Carles-Andreu Fernández Piñero.
Economista.
Parece mentira que en los tiempos actuales en que son habituales las transferencias, la tarjetas bancarias, el PayPal y hasta de bitcoin, el dinero en efectivo se siga utilizando tanto, tantísimo. Pero, ¿qué es realmente el efectivo?
“Vaya pregunta más tonta: pues monedas y billetes”, pensará mucha gente. Pero en realidad es mucho más que eso: el dinero en efectivo es una cosa que no vale nada por sí misma (sí, has leído bien, y no estaba borracho cuando lo escribí), sino porque es un medio de pago conmúnmente aceptado. Eso quiere decir que una moneda de un euro no vale un euro realmente, sino que sirve para comprar cosa que valen esa cantidad, y que un billete de 500 euros no vale 500 euros (es un trozo de papel realmente), sino que son tan codiciados porque con él podemos comprar cosas que valgan hasta ese importe (si es que encontramos alguno, porque parece que esos billetes se los ha guardado alguien). Esto es fácil de entender si tenemos un poco de memoria histórica y recordamos que antes de la Guerra Civil Española, la moneda emitida por los republicanos tenía un valor (de cambio, no olvidemos), pero después, al no aceptarla el gobierno de Franco como medio de pago, valía cero patatero. El mismo billete o la misma moneda, en un momento es dinero y en otro no, y todo según el capricho del gobernante de turno. Por cierto que el dinero que es dinero porque es aceptado como tal por la comunidad o el gobierno (sean moneda, billetes o gominolas) y no por su valor intrínseco se llama dinero fiduciario. Ahora bien, no siempre ha sido así, porque antiguamente la moneda tenía respaldado su valor por oro, lo que suponía que cualquiera podía ir al banco central y pedir que le cambiaran su billete por los gramos equivalentes de ese metal. Se vio que la cosa no funcionó muy bien, como demuestra que se fue a hacer puñetas ese sistema monetario a los 50 años de usarlo.
Hasta ahora hemos hablado de monedas y billetes, pero sabemos que hoy en día hay otras clases de dinero porque éste ha ido evolucionando con el tiempo. De hecho, los billetes son ya una evolución, porque en realidad son como vales que se pueden cambiar por monedas, que es el dinero más primitivo. Los más maduros (no hace falta viejos, que no hace tanto) del lugar recordarán que los billetes españoles ponían “El Banco de España PAGARÁ AL PORTADOR … pesetas”, y era por algo: porque si ibas al Banco de España con un billete de 1.000 pesetas, te lo podían cambiar por 1.000 monedas de peseta. Una tontería, salvo que fueras el padrino de un bautizo, pero ese era el significado real de la expresión. El caso es que las entidades financieras hicieron aparecer lo que se llama dinero bancario, que es aquel que tenemos en nuestras cuentas corrientes y que, aunque no es físico, sirve para pagar cosas mediante transferencia, tarjeta o transformándolo en efectivo con unas máquinas llamadas cajeros automáticos que, como por arte de magia, transforman nuestro dinero bancario inmaterial en billetes contantes y sonantes que se pueden palpar. Pero como la tecnología es imparable, la omnipresente Internet también creó sus propios medios de pago. PayPal, por ejemplo, ha logrando una gran difusión, y a él le han seguido otros como Google Wallet que nos permiten gastarnos en dinero en tiendas on line sin copiar el número de nuestra tarjeta bancaria.
Aun teniendo medios de pago para aburrir de la variedad que hay, el efectivo sigue siendo el rey. Según un informe de PwC e IE Business School de 2015, el 85% de las transacciones de mundo se realizan en efectivo. Una de las razones de ello es que los países menos desarrollados utilizan mayoritariamente esa manera de pagar, como demuestra que en África y en los países emergentes de Asia ese porcentaje sea del 99%, mientras que en Norteamérica es el 48% y en Europa un 66%, por ejemplo. Los más pobres están más preocupados de buscar la manera de comer que de abrirse una cuenta en un banco, lógicamente, que encima les sablee con las comisiones.
Ahora bien, hay otra razón para el uso del efectivo: que es difícil controlar por dónde se mueve, lo que viene muy bien a los que son poco amigos de Hacienda. Es el medio de pago por excelencia de las cajas B, y si no que le pregunten al PP valenciano y a Bárcenas, además de muchas empresas que tradicionalmente cobran parte de sus ventas sin factura. Por eso y porque en España somos tan pillos, se usa el dinerito en “cash” en el 85% de las transacciones, 19 puntos más que la media europea.
Con este panorama, parece que por muchas maneras de pagar que aparezcan y por muy cómodas y seguras que sean, los billetes y las monedas no se van a extinguir de momento. A seguir cargando de peso la cartera para sacar cafés de la máquina…