Pasaba ya de la media hora de juego -cuando en el marcador ya campeaba en 2-0 a favor de España- cuando lograron acceder a su butaca los aficionados que habían adquirido las entradas para la zona del estadio Ciutat de València conocida como Orriols. El motivo fue un fallo de organización de la RFEF, que en los partidos de la Selección Española toma literalmente los estadios en los que juega, incluido el control de accesos. Ayer la falta de coordinación provocó que resultaran insuficientes las puertas de acceso de Orriols para dar cabida a tiempo a todo el personal que, entrada en mano, aguardaban para acceder a su localidad.
La consecuencia: largas colas, la gente impacientándose -más aún cuando oyeron desde fuera el jolgorio de los dos primeros goles de la Roja con ellos aún en la calle- y sin que nadie diera ni una sola explicación. Ya de soluciones ni hablamos, claro, porque a 60 euros las entradas más caras y a 20 las más baratas, es de imaginar que alguien tenía que haber respondido de alguna forma. Pero no fue así.
Según fuentes directas, los aficionados que estaban en la calle intentaron hacerse escuchar dentro como buenamente pudieron -esto implica habitualmente gritar, abuchear, corear…- pero finalmente tuvieron que conformarse con comenzar a ver el partido tras haber marcado Paco Alcácer su primer gol con la Roja, y gracias.
Pero hay que repartir las culpas entre quien las merece. El Levante UD no tuvo nada que ver en el asunto puesto que el mando, así como suena, en un partido de la selección, queda en manos de la RFEF, y poco o nada puede hacer salvo lamentarse por el trato que recibió su afición. Imperdonable el error y más aún la ausencia total de responsabilidad. Esto es el mismo organismo cuyos responsables no se dignaron dar explicaciones ni asumir errores tras la penosa eliminación del Mundial de Brasil.
VLC Noticias | Javier Furió. Fotos: Manuel Furió