Quizás sea porque los antihéroes están de moda. Igual es porque también hay que darle oportunidad a los villanos de mostrar ese lado “bueno” que no cuentan las historias. De cualquier modo, Drácula: la historia jamás contada se olvida de la figura demoniaca del vampiro para mostrarnos a un guerrero dispuesto a todo para salvar a su familia.
Este intento por redimir a las figuras icónicas del mal ha resultado un lucrativo negocio para el cine pero los argumentos son pobres, convirtiendo a los otrora malditos en unas pobres víctimas. Lo mismo ocurrió con la Maléfica de Disney y ahora tocó turno al chupasangre más famoso de la historia.
La premisa era atractiva: conocer la historia del temido Vlad Tepes, al hombre antes de abrazar el vampirismo. Y sí, hay por momentos referencias a esa sed de sangre y violencia que cunta la leyenda, pero el protagonista se ve reducido a un hombre sacrificado y que derrama más ternura que el tarro de miel de Winnieh Pooh.
Los diálogos son tan reiterativos y dulces que no parece que estemos conociendo a una de las figuras nocturnas más temidas en el mundo.
Estamos de nuevo ante la obra de un estudio cinematográfico que contrató a dos guionistas novatos, lo mismo que su director, para convertir una historia clásica de terror en un filme épico con tintes de aventura y un protagonista y su contraparte como modelos salidos de una pasarela. Uno con el look desgarbado y el otro con percha de príncipe valiente versión latina.
Drácula: la historia jamás contada es más cercana al cómic de superhéroes que a aquella añeja tradición que ensalza a los seres de ultratumba sedientos de sangre y con poderes que su solo relato causaban temor. Este nuevo Vlad podrías sin problema ser parte de Los Vengadores o cualquier otro grupo de héroes superpoderosos.
Los créditos afirman que el filme está basado en la tradicional novela de Bram Stoker, pero de aquel texto solo vislumbran débiles pasajes, no hay un protagonista sanguinario, enigmático, mucho menos conquistador. Incluso, la Mina característica, tanto del escrito como del guión que llevara al cine Francis Ford Coppola en 1992, aquí es una especie de Eva que asume el rol de orillar a su Adán a tomar las decisiones incorrectar.
Puntos a favor: efectos especiales que hacen de este nuevo Drácula algo muy cercano a la metrosexualidad, la labor de venta de los estudios que además dejan ver que una segunda parte llegará pronto y Charles Dance. Si hay un vampiro hecho y derecho en ese filme es el personaje que interpreta el británico: sabio, oscuro, rencoroso, dolido. Él sí abraza la maldad y le da otra dimensión.
Preocupa porque Universal quiere revivir a sus monstruos y traerlos a los tiempos modernos. Si el Hombre Lobo, Frankenstein, el Monstruo de la Laguna y demás comparsas, van a ser como este Drácula, sí que tendremos pesadillas, pero no de las que se disfrutan, de esas que es mejor restarle importancia.
El mismo protagonista menciona -en una de las pocas líneas que valen la pena en la cinta- que en ocasiones la gente no necesita un héroe, sino un monstruo. Lo lamentable es que la producción no respeto dicho argumento y Drácula dejó el baño de sangre de lado. En su lugar encontramos un derroche de azúcar. Diabéticos, absténganse.
Dracula Untold (2014)
Director: Gary Shore.
Protagonistas: Luke Evans, Sarah Gadon, Dominc Cooper, Charles Dance.
Guión: Matt Sazama, Burk Sharpless.
Edición: Richard Pearson.
Fotografía: John Schwartzman.