Veía fantasmas y demonios. La igualada final no provoca grandes transformaciones desde un prisma clasificatorio, en el marco de la Primera División, pero no conviene alejar los componentes anímicos de la reflexión. Quizás el empate y la manera en que se formuló refuerce al grupo azulgrana. Se trata de un rearme de moral sobresaliente.
Cuando todo parecía perdido fue capaz de sacar fuerzas para alterar los hechos que se estaban sucediendo. Es obvio que los jugadores granotas volvieron al vestuario, tras el final de los primeros cuarenta y cinco minutos, marchitos por los goles de Adrian y Andone. Su puesta en acción no conjugaba con el veredicto que enamana del marcador. Adrián sacó réditos a una falta lanzada por Lucas Pérez. Fue la primera aproximación gallega sobre el área de Oier y Riazor ya había dado muestras de nerviosismo para con sus futbolistas ante la consistencia del juego foráneo. Andone corrió en busca del espacio libre para ampliar las diferencias en el postrer minuto del primer tiempo. El atacante rumano se muestra letal en ese tipo de acciones. Con metros por descubrir y colonizar se siente en su salsa. Muñiz cambió el paisaje del duelo con la aparición de Boateng y de Roger en el nacimiento de la segunda parte.
El técnico despobló el centro de gravedad que había fijado en la zona de medios, con la presencia de Campaña, Lerma y Doukouré, y retiró a Coke para situar a la artillería pesada en el eje del ataque. Los delanteros blaugranas fijaron a los defensores en torno al perímetro defensivo resguardado por el meta Rubén. El Deportivo comenzó a sufrir las embestidas del Levante. Un gol podía significar una variación sustancial del desarrollo del encuentro. Roger y Boateng acariciaron el gol. El partido avanzaba y el Levante sentía la desazón y la incertidumbre que acompaña al desterrado. No obstante, Ivi decidió emerger para sumir al Deportivo en la oscuridad. Fue el adalid de la insurrección azulgrana. Lo hizo con dos zapatazos diabólicos. El primero chocó con un defensor local para despistar a Rubén en su viaje hacia la red. Minutos más tarde domesticó el cuero en la frontal del área para lanzar un obús inapelable. Ivi rescató un punto, el gol-average y reforzó la autoestima del colectivo granota.
FICHA TÉCNICA:
RC Deportivo:Rubén, Juanfran, Schar, Sidnei (Bóveda, min 24), Luisinho, Guilherme. Borges, Carles Gil (Navarro, min 74), Adrián, Lucas (Fede Valverde, min 41) y Andone
Levante UD:Oier, Doukouré (Roger, min 46) Chema, Lerma (Bardhi, min 51), Morales, Coke (Boateng, min 46), Ivi, Cabaco, Luna, Jason y Campaña
Árbitro:Pablo González Fuertes. Comité Asturiano. Amonestó con cartulina amarilla a Borges, Guilherme, Rubén, Schar, Luisinho, Andone, Lerma, Doukouré, Chema, Campaña, Roger. Expulsó a Borges en el minuto 34.
Goles:1-0. M. 19. Adrián. 2-0. M. 44. Andone. 2-1. M. 79 Ivi. 2-2, M 84. Ivi