La crucifixión es un suplicio que se inventó en Persia entre los siglos VI-VII a.C. y que se extendió a todo el área del Mediterráneo. Es uno de los peores tormentos concebidos por la mente humana y se ha utilizado en todo el mundo, desde la Antigua Roma hasta Japón, donde se crucificó a cristianos en el siglo XVI. La crucifixión consiste en colgar a una persona con los brazos extendidos de una cruz, un árbol o un muro, anclada con cuerdas o clavos, y someterla a una intensa humillación y padecimiento público que puede durar hasta nueve días.
Según el historiador Luis Antequera, la crucifixión era un suplicio muy distinto para cada persona. Algunos reos morían de asfixia, otros devorados por los perros, otros de frío o de sed. El crucificado estaba indefenso, inerme y muchas veces a merced de los cuervos y de las alimañas. La Antigua Roma aplicó la crucifixión en su legislación, reservando la pena capital para los delitos más graves contra el Estado y los crímenes de alta traición.
Los musulmanes también han recurrido en varias ocasiones a ese terrible castigo, e incluso los judíos en alguna ocasión han echado mano de esa horrible pena, a pesar de que sus textos sagrados sólo admiten la crucifixión de cadáveres, nunca de personas vivas. Las guerras judeo-romanas propiciaron una transmisión cultural entre los dos pueblos y los judíos, a pesar de lo dictado por sus leyes y de lo lejana que era la crucifixión a su cultura, acabaron practicándola.
Fue el emperador Constantino quien, a través de un edicto en el siglo IV, prohibió las crucifixiones en el Imperio Romano, pero este suplicio se siguió aplicando en otros lugares y culturas. En 2019, Arabia Saudí ejecutó a 37 personas de una tacada, y una de ellas, considerada la que merecía el peor castigo por haber cometido el delito más grave, fue crucificada. En Japón, este instrumento de tortura fue aplicado contra algunos cristianos, como los 26 mártires de Japón, un grupo de cristianos que fue ejecutado mediante crucifixión en Nagasaki en 1597.
La crucifixión en la actualidad
Aunque parezca increíble, la crucifixión sigue siendo una forma de castigo en algunos lugares del mundo en pleno siglo XXI. Uno de los países donde aún se utiliza es Arabia Saudí, donde se aplica a los delitos más graves, como el asesinato o el tráfico de drogas. En 2019, la ejecución de 37 personas en este país, entre ellas una mujer y un menor de edad, generó una fuerte condena internacional.
Otro país donde se han registrado casos de crucifixión es Sudán, donde el régimen de Omar al-Bashir la aplicó en 2014 a un hombre acusado de asesinato y violación. Aunque se trataba de una variante, en la que el cuerpo del condenado es colgado en una jaula después de ser ejecutado, para que su cadáver sirva como advertencia a los demás.
La crucifixión como forma de castigo ha sido también utilizada por grupos terroristas como el Estado Islámico, que la ha empleado como forma de ejecución y de escarnio público. En 2015, el grupo yihadista crucificó a un hombre acusado de espionaje en Raqqa, la capital del autoproclamado califato.
En resumen, la crucifixión es una de las formas de castigo más crueles e inhumanas que ha ideado la mente humana. Su origen se remonta a la antigua Persia, y se difundió a lo largo del Mediterráneo gracias a los griegos y romanos. Aunque fue prohibida en el siglo IV por el emperador Constantino, la crucifixión ha sido utilizada a lo largo de la historia por diferentes culturas y países, y aún hoy en día se sigue aplicando en algunos lugares del mundo.