El Péndulo | Ginés J. Vera.- Entrevistamos al profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de Barcelona, David Roas, que acaba de publicar ‘Bienvenidos a Incaland’ (Páginas de Espuma, 2014). Autor de libros de microrrelatos, cuentos y novelas, es especialista en literatura fantástica sobre la que también ha escrito numerosos ensayos. Dirige el Grupo de Estudios sobre lo Fantástico y Brumal Revista de Investigación sobre lo fantástico.
El Péndulo: Hipocondría, mal de alturas, una imaginación desbordante y algo de alcohol para perfilar al protagonista de estos cuentos tanto por la laberíntica Lima como más allá.
David Roas: Yo creo que ahí están bastantes de los ingredientes, es un poco el resumen del libro. Yo lo que traté no es tanto contar lo que es Perú, sino qué sentía yo en Perú, y yo me nutrí de mi mismo, por eso no me disfracé nunca, no invente a otra figura. Ahí sí que soy un poco hipocondríaco, quizás en la realidad un poco menos hipocondriaco que el personaje. Todos estos ingredientes creo que lo provocan es un delirio, el personaje vive una experiencia delirante, lo que a mí me preocupaba mucho era dar la sensación de no hablar de otro, sino que el otro soy yo, sino que el delirio, todo lo fantástico lo grotesco, que ingerir la cusqueña ayudan a transmitir esto.
E.P.: En ciertos momentos he querido ver cierto hiperrealismo a lo Bukowski.
D.R.: Yo creo que sí que hay momentos en los que se ve; realismo sucio no diría yo. Creo que me contagié un poco de la cita que pongo al principio del libro, una que un escritor de Perú me contó, la de que si Kafka hubiera nacido en Lima seria un escritor costumbrista.
Yo creo que sí, que hay una voluntad en algunos cuentos de ir mas allá del realismo, pero creo que para ir a más allá del realismo hay que hacer lo que Bukowski, que es distorsionar lo que estás viendo, él lo hace desde muchas perspectivas, pero sin alejarse del realismo. Yo creo que eso le va mucho sobre todo a Lima, lo de mostrar la ciudad casi en el detalle pero a la vez como que se te escapa, sobre todo en el primer relato.
En el relato del robo de la máquina de escribir de Vargas Llosa quizá si sea el de más locura, el más Bukowskiano de los personajes.
E.P.: Que Cusco sea una de las zonas más transitadas por ovnis del mundo supongo que ayuda a creer en invasiones y zombis, en otro ‘Plan 9 contra la Tierra’ versus delirios paranoicos.
D.R.: Creo que Cusco y Machu Pichu eran lugares especiales para buscar lo que uno es y lo que a mí me gusta. Hay elementos de ese lugar que son brutales y sobre todo también acompañado por la sensación de estar a 3500 metros.
Yo recuerdo un documental que vi de niño de que esas piedras las movieron los extraterrestres y dije: esto lo meto, de algún modo; porque mi forma de escribir es nutrirse de lo que consumo ficcionalmente, porque yo no sé comparar, me he dado cuenta de que cuando comparo lo hago con algo que he visto en la ficción o he leído. Y un poco era transmitir eso, y como ese lugar está lleno de…, yo me quedé corto. Estuve cuatro días, entre Cusco y Machu Pichu estuve cinco y quise quedarme quince días. Ahí sí que tuve la sensación de estar en la dimensión desconocida, en los límites de la realidad.
E.P.: Curioso ver que un capítulo está dedicado al maestro del horror cósmico H. P. Lovecraft.
D.R.: Esas cosas son las cosas que ahora me reclamaban, estás en las ruinas de Saqsaywamán y estás viendo ‘las montañas de la locura’. Otros amigos míos que han estado en las pirámides en Egipto, viéndolas bien, me lo decían, tienes la sensación de estar en el decorado de Lovecraft. Yo cuando estaba ahí casi nace la idea allí, se mezclan los dos tiempos, el tiempo de la conquista y el tiempo real; me dije: esto es Lovecraft, un decorado puramente lovecraftiano.
Lo mismo otra persona no hubiera visto lo mismo. Yo aquí te lo juro, vi las piedras, además es una explanada enorme y las rocas y te desborda el tamaño, me dije: Lovecraft.
E.P.: Cuando venía hacia aquí me ha parecido ver a una llama (o una alpaca) con gafas de sol haciéndose la despistada, un verdadero icono animal de este ‘Bienvenidos a Incaland’.
Sí, todavía no sé porqué, no sé cuando surgió. Yo creo que surge porque los cuentos no los escribí por orden, sino que fueron surgiendo según los anotaba. Creo que el primero que escribí fue el titulado El tesoro de los incas, y entonces fue lo que provocó el juego ya constante, cuando ya vi que iba a ser un libro. Incluso esa llama que aparece en el cuento, cuando se pierde en Lima, dije: no creo que nadie tenga una llama en el jardín en Lima, se convirtió en un animal tótem, y todo por lo que hemos vivido, desde el libro de ‘Tintin El Templo del Sol’.
Yo creo que sufrí una metamorfosis, yo me fui perunizando hasta que me convertí en una llama. Esa foto de la llama la hice en 2011, la que coloco como foto de autor.