Como consiliario de la Junta Diocesana de Semana Santa de Valencia, y ante el auge imparable de la fiesta de Halloween, justo la víspera del día de Todos los Santos, invitaría a las diversas hermandades ycofradías que se abstengan de difundir, propagar y participar en esta fiesta. Las calabazas se usan para hacer pasteles.
Cada año hemos de disparar las alarmas ante el avance de una celebración importada y que, a juicio de los responsables religiosos de las diversas asociaciones de fieles, amenaza con suplantar las tradiciones cristianas o, lo que es peor, las desvirtúa y contamina.
Como sacerdote y responsable de las diversas asociaciones de fieles invito a los responsables a promover iniciativas católicas para explicar el significado religioso de la festividad de los difuntos, el primero de noviembre, y contraponerlo a las frivolidades de Halloween.
Festejar Halloween entra dentro de lo que el Vaticano, sobre todo bajo el papa Benedicto XVI, considera uno de los ejemplos más preocupantes del secularismo y del relativismo moral. Una costumbre pagana que se infiltra y eclipsa la tradición cristiana, confundiendo valores.
Contemplar estas celebraciones, muchas veces en recintos incluso cuasi-sacros porque se realizan en lugares cargados de imágenes religiosas pasionales es una horrible rendición al creciente relativismo.
Más grave todavía es que el fenómeno se produzca en asociaciones públicas de fieles como son las hermandades y cofradías de Semana Santa –de aquí y de allá– que se dan culto a la muerte en la Cruz que da Vida, no a la muerte sin futuro, y afecta sobre todo a niños y jóvenes, y que se vea alimentado por la vorágine comercial.
Es el escenario más peligroso que pueden imaginarse los responsables de la Iglesia católica, descontentos ya por el éxito de libros como los de la serie de Harry Potter y muy preocupados de que la gente, en los países occidentales, haya dejado de practicar y satisfaga sus necesidades espirituales con pseudorreligiones como el yoga, la meditación o incluso la militancia en organizaciones humanitarias.
Estas fueron algunas de las razones que llevaron Benedicto XVI a crear un nuevo dicasterio dedicado a la reevangelización de los países de tradición católica.
Como sacerdote responsable a nivel diocesano y a nivel de una parroquia de los Poblados Marítimos, junto con mis hermanos sacerdotes, recuerdamos que la fiesta de los difuntos, con tan fuerte tradición, también familiar, en el pueblo cristiano, ha sido contaminada desde hace años por Halloween.
Invitaría y desearía que los padres y educadores, máxime si se llaman cristianos, y militantes en cofradías o hermandades, que rechacen la ilusión de que de esta fiesta importada de los Estados Unidos sea un carnaval alegre e inocuo que no deja trazas. Y que comprendan, en cambio, el riesgo que comporta secundar una fiesta que tiene como fuente inspiradora el espiritismo y el sentido de lo macabro.
Nada tiene que ver con la visión cristiana de la vida y de la muerte
Tal fiesta no tiene nada que ver con la visión cristiana de la vida y de la muerte. Y el hecho de que se celebre tan próxima a la fiesta de los santos y del sufragio por los difuntos es un riesgo, desde el punto de vista educativo, de desnaturalizar el mensaje espiritual, religioso, humano y social de estos momentos fuertes que la fe cristiana lleva
consigo”.
Además, Halloween es una fiesta impuesta por el consumismo, caracterizada por mensajes virtuales que hacen ver también como fantástico el mensaje de la Iglesia.
VLCCiudad/Redacción