Tras las graves inundaciones, las localidades más afectadas enfrentan dificultades para recuperarse. La falta de conexión a internet, servicios básicos y transporte complica la vida de los vecinos, mientras la atención institucional y mediática desaparece.
Las recientes inundaciones que han golpeado a varias localidades de la Comunidad Valenciana han dejado un panorama desolador. Aunque las primeras semanas tras el desastre estuvieron marcadas por la movilización de ayudas, limpieza y reparaciones, la situación actual refleja una realidad bien distinta. Los vecinos denuncian la falta de continuidad en la atención, la escasa presencia de apoyo institucional y la disminución de recursos logísticos que les permitían sobrellevar la emergencia. Todo esto, combinado con la desconexión de servicios básicos como internet y transporte, hace que muchos se sientan abandonados en un momento crítico.
Los residentes afectados se quejan de que la atención mediática hacia su situación ha desaparecido con rapidez. Lo que inicialmente ocupaba minutos en las noticias, ahora se limita a breves menciones que apenas rozan la superficie de sus problemas. “Hemos desaparecido de las noticias, apenas salimos 30 o 40 segundos en los informativos. Pero los problemas siguen aquí, y nadie parece notarlo”, comenta indignada una vecina que vive cerca de un barranco seriamente afectado por las lluvias. La pérdida de visibilidad mediática ha tenido un impacto directo en la llegada de ayudas y en la atención institucional. En un principio, las brigadas de limpieza y los equipos de rescate trabajaron sin descanso para despejar calles y viviendas, pero ahora, gran parte de estas tareas han recaído en los propios vecinos. “No hay la misma logística ni la misma gente ayudando. Nos hemos quedado solos para limpiar nuestras calles, patios y casas”, lamenta otro vecino.
Las consecuencias de las inundaciones se perciben en cada rincón: viviendas completamente arrasadas, calles llenas de escombros y vehículos inservibles acumulados en los alrededores. “Nos dijeron que harían una evaluación casa por casa, pero eso nunca llegó. Hay puertas de viviendas que siguen rotas, casas abandonadas con coches dentro y nadie parece preocuparse por repararlas”, añade un residente de una urbanización especialmente afectada. La falta de inspecciones en las viviendas dañadas también afecta a las zonas comunes. En muchos casos, los patios y garajes permanecen inundados de lodo y escombros, con los vecinos asumiendo la responsabilidad de limpiar lo que pueden. Sin embargo, esto no siempre es posible debido a la falta de herramientas adecuadas y a la magnitud del desastre.
Uno de los problemas más significativos que enfrentan las comunidades afectadas es la ausencia de conexión a internet. Esto no solo dificulta la comunicación entre los vecinos y las autoridades, sino que también complica el acceso a información sobre ayudas y recursos disponibles. “Nos piden que accedamos a enlaces para solicitar ayudas, pero ¿cómo hacemos eso si no tenemos internet?”, se pregunta con frustración una vecina. A pesar de que en áreas urbanas como Valencia se han instalado antenas temporales para reforzar la conectividad, en las zonas rurales y más castigadas por las lluvias no se han tomado medidas similares. Este problema es especialmente grave para los estudiantes, quienes necesitan internet para poder retomar sus clases de forma online mientras sus colegios permanecen cerrados. “Si no hay red, ¿cómo van a hacer las clases online? Es un sinsentido”, comenta el padre de una alumna.
La desconexión no se limita a la falta de internet. El transporte también se ha visto gravemente afectado, complicando los desplazamientos hacia la ciudad y otras localidades. “La conexión con la ciudad es cada vez más difícil. Mi hija empieza la facultad el día 9, pero no sabemos cómo podrá desplazarse”, explica un padre, señalando que el transporte público ha reducido sus servicios y que las carreteras dañadas dificultan el uso de vehículos privados. Aunque el restablecimiento de las líneas de tren avanza lentamente, los servicios de autobuses siguen siendo insuficientes para cubrir la demanda. Esta situación afecta tanto a estudiantes como a trabajadores, quienes enfrentan largos retrasos y mayores costos en sus desplazamientos diarios.
El cierre de colegios es otro de los problemas que más preocupa a las familias. En algunas zonas, las instalaciones escolares han sufrido daños significativos que impiden su reapertura. Aunque se planteó la posibilidad de retomar las clases de manera online, la falta de internet en muchos hogares hace inviable esta solución. Algunos centros que podrían reabrir siguen esperando la finalización de pequeñas reparaciones o inspecciones de seguridad. “Ya podrían haber reabierto mi colegio, pero dicen que aún faltan algunos arreglos. Mientras tanto, los niños siguen sin clases”, relata una madre afectada por la situación.
La combinación de todos estos problemas ha generado un sentimiento de abandono entre los vecinos afectados. “Nos dijeron que no nos dejarían solos, pero cada día que pasa es más evidente que estamos olvidados. Necesitamos soluciones reales, no promesas vacías”, expresa un residente. Los vecinos reclaman una mayor coordinación por parte de las administraciones locales y nacionales, así como la implementación de medidas urgentes para garantizar la conectividad, el transporte y la limpieza de las calles. Además, insisten en la importancia de mantener su situación visible en los medios de comunicación, para evitar que las ayudas desaparezcan junto con la atención mediática.
El drama que viven las comunidades afectadas por las inundaciones no es solo una cuestión de daños materiales, sino también de justicia social y de respuesta institucional. Mientras los vecinos luchan por recuperar la normalidad, la pregunta sigue siendo: ¿cómo garantizar que las víctimas de desastres no queden relegadas al olvido? ¿Es necesario un cambio profundo en el modelo de gestión de emergencias para evitar estas situaciones en el futuro?