Profesor Titular de Comunicación Audiovisual Universitat Jaume I. Castellón.
Al final de ‘La invitación’ (‘The Invitation’, Karyn Kusama, 2015) la metáfora global cobra cuerpo y trascendemos desde el microcosmos al macrocosmos para tomar conciencia, perplejos, de la amenaza del caos. No desvelaré aquí trama alguna, salvo la base de una reunión al cabo de los años de un grupo de amigos/conocidos para repasar lo que ha sido de sus vidas y, como ocurre habitualmente en este tipo de películas, enfrentarse a sus demonios personales (quizás ese ‘Ángel exterminador’ de Buñuel no estuviera lejos del proyecto).
Ahora que ya sabemos a ciencia cierta que vamos a unas nuevas elecciones el día 26 de junio, podemos constatar que las previsiones no fueron tan descabelladas (ver texto anterior) y que la línea del poder está trazada a sangre y fuego. Incluso antes de comenzar la nueva campaña (si es que alguna vez concluyó) hemos podido ver el grado de desvergüenza con que algunos de nuestros insignes representantes convocan la atención del ciudadano (nunca mejor etiquetado como espectador). Me refiero a esas declaraciones del director de la policía en las que atribuye a Podemos todos los males del mundo: apuestan por la violencia, apoyan a los terroristas, son populistas, venezolanos, iraníes y dentro de poco serán incluso yihadistas. Todo vale para acabar con cualquier esperanza de cambio en este país. Y no pasa nada: ni destitución fulminante ni llamada de atención. No pasa nada. Pero aquí solamente hay dos soluciones: o todo lo que este “señor” (seamos educados) dice es verdad y en ese caso hay que meter a los de Podemos en la cárcel; o bien es mentira y en tal caso es a él a quien hay que llevar a chirona, o, cuando menos, a juicio por calumnias.
Lo anterior, como es notorio, queda en una simple anécdota. De estas habrán a cientos en los próximos días y nos hartaremos de difamaciones, bulos y mentiras. El Partido Popular (PP) tiene muy bien amarrado a su electorado (son feligreses, ¿qué duda cabe?, capaces de votar contra sus propios intereses) y sabe que su suelo está en un 27% aproximadamente, lo que le da la garantía de ganar las elecciones como partido más votado. El resto, a repartir.
Sin embargo, los descontentos de Ciudadanos por el pacto con el PSOE regresarán a la madre patria pepera y quizás aumenten ese 27% hasta un 29%, o superior, lo que dará más alas, si cabe, al partido de Rajoy, inmune, como vemos, a corrupciones, cuentas en paraísos fiscales, amnistías ídem, etc. Dios los cría y ellos se juntan, es evidente, ¿cómo estas cuestiones les iban a restar votos? En el fondo hay dos lemas a elegir: o hacemos lo que queremos con lo que es nuestro (el país y sus recursos) o bien todos son iguales (ventilador hacia los lados). Para quien tenga dudas todavía, que observe como van las cosas en Valencia, donde no parece que queden muchos militantes vips sin imputar.
Estos cuatro meses no han sido inútiles ni tiempo perdido porque han dado la posibilidad a las mal llamadas fuerzas del cambio de aprender los mecanismos y el juego de pasillos, a identificar las maniobras que han ido descubriendo las diferentes caretas de cada cual, a dotarse de mecanismos futuros para no cometer los mismos errores una vez más. Si pensamos en que esas fuerzas son, o pretenden ser, Ciudadanos y Podemos, observaremos la dualidad en que los primeros se han situado: por un lado, han sido capaces de negociar a diestra y siniestra, han dado muestras de voluntad, disimulando muy bien que su auténtico pacto solamente podría venir a través del refuerzo al PP. Han insistido hasta la saciedad en la necesidad de una regeneración social y política, pero han impuesto un criterio de continuidad en lo económico, lo laboral y, sobre todo, en la cuestión nacional, que impide cualquier pacto que vaya más allá del PSOE.
Por lo que respecta a Podemos han cometido errores de principiantes, han sido ingenuos y han ofertado un gobierno de coalición, que es lo que toca sobre el papel pero que nunca será firmado por el PSOE. Sin embargo, la repetición de las elecciones les sitúa en una posición inmejorable, siempre y cuando consigan el acuerdo con Izquierda Unida (IU), no porque puedan sacar más votos que el PSOE sino porque serán capaces de dotar de voz real a la izquierda de este maltratado país. Como ya dije anteriormente, no podrán gobernar, pero podrán presionar y los acuerdos a que llegarán los diferentes partidos para hacerse con el poder harán que caigan las caretas que todavía se están resistiendo. Esa es la parte positiva, si son capaces de mirar al frente y no a su ombligo.
Lo que todo esto va a desvelar es que la metáfora de las dos Españas, tan cruel, no es la de las derechas frente a izquierdas sino la de los instrumentos del poder para legislar en beneficio de las minorías acaudaladas y las grandes empresas (PP, Ciudadanos y PSOE) y aquella otra parte que pretende cambiar las cosas y no plegarse a ese poder real (Podemos e IU). Claro está que lo que nos jugamos es importantísimo en este momento en el que el embate del poder real, que ha venido acumulando sus saqueos sistemáticos en paraísos fiscales y arruinando a las clases menos pudientes, da un paso adelante a través del tratado TTIP que supondrá el control legal por parte de esas grandes multinacionales (control que ya tenían y que ahora pretenden hacer efectivo incluso en la legislación de los países firmantes: de ahí el secretismo)
Por todo ello es más que evidente que hay dos Españas, incluso en contra de la voluntad ciudadana: la que sirve al poder y la que se enfrenta a él. ¿Seremos capaces de dar un paso al frente de una vez por todas?