“El hombre que mantuvo el tipo (demasiado tiempo): 30 horas de firmeza y un cheque por 49.000 euros”
Un valenciano sufre la odisea de su vida por un priapismo de 30 horas, errores médicos y una prótesis con espíritu de fuga. La Generalitat tendrá que indemnizarlo, aunque ni el dinero podrá borrar semejante episodio.
La (des)gracia de un priapismo interminable
La historia de este hombre de 36 años podría ser el guion de una tragicomedia: una erección incontrolable, médicos que parecían esperar la inspiración divina y una prótesis que decidió no cumplir su contrato. Lo que empezó como un problema íntimo terminó siendo un caso digno de manual (y memes).
Todo comenzó en Albaida, donde, tras cuatro horas de erección, el afectado buscó ayuda médica. Le diagnosticaron priapismo, un problema que, si no se trata rápido, puede causar daños permanentes. ¿Qué hicieron los médicos? Apostaron por el viejo método de “esperar y ver”. Spoiler: no funcionó.
Cuando el tratamiento se toma con calma… demasiada calma
El paciente fue derivado al Hospital de Ontiyent, donde la estrategia seguía siendo la misma: no hacer nada y esperar un milagro. Mientras tanto, las horas pasaban, y la situación se volvía más incómoda (y peligrosa).
Tras 20 horas de sufrimiento, el hombre y su mujer, desesperados, regresaron al hospital. Pero, en lugar de resolver el problema, lo enviaron a casa con una cita “preferente” en urología. Una manera elegante de decir: “Aguanta un poco más”.
Del hospital al infierno (con escalas en Xátiva)
La pareja decidió tomar cartas en el asunto y volvió al hospital, donde finalmente lo derivaron a Xátiva. Allí, el cuadro clínico ya era alarmante: fiebre, daño en los cuerpos cavernosos y un priapismo que no cedía ni con las súplicas.
Fue ingresado de urgencia y, tras estabilizarlo, se sometió a una cirugía para colocar una prótesis de pene. En teoría, este dispositivo iba a solucionar todos sus problemas. Pero la teoría y la práctica rara vez coinciden.
Una prótesis con ganas de salir corriendo
La operación parecía un éxito, pero días después ocurrió lo impensable: la prótesis se salió de su sitio. Así es, el dispositivo decidió abandonar el cuerpo de su dueño como si hubiera leído el contrato y no estuviera de acuerdo.
Las consecuencias fueron devastadoras. El hombre quedó con secuelas permanentes: disfunción eréctil, pérdida de sensibilidad en varias extremidades y un dolor neuropático que seguramente le recordará este episodio para siempre.
La indemnización: un consuelo amargo
El Consejo Jurídico Consultivo de la Comunidad Valenciana determinó que la Generalitat debía pagarle al afectado 49.104,44 euros por los daños sufridos. Además, su esposa, quien también soportó esta pesadilla, recibirá 5.000 euros por daños morales.
Aunque el dinero puede ayudar a mitigar las secuelas económicas, la pregunta es: ¿cómo se compensa un daño que afecta tanto al cuerpo como al orgullo?
Reflexión final: ¿Y si el amor no lo puede todo?
Este caso deja una lección clara: cuando tu cuerpo te dice que algo no va bien, necesitas médicos que actúen, no que esperen. Y si además te ponen una prótesis, asegúrate de que venga con garantía.
Ahora, ¿tú qué harías si la solución médica decidiera abandonarte a mitad de camino?