En la historia de la innovación tecnológica, hay inventos que cambiaron el mundo… y otros que, aunque no llegaron lejos, desafiaron los límites de la imaginación. Uno de los más singulares y olvidados es el Dynasphere, una enorme rueda motorizada en cuyo interior viajaba el conductor. Un vehículo excéntrico, inspirado en bocetos renacentistas, que casi parece salido de una novela de ciencia ficción.

Un invento con origen en Leonardo da Vinci
El Dynasphere fue presentado al mundo en 1930 por John Archibald Purves, un ingeniero británico convencido de que el futuro de la movilidad podía adoptar formas radicalmente distintas a las conocidas. Su fuente de inspiración no fue otra que un dibujo de Leonardo da Vinci, en el que aparecía una estructura circular propulsada desde el interior.
Purves retomó esta idea renacentista y le dio forma con la tecnología de su época. El resultado fue un vehículo circular, una especie de monociclo gigante motorizado, en el que el conductor se sentaba dentro de la rueda y la hacía girar gracias a un sistema interno de motor y ejes.
Dos prototipos funcionales: eléctrico y de gasolina
Purves logró construir dos versiones del Dynasphere:
- La primera, más pequeña, era eléctrica, pensada como un modelo de demostración.
- La segunda, más ambiciosa, contaba con un motor de gasolina Douglas de dos cilindros, refrigerado por aire, y una caja de cambios de tres velocidades, incluida la marcha atrás.
Este segundo prototipo alcanzaba una potencia de 6 caballos de fuerza, suficiente para desplazarse por superficies lisas a velocidades moderadas. El ingeniero imaginaba incluso una familia entera viajando en un Dynasphere de mayor tamaño, o versiones comerciales y militares del invento.
El sistema de dirección: girar con el cuerpo
Pero lo más peculiar del Dynasphere no era su forma, sino su sistema de dirección. A diferencia de los vehículos convencionales, no tenía volante, ni manillar, ni mecanismo de control tradicional. Para cambiar de dirección, el conductor debía inclinar su peso hacia el lado deseado. Era, en esencia, una bicicleta sin manillar gigante, donde la estabilidad dependía del equilibrio humano.
Esto hacía que conducirlo fuera un auténtico desafío. Las maniobras eran torpes, los giros imprecisos y los movimientos bruscos. Aunque la idea era funcional en teoría, en la práctica era peligrosa e ineficiente.
¿Por qué no triunfó el Dynasphere?
A pesar de su carácter visionario, el Dynasphere acumulaba demasiadas desventajas para convertirse en un medio de transporte viable:
- Dirección inestable, difícil de controlar.
- Frenos poco eficaces, que comprometían la seguridad.
- Problemas de visibilidad y equilibrio.
- Dificultades para circular en pendientes o superficies irregulares.
- Incapacidad para superar obstáculos cotidianos como bordillos, baches o curvas cerradas.
Aunque fue presentado en algunas ferias, y llegó a captar la atención de los medios británicos, pronto se hizo evidente que el proyecto era más una curiosidad mecánica que una solución de futuro.
Legado: una reliquia excéntrica de la ingeniería
Hoy, el Dynasphere sobrevive en fotografías en blanco y negro y en la memoria de los entusiastas de la historia de la tecnología. Es un símbolo de una época en la que el ingenio se atrevía a todo, incluso a reinventar la rueda… literalmente.
Purves no consiguió llevar su invento al mercado, pero su visión nos recuerda que muchas veces la innovación nace del atrevimiento, de la imaginación sin límites y del deseo de explorar lo imposible.
¿Qué nos enseña el Dynasphere?
Aunque fracasó como medio de transporte, el Dynasphere representa un ejemplo fascinante de pensamiento lateral. En lugar de mejorar los vehículos existentes, Purves optó por reinventar desde cero la idea de cómo moverse. En un mundo donde muchas innovaciones actuales nacen de pequeños ajustes, el Dynasphere es un recordatorio del valor de lo audaz, de lo extravagante… incluso cuando no funciona.