Cientos de personas se llevan las flores ofrecidas a la Mare de Deu, mientras la seguridad brilla por su ausencia y el Ayuntamiento guarda silencio ante el caos.
Valencia es una ciudad que vive sus fiestas con una pasión inigualable. Las Fallas no solo son pólvora y monumentos efímeros que arden en llamas, sino también tradición, fe y sentimiento popular. Cada marzo, la Plaza de la Virgen se convierte en el epicentro de uno de los actos más emblemáticos y sentidos de las fiestas: la Ofrenda de flores a la Mare de Deu dels Desamparats, un tributo que simboliza la devoción de los valencianos a su patrona. Sin embargo, este 2025, lo que debería ser un espectáculo de fe y unidad se ha transformado en un triste escenario de caos, dejadez institucional y un cuestionable civismo ciudadano.
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El “mercadillo” de las flores: cuando la devoción se convierte en botín
Decenas, si no cientos, de personas han sido vistas recogiendo —o directamente robando— las flores que los falleros entregaron a la Virgen como muestra de respeto y amor. La estampa es dantesca: personas mayores, turistas despistados y vecinos que, bajo el argumento de que “esas flores se van a tirar”, se lanzan a por claveles y ramos sin el menor reparo, como si se tratara del remate final de un mercadillo de flores.
El problema, lejos de limitarse a unos pocos casos aislados, ha adquirido tal magnitud que varios testimonios coinciden en describir una permisividad absoluta. El vallado, que en teoría debería proteger el manto floral, aparece abierto en varios puntos, y la presencia policial es puramente testimonial. Hay agentes, sí, pero como meros espectadores. Según varios asistentes, cuando se les interpela, su respuesta es poco menos que un encogerse de hombros: “No podemos hacer nada”.
¿Qué pasa con la seguridad en la Plaza de la Virgen?
La Policía Local de Valencia parece haber adoptado un papel de mediador pasivo más que de garante del orden. No se tiene noticia de multas o sanciones por “hurtar” flores del manto, aunque el Código Penal podría interpretar la acción como una falta de respeto, si no como un hurto en toda regla. La ausencia de medidas no hace sino alimentar la sensación de impunidad y enfado entre los falleros.
“Nosotros las traemos de corazón y nos cuestan dinero”, señala Marta, fallera de la Comisión Sueca-Literato Azorín, mientras mira impotente cómo alguien mete mano a un ramo recién colocado. “Esto es un robo a la Virgen. Y lo peor es que parece que aquí nadie lo quiere parar.”
Santiago Ballester: el concejal señalado
El foco de las críticas apunta directamente al concejal Santiago Ballester, responsable de Fiestas, quien este año ha autorizado la retirada de canastillas desde el viernes, antes incluso de terminar el ciclo oficial de la Ofrenda. Esto ha generado un efecto dominó inesperado: los floristas llevan días desmontando estructuras y acumulando restos de esponjas florales y cañas en cualquier rincón de la plaza.
El Ayuntamiento de Valencia, lejos de prever este escenario, no ha dispuesto contenedores suficientes, y la basura floral se amontona a los pies de la Virgen, en una imagen lamentable que muchos vecinos consideran una falta de respeto a la propia festividad.
La falta de coordinación entre concejalías: un déjà vu de la desorganización
No es la primera vez que el equipo de gobierno municipal falla en la coordinación. Las críticas se han dirigido no solo a Ballester, sino también a Carlos Mundina, concejal de Limpieza, cuya área tampoco ha respondido con agilidad. El día 16 y 17 de marzo, la Falla Municipal de la Plaza del Ayuntamiento ya mostraba un paisaje similar: sacos, plásticos y escombros dispersos sin que nadie diera respuesta.
No fue hasta el día 18 cuando, tras varias denuncias en redes sociales, se retiraron los residuos que afeaban el corazón de la fiesta. “Valencia da pena de ver”, escribía un usuario en Twitter, acompañado de una imagen de la Falla Municipal rodeada de bolsas de basura.
Los falleros, indignados: “Esto no es la Valencia que queremos”
El malestar es palpable. Muchos falleros, que durante semanas preparan con mimo la ofrenda, sienten que su esfuerzo es ignorado. “No somos simples decoradores, esto es una devoción”, explica Juan, presidente de la comisión Na Jordana. “Pero parece que para el Ayuntamiento es un trámite más. Y para otros, un mercadillo de flores gratis.”
El manto de la Virgen, que durante años ha sido símbolo de unidad y orgullo, se convierte así en un campo de batalla donde la tradición se diluye entre el descontrol y la falta de respeto.
La Ofrenda pierde valor simbólico: ¿tradición en peligro?
Más allá de la anécdota (que no lo es), lo que se pone en juego es el valor simbólico de la Ofrenda de flores. Si la ofrenda se convierte en un acto donde al día siguiente cualquiera puede llevarse un ramo “porque total, ya no vale nada”, ¿qué queda de la devoción y el respeto? ¿Estamos banalizando una de las tradiciones más queridas de las Fallas?
Este debate no es nuevo, pero este año ha alcanzado cotas preocupantes. La falta de vigilancia, el desorden en la recogida de las estructuras y la descoordinación institucional ponen en duda la capacidad de Valencia para cuidar sus propias tradiciones.
Redes sociales al rojo vivo: “No somos un vertedero”
Las redes sociales no han tardado en reaccionar. Fotografías de los restos de flores por el suelo, de personas llevándose ramos y de los agentes de policía mirando a otro lado han inundado Twitter, Instagram y Facebook. La mayoría de los comentarios coinciden en el diagnóstico: “Valencia no se merece esta imagen”.
Algunos usuarios incluso proponen soluciones: cerrar completamente el vallado, establecer guardias rotativas de las propias comisiones falleras, o incluso multas disuasorias para quienes intenten llevarse flores. Pero, de momento, ningún responsable político ha hecho declaraciones claras al respecto.
¿Y ahora qué? La necesidad urgente de una respuesta institucional
La pregunta que muchos valencianos se hacen es sencilla: ¿por qué Santiago Ballester y su equipo permiten este descontrol? ¿Es una cuestión de falta de medios, de previsión o, directamente, de desinterés? Mientras tanto, la imagen de la Plaza de la Virgen sigue deteriorándose día tras día, y el daño a la tradición parece ya irreversible.
Sin embargo, aún hay margen de maniobra. Valencia es experta en reconstruir sus fiestas y tradiciones, incluso después de años difíciles. Pero hace falta voluntad política y compromiso ciudadano, y eso hoy parece escaso.