Manuel Moret Gómez
Militante socialista
Hoy casi nadie duda del tremendo daño que ésta política de austeridad está causando en el conjunto de la UE. Solo recalcitrantes “neocon” como la Canciller Merkel y su fiel servidor Rajoy, pese a la evidencia de datos, insisten tenazmente en una política que cada día hunde más a este país.
La reducción del déficit a base de brutales recortes del gasto público sin medidas fiscales que estimulen la economía, además de arruinarnos y destrozarnos socialmente, aumenta nuestra dependencia del exterior (es decir, de Alemania), dificulta la devolución de lo que debemos, y nos cuesta más caro financiarnos que a nuestros vecinos europeos.
Una cómoda manera de nuestros acreedores de enjugar las pérdidas que sufrieron por la crisis financiera de 2007, mientras nosotros seguimos “avanzando” por la senda de la recesión. Así de cruel es este capitalismo salvaje.
Y ante esto, el insensible Rajoy, renuncia escuchar las propuestas que organizaciones de la sociedad civil y partidos de la oposición formulan con la intención de cooperar a que cuanto antes, salgamos de esta crisis infernal.
Hace una semana, el PSOE expuso sus propuestas (anticipación inmediata de fondos del préstamo aprobado para futuras recapitalizaciones bancarias; reforma fiscal y medidas de reparto del trabajo para evitar despidos en empresas en dificultades) que no merecieron el mínimo y cortés esfuerzo de ser leídas por el presidente del gobierno. Vale la pena detenerse en la primera porque sus efectos podían ser inmediatos.
Planteaba disponer “ya” de 30.000 de los 100.000 millones de euros que la UE tiene reservados en forma de préstamo para posibles ayudas a la banca hasta finales de año. De ese anticipo, 20.000 millones irían destinados al crédito para que las PYMES (que tanta falta hace) pudieran sobrevivir, y los 10.000 millones restantes, se emplearían para reestructurar la deuda hipotecaria de personas en apuros.
La justificación es tan sencilla como evidente: se trata de anticiparse a futuras necesidades de capitalización bancaria que precisarán en el futuro bastantes instituciones financieras por el aumento de la morosidad en el pago de las hipotecas, ya que el aumento de ésta, deteriora los activos bancarios y ello requerirá inyecciones de capital para que las entidades afectadas equilibren sus balances. Una propuesta que tiene una doble virtualidad: estimular la economía –y por tanto la demanda y el empleo- y por otra, hacerle frente al dramático problema de los desahucios.
Rubalcaba andaba en lo cierto. Apenas una semana después de proponerla, el Banco de España hizo pública una nota en la que mostraba su honda preocupación por el aumento de la morosidad y, en consecuencia, advertía que sería necesario proceder a recapitalizar próximamente a algunas entidades afectadas.
Y no es de extrañar el rechazo del presidente del gobierno a cualquier propuesta que le haga abandonar o corregir su actual y errática política económica, ya que no es de economía de lo que el neoliberalismo habla. Se trata de simple ideología con la que persigue acabar con el estado social.
Por eso creo que ya no estamos en los tiempo de “pactos de estado” para salir de una crisis creada por intereses indecentes. La forma en la que se está construyendo Europa, nada tiene que ver con el Pacto Social acordado tras la II Guerra Mundial. Estamos en otro momento de la Historia y el futuro requiere nuevos paradigmas.
El capitalismo, en su expresión más depredadora, como lo es éste, de la especulación financiera sin límite ni gobierno, pasa por en cima de las democracias, y somete a los gobernantes elegidos por la ciudadanía, a obrar al dictado de sus pretensiones, y no quiere ni pactos ni componendas. Solo persigue acumular y acumular dinero para que prevalezca su poder.
(Hace tan solo unas horas escuchaba que el gobernador del Bundesbank llamaba la atención a Francia –seguramente contestando nada menos que al Presidente de esa República- recordándole sus compromisos con el déficit. Tal osadía, que no conoce límite, nos dejará con las ganas de ver como la Comisión Europea sale con dureza a poner en su lugar a semejante personaje. Así andamos en esta “construcción de Europa”.
Estoy convencido de que ya no caben ni ofertas ni vacilaciones. Hay que avanzar por el camino recto de la defensa de unas políticas que combatan las desigualdades, incrementen la solidaridad entre la ciudadanía europea y sus respectivos pueblos, defendiendo una democracia que represente la pluralidad de nuestras sociedades y garantice la participación de sus ciudadanas y ciudadanos en la cosa pública.
Es decir, hay que lograr que en esa senda converjan todas aquellas opciones dispuestas a combatir este neoliberalismo y a la vez mostrar su disposición a repensar cómo construir el futuro.
No nos engañemos: no existe otro camino alternativo.