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Adiós a la histórica droguería de Valencia que fabricó el primer detergente español
Lunes, 17 de noviembre de 2025, 01:08 h | Actualizado: 17 de noviembre de 2025 | Redacción

La persiana gris del número 43 de la avenida del Puerto no se levanta desde julio. Allí donde durante décadas el olor a sosa, perfume y alcanfor formó parte del paisaje cotidiano, la Droguería Almenar ha bajado el telón. El histórico comercio, que también fue mercería, paquetería y perfumería, pone fin a más de 80 años de actividad y cierra una etapa clave del pequeño comercio de barrio en Valencia.
Detrás del mostrador han estado toda una vida los hermanos Enrique y Amparo Almenar, herederos de un negocio que fue mucho más que una tienda. «La droguería nos ha dado para vivir dignamente. No es para hacerse rico», resume Amparo, que se jubiló el 31 de julio con 69 años tras décadas dedicada a un local que, además, fue hogar para los ocho hermanos de la familia.
Un siglo de historia entre bidones, jabones, cintas y botones
La historia de la empresa se remonta a hace más de cien años, cuando todavía estaba vinculada al mayorista valenciano Tomás Lechona Bella y su sede se encontraba en la calle del Mar. Entonces era una droguería pura, de las que vendían productos al peso y olían a pequeño laboratorio doméstico.
En los años 50, el padre y la tía de Enrique y Amparo, que habían empezado como empleados, tomaron las riendas del negocio. El establecimiento era entonces mucho más grande: además de la tienda, contaba con almacenes, corral y una vivienda donde nacieron la mayoría de los ocho hermanos Almenar. La vida y el trabajo se mezclaban entre sacos de productos químicos, jabones, cintas, botones y perfumes.
Durante la infancia, la familia se repartía las tareas. «Los más pequeños nos encargábamos de rellenar las bolsitas de detergente del bidón. Antes todo venía en grandes cantidades, mi padre ha llegado a envasar hasta esmalte de uñas», recuerda Amparo, que aún gesticula como si siguiera traspasando producto de un recipiente a otro.
Reformas, hallazgos y tesoros escondidos en la trastienda
El local actual es fruto de una reforma realizada hace unos 25 años, cuando la familia pudo pasar del arrendamiento a la propiedad. El espacio se redujo a la mitad y la fachada perdió su aspecto original, pero se conservaron los rótulos pintados a mano por Pilar, una de las hermanas Almenar, que todavía anuncian el nombre del comercio.
En pleno trajín de la remodelación aparecieron auténticos tesoros escondidos durante décadas. Entre ellos, una mesa de madera noble de principios del siglo pasado, con un retal de cuero acolchado en el centro. Amparo decidió restaurarla hace unos meses y, al levantar la tela, descubrió que debajo se conservaban periódicos de 1921 de LAS PROVINCIAS que se utilizaban como relleno. Un pequeño viaje al pasado atrapado entre madera y cuero.
Plofi, el primer detergente español nacido en una droguería de Valencia
Entre las muchas historias que alberga la Droguería Almenar hay una que podría ocupar un capítulo completo en la historia industrial de España. En los años 60, cuando marcas como Norit o Tu-tú ni siquiera se habían concebido, en la trastienda de este comercio nació el que se considera el primer detergente para ropa en un formato moderno fabricado en España.
El producto se llamó Plofi y se vendía como un detergente rápido, cómodo y económico. En el reverso del envase original, un cartón hoy de enorme valor histórico, se leía: «Es un procedimiento moderno ya empleado en el extranjero». La fabricación se realizaba en un bombo de madera que se hacía girar a mano para mezclar blanqueadores ópticos, sal sosa y perfumes.
El proyecto, sin embargo, se topó con la centralización industrial del momento. La familia Almenar no pudo obtener la licencia para levantar una fábrica en Valencia: el Estado reservaba la producción química a Madrid y Barcelona. La negativa impidió que Plofi se convirtiera en una gran marca nacional, aunque pudo comercializarse a nivel local.
Llegaron a desarrollarse diferentes variedades, como un detergente especial para ropa oscura que utilizaban en un convento de monjas cercano. Tampoco era el único producto elaborado a mano: las pinturas las preparaban los propios niños. «De tres a cuatro de la tarde nos tenían ocupados con palitos para hacer los colores», cuenta Amparo entre sonrisas y nostalgia.
Un modo de vida amenazado por los cambios de consumo
Para los ocho hermanos Almenar, la tienda nunca fue solo un negocio, sino un modo de vivir. Crecieron entre bidones y jabones, con las manos manchadas de pigmentos y la cabeza llena de fórmulas caseras. Amparo, la sexta de los hermanos, se enamoró del oficio y ha mantenido la tradición hasta su jubilación.
La clave del éxito, explica, ha estado siempre en la honestidad y el trato personal. «Mis hermanas y yo hemos probado casi todos los productos que hemos vendido. Si no funcionaban, no los recomendaba. Puede que en algún caso mis consejos no sirvieran, pero siempre he vendido lo que sabía que a mí me había ido bien», afirma. El modo en que acaricia los botones y localiza al instante cada artículo en las estanterías delata una vida entera pasada entre aquellos pasillos.
La pandemia del COVID supuso un golpe decisivo. «Muchas personas que no se habían atrevido a comprar por internet empezaron a hacerlo», lamenta. A ello se sumó la dificultad para encontrar personal cualificado después de que sus hermanas dejaran la mercería. Amparo buscaba gente que supiera de costura y compartiera, aunque fuera un poco, su pasión por el oficio, pero esa mezcla resultó casi imposible de encontrar.
Un futuro incierto para el local y para la memoria de Plofi
La persiana permanece ahora cerrada, a la espera de que alguien se anime a continuar el negocio o a dar un nuevo uso al bajo comercial. Amparo está convencida de que el modelo de tienda de barrio, basada en el trato cercano y el conocimiento del producto, sigue siendo viable, aunque reconoce que las condiciones han cambiado.
Quizá, si nadie releva a la familia Almenar, dentro de unos años alguien pase por la avenida del Puerto y vea otro negocio en el número 43 sin imaginar lo que hubo allí. Ignorará que en aquella droguería se fabricó el primer detergente español, que diez personas construyeron su vida entre aquellas paredes y que, durante más de un siglo, el local olió a cal, jabón y conversación.
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