Tras su publicación en el BOE, la Ley de Concordia y la de Transparencia de la Comunitat Valenciana prometen revolucionar la convivencia y la política local. Pero, ¿cómo sobrevivirán las cenas familiares a tanta armonía forzada?
El Boletín Oficial del Estado (BOE), ese documento que pocos leen pero que todos deberíamos conocer (al menos para dormir mejor), ha publicado este lunes dos joyas legislativas de la Comunitat Valenciana: la Ley de la Concordia y la Ley de Transparencia y Buen Gobierno. Ambas, aprobadas el pasado julio, gracias al tándem PP-Vox. Aunque si uno se lo piensa bien, es como si la vecina del cuarto y el vecino del quinto se pusieran de acuerdo sobre la temperatura del ascensor: un pequeño milagro.
Sin embargo, esta publicación llega con un pequeño giro de guion digno de una novela de verano: Vox, que ayudó a sacar estas leyes adelante, ya no forma parte del gobierno autonómico. Parece que entre tanta concordia, alguien se fue de la fiesta antes de tiempo.
Ley de la Concordia: ¿una utopía o el fin de las broncas en el grupo de WhatsApp?
La Ley de la Concordia, a primera vista, suena como el remedio mágico que hará que la gente se dé abrazos en lugar de mandarse indirectas en las cenas navideñas. Aunque la letra pequeña dice que la idea no es tanto que te reconcilies con ese primo que te spoileó la última serie de moda, sino promover “la convivencia cívica y respetuosa”. Vamos, que pretenden que la gente discuta de política sin arrancarse los pelos, algo que en España es prácticamente deporte nacional.
Pero claro, uno no puede evitar preguntarse cómo se implementará esta ley. ¿Habrá inspectores de concordia que se colarán en las reuniones familiares? ¿Te multarán si te enfadas porque tu cuñado ha traído su propia cerveza a la paella? Es más, ¿cómo le explicas a la abuela que ahora es ilegal criticar el peinado de los invitados?
Transparencia: la verdad (y solo la verdad) te hará libre… o al menos, informado
La otra protagonista de este pack legislativo es la Ley de Transparencia y Buen Gobierno. Y si la palabra “transparencia” ya te suena a cristal de ducha, te diré que el propósito aquí es bien distinto: que los gobernantes, ¡por fin!, nos cuenten la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad. Aunque después de años de experiencia, sabemos que la política a veces se maneja más con cuentos que con relatos veraces.
Bajo este paraguas legislativo, se busca que los ciudadanos tengan acceso a la información sobre lo que se cuece en los despachos del poder. Eso sí, con elegancia y discreción, no vaya a ser que descubramos que los almuerzos de los diputados son más opulentos que nuestras cenas de gala.
Lo curioso de esta ley es que llega en un momento en el que la confianza en los políticos no está precisamente en su mejor momento. Pero bueno, si la transparencia de verdad hace su trabajo, igual acabamos sabiendo por qué las obras del parque de tu barrio llevan tres meses paradas o quién decidió que esa rotonda con fuente era una buena idea.
PP y Vox: amigos con derecho a discrepancias
Como si fuera un episodio de “Cuéntame”, la relación entre PP y Vox, que empezó con una luna de miel legislativa, ha acabado con uno de esos silencios incómodos que solo se rompen en los tribunales o en las tertulias de sobremesa. El apoyo de Vox fue clave para sacar adelante estas leyes, pero como quien se marcha de una fiesta sin despedirse, el partido de Santiago Abascal se desvinculó del gobierno valenciano antes de que pudiera disfrutar del final feliz legislativo.
Esto, evidentemente, ha generado más de un chascarrillo político. Mientras algunos se preguntan si Vox se marchó antes de tiempo para evitar las críticas (o los cafés fríos en el parlamento), otros especulan con si volverán en una segunda temporada con nuevas alianzas.
¿Qué significa todo esto para el ciudadano de a pie?
Más allá de las idas y venidas de los partidos políticos, lo que de verdad importa es cómo estas leyes afectan al valenciano promedio. ¿Concordia? Genial, aunque será difícil explicarles a los valencianos por qué el vecino sigue usando la batidora a las tres de la mañana sin que la ley le caiga encima. ¿Transparencia? Fantástico, pero aún queda por ver si podremos saber por qué el metro sigue llegando tarde.
En un mundo ideal, estas leyes podrían hacer que la política se volviera algo menos turbia y que las discusiones acaloradas se transformaran en debates civilizados. Pero claro, pedirle eso a la política española es como esperar que te toque el Gordo de Navidad… todos los años.
Conclusión: ¿utopía legal o puro teatro político?
Con la publicación de estas leyes, la Comunitat Valenciana nos promete un futuro lleno de concordia y transparencia, dos conceptos que, si bien suenan estupendos sobre el papel, en la práctica pueden resultar más difíciles de aplicar que las dietas después de las fiestas. Sin embargo, solo el tiempo dirá si estas normativas tienen el impacto que prometen o si, como muchas otras, acaban siendo olvidadas entre las páginas de un BOE que nadie lee (salvo los periodistas).
¿Tú qué opinas, querido lector? ¿Serán estas leyes el inicio de una era de paz y amor, o acabaremos todos echando de menos las buenas viejas discusiones de bar?