El día 29 de agosto de 1930 una caravana muy especial surcaba tierras valencianas después de su estancia por Andalucía. Un viaje de placer por España, un descanso antes de la frenética temporada de películas americanas.
Un flamante Rolls Royce de color azul claro recorría el litoral valenciano con cuatro míticos personajes del Hollywood esplendoroso.
Después de pasar la noche anterior en Alicante, desde las 9,30, un flamante Rolls Royce de color azul claro recorría el litoral valenciano con cuatro míticos personajes del Hollywood esplendoroso: Buster Keaton “Cara de Piedra”, entonces de 35 años, el también actor español Luis Alonso, las hermanas Natalia (esposa de Buster) y Norma Talmadge.
Keaton y sus acompañantes se quejaban de que habían dormido mal, tenían sueño y sed. La carretera estaba horrible, polvorienta y hacía un calor insoportable. Esto lo decían en tono de cierta hostilidad a los periodistas que les seguían buscando la entrevista. Deseaban un lugar tranquilo, que tenga sardinas pimienta, sal y pan, un trocito de mar donde termina el polvo y donde comienza la cerveza.
Dicen que los arrozales de Sollana y Sueca vieron reír a Keaton.
Dicen que los arrozales de Sollana y Sueca vieron reír a Keaton. Allí pararon tras unos quince mil kilómetros recorridos por España. La alquería El Trébol de esta última población, propiedad de un popular labrador, fue testigo. A Natalia le impresionaron las palmeras y el verde esplendoroso del lugar.
Pasaron por la ciudad de Valencia sin parar: Cruz Cubierta, la Pechina, Matadero, puente de San José, dirección al camino de Barcelona. En Massamagrell nueva parada. Hay gasolina pero no buena cerveza. Optan por el combustible, 40 litros de biberón rojo que el flamante Rolls se engulle. Reponen fuerzas y compran salchichón, queso, galletas y pan.
Buster se acerca a una gramola y ve un disco con la canciónRamonade Dolores del Río.Lo acciona al tiempo que tararea en inglés el famoso vals.
En Sagunt todo es distinto. Aunque el Bar Gavaldón, fresco y umbroso parece una cueva, los vasos de cerveza colman la sed. Mientras Buster se acerca a una gramola y ve un disco con la canción Ramona de Dolores del Río. Lo acciona al tiempo que tararea en inglés el famoso vals. Se le han acabado los cigarrillos turcos y los reclama. También desea tomates que compran en un lugar cercano.
La comitiva se despide ante los chiquillos que rodean el auto. Buster los mira imperturbable, pero acaricia la cabeza de uno de ellos y murmura: Bye. Antes de doblar una esquina agitan las manos enguantadas en señal de despedida.
“Adiós, hasta siempre”, parece responderle el niño, a su paso por Valencia.