Un fatídico 20 de febrero de 2011, comenzaba en Valencia una gran operación logística vendida como un gran logro que en realidad estaba condenando a un barrio entero a la degradación social y económica, y a casi 340.000 personas a tener que cruzar la ciudad con un pésimo servicio de transporte público para recibir el cuidado hospitalario que siempre tuvieron al lado de casa, en una operación que dejó a toda la zona norte de Valencia sin una alternativa sanitaria lógica, más allá de vagas promesas que no se han cumplido mientras día a día vemos el enorme despilfarro que supone el abandono de los edificios que albergaban nuestro hospital de siempre.
Miles de trabajadores que fijaron su residencia en los alrededores de La Fe de Campanar inundan cada día las calles con sus coches ante la ineficacia persistente del servicio público de transporte y la mala comunicación de su nuevo centro de trabajo. Decenas de pequeños negocios o han cerrado o están a punto de hacerlo, no sin antes haber tenido que despedir a más de 200 trabajadores; los que tanto dicen promover el empleo, en Campanar siguen produciendo ruina y desempleo.
Hoy siguen funcionando tres plantas en la antigua Fe con alrededor de 60 pacientes a los que cada día se les da peor servicio; no basta con haber eliminado los arneses para su movimiento en condiciones dignas y cómodas; no basta con haber eliminado personal sanitario a su cuidado; lo último es le eliminación de las cocinas para otorgar el servicio de comida a una empresa privada que los somete a la disciplina del “plato único”: el mismo para todos, como en un cuartel, sea cual sea la dolencia que tienen.
Teniendo un magnífico y renovado gimnasio, se obliga a los pacientes de rehabilitación a trasladarse al Hospital privado San Juan de Dios, que hoy, por falta de pago ya no presta un servicio que al parecer recaerá en la nueva Fe, algo incomprensible porque las instalaciones en Campanar están en perfectas condiciones.
Se sacan continuamente las mejores camas y material para distribuirlas por hospitales diversos, incluso a ONGs, quedando lo peor para los pacientes y personal sanitario… Aprovechando la ocasión, se suprimen autobuses de las líneas de EMT como la 60, que en pocos meses se quedó sin cinco autobuses y alguno de los que circulan no llevan rampa por donde puedan acceder personas que pueden ir al centro hospitalario.
Ni una sola de las promesas del conseller Cervera se ha cumplido, porque el Servicio de Urgencias no funciona como el que se trasladó; tiene que compartir celadores con el servicio en Plantas, ya de por sí reducido, y es muy frecuente acabar en una ambulancia (en el mejor de los casos) rumbo a Malilla. Ya se han dado casos de partos en esas ambulancias e incluso algún fallecimiento en el trayecto de personas que tenían la solución a cinco minutos de casa.
Por todo ello no podemos dejar de clamar, a veces en el desierto, por un Hospital digno donde siempre lo tuvimos, en Campanar y no a la otra punta de la ciudad. Nuestro compromiso con nuestros vecinos es seguir reclamando en la calle, que es nuestra, por una solución cuya tardanza está degradando el barrio y perjudicando seriamente la calidad de vida de miles de personas.
La Comisión Cívica vuelve a convocar otra manifestación, la 10ª, para recordar a toda Valencia que Campanar lleva ya un año sin Hospital y sin solución a la vista.
Cursamos la petición a la misma Delegada y Subdelegado del Gobierno que nos pusieron restricciones en la anterior, trabas que tuvieron el efecto contrario: si no querían la manifestación ya tradicional, ordenada, cívica y ejemplar, con su intento de distorsionar en la práctica el ejercicio de nuestro derecho fundamental a la reunión y manifestación tuvieron dos: una no autorizada, espontánea, que discurrió por donde siempre, y otra No-manifestación que dejó en evidencia la temeridad de hacer discurrir centenares de personas por unas aceras llenas de chirimbolos y estrechamientos. Esas restricciones provocaron justo lo contrario, donde antes hubo orden y derechos ejercidos librememte, el día 14 hubo momentos de tensión y ciudadanos metidos de lleno en un acto no autorizado y por tanto posibles reos de represalias en forma de sanción que esperamos el sentido común evite.
Por ello, volvemos a plantear la décima manifestación por donde los ciudadanos quieren y es su derecho, que es por la calzada. Vamos a ir otra vez, pero esta vez en orden democrático y no divididos, desde el corazón roto de nuestros barrios, la antigua Fe, al corazón vivo de Campanar, su Plaza de la Iglesia. Se lo comunicamos a nuestras autoridades con tiempo; esperemos que esta vez la respuesta sea el diálogo, para el que estamos abiertos, y no la imposición de restricciones.
VLC Ciudad / Paco Varea