19 de abril de 2025
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Alemania duplica la inversión del Gobierno español para reconstruir la zona cero de la riada de 2021 en Valencia

La catástrofe por la riada de 2024 dejó miles de damnificados y un coste superior a los 17.800 millones, pero la inversión pública anunciada apenas cubre una parte del desastre. Alemania, tras una tragedia similar, duplicó el gasto, marcando una diferencia abismal en la gestión de la recuperación.


Memoria de una catástrofe que algunos ya quieren olvidar

Valencia, octubre de 2024. Llueve como si el cielo tuviera una deuda pendiente. En cuestión de horas, lo que parecía una tormenta intensa se convierte en una tragedia histórica. Las cifras lo dicen todo: 228 muertos, más de 2.600 heridos, 1.656 viviendas inhabitables, miles de empresas paralizadas, carreteras convertidas en ríos y trenes varados en mitad de la nada. Un desastre sin paliativos, que deja una herida abierta no solo en el terreno, sino en la memoria colectiva.

Lo que vino después fue una carrera contrarreloj: evaluar los daños, coordinar a los equipos de emergencia, y sobre todo, buscar dinero. Porque sin fondos, no hay reconstrucción. Y aquí es donde entra la comparación inevitable, incómoda, pero necesaria: Alemania lo hizo mejor.


La lluvia cayó en dos lugares, pero no con la misma respuesta

En junio de 2021, el río Ahr en Renania-Palatinado, al oeste de Alemania, se desbordó tras unas lluvias torrenciales. El resultado fue dramático: 141 muertos, 766 heridos, 17.000 familias sin hogar. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, y la respuesta del Estado alemán no se hizo esperar.

En comparación con lo vivido en Valencia, los daños fueron parecidos, incluso menores en términos numéricos. Pero lo que marcó la diferencia fue el dinero. En total, el Estado alemán destinó 30.000 millones de euros a la reconstrucción de esa región. Solo en el primer año, ya se habían movilizado más de 400 millones para infraestructuras, hospitales, empresas, limpieza, y ayudas directas a las familias.

¿Y en Valencia? El Gobierno de España prometió un paquete de 16.600 millones, a los que se sumaron 2.200 millones del Consell. Total: 18.800 millones. Menos que el coste estimado de los daños: 17.800 millones de pérdidas, sin contar con la inversión necesaria para prevenir desastres futuros. Traducido al castellano: ya vamos en números rojos antes de empezar a reconstruir.


Las cifras que no se pueden maquillar

Veamos los números con calma, porque la comparación no es solo un capricho. Es una llamada de atención.

En Valencia:

  • 306.163 personas damnificadas

  • 228 fallecidos

  • 2.641 heridos

  • 1.656 viviendas inhabitables

  • 64.000 empresas afectadas

  • 500 km de carreteras dañadas

  • 99 km de ferrocarril fuera de servicio

  • Daños estimados: más de 17.800 millones de euros

En Renania-Palatinado:

  • 141 fallecidos

  • 766 heridos

  • 17.000 familias sin hogar

  • 347 edificios destruidos

  • 3.000 dañados

  • 74 km de carreteras dañadas

  • 20 km de líneas ferroviarias

  • 1.600 empresas afectadas

La conclusión es evidente: los daños en Valencia fueron superiores en escala y coste, pero la respuesta económica ha sido claramente inferior.


La gestión alemana: eficiencia, rapidez y planificación

Alemania no solo puso más dinero sobre la mesa, también lo hizo más rápido. 167,25 millones se distribuyeron solo en los primeros seis meses para asistencia inmediata. A esto se sumaron pagos municipales por valor de 118,85 millones para limpieza, prevención y reparación de infraestructuras básicas. Las ayudas de emergencia llegaron a los hogares con cuantías de hasta 3.500 euros por familia.

También se movilizaron donaciones privadas, se creó un plan de reconstrucción a largo plazo con cronograma y seguimiento técnico, y se invirtió en soluciones estructurales contra futuras inundaciones, como diques, cuencas de retención y reforestación de zonas de riesgo.


¿Y Valencia? Atrapada entre la burocracia y la incertidumbre

En contraste, la Comunitat Valenciana sigue inmersa en trámites administrativos, evaluaciones parciales y promesas que tardan en concretarse. El Informe de Diagnóstico elaborado por la Generalitat reconoce que la cifra comprometida apenas da para cubrir la recuperación básica. Ni hablar de infraestructuras de prevención.

Expertos como Eveline Lemke, exministra de Economía de Renania-Palatinado y especialista en gestión ambiental, han señalado claramente el problema: “Sin una inversión sostenida en prevención, Valencia podría enfrentarse a un desastre similar en menos de dos décadas”. Pero de momento, los proyectos de protección están sin financiación asegurada.


¿Por qué Alemania puede y España no?

Es fácil caer en el cliché de que “en Alemania todo funciona mejor”, pero hay diferencias estructurales que explican esta brecha:

  • Capacidad fiscal: Alemania cuenta con una administración con más autonomía financiera a nivel regional y local.

  • Cultura de planificación: los fondos no solo van a reparar, sino a prevenir.

  • Gestión descentralizada: menos papeleo, más acción inmediata.

  • Consenso político: cuando el desastre golpea, se alinean intereses para responder.

En cambio, en España y en la Comunitat Valenciana, la respuesta ha estado marcada por disputas competenciales, lentitud en la llegada de las ayudas y un plan de reconstrucción que, aunque bienintencionado, parece más una declaración de intenciones que una hoja de ruta realista.


¿Dónde está la protección futura?

Lo más preocupante del informe no es el resumen del desastre —eso ya lo sabíamos— sino la falta de garantías de que no vuelva a repetirse. Las infraestructuras necesarias para reducir riesgos siguen siendo “proyectos pendientes”. No hay calendario ni partidas específicas para sistemas de drenaje avanzados, presas de contención o recuperación de cauces fluviales.

Y mientras tanto, los fenómenos climáticos extremos se multiplican. Lo que en 2024 fue un desastre “excepcional”, puede no serlo en 2030. El cambio climático no espera a que se aprueben los presupuestos.


La oportunidad (que se nos escapa) de hacer las cosas mejor

La tragedia de 2024 podría haber sido —todavía puede ser— una oportunidad para transformar el modelo territorial y de infraestructuras de la Comunitat. Para pasar de la improvisación a la resiliencia, del apaño urgente a la planificación a largo plazo.

Pero eso requiere dinero, voluntad política y valentía técnica. Y de momento, no parece que sobre ninguno de los tres.


¿Está Valencia condenada a reconstruirse a medias?

La comparación con Alemania no es una competición para ver quién sufre más o quién invierte más. Es una lección. Porque cuando el agua arrasa, lo que importa no es solo lo que se perdió, sino cómo y cuánto se invierte en proteger lo que queda.

Y en eso, de momento, vamos por detrás.


¿Crees que la Comunitat Valenciana está haciendo lo suficiente para prepararse ante futuras catástrofes, o estamos repitiendo los errores del pasado?

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