Hwang Dong-hyuk, creador del fenómeno global, desvela que detrás del espectáculo distópico de millones de dólares, la realidad económica es tan cruda como un juego a vida o muerte. Y sí, Hacienda aquí tampoco juega limpio.
Una temporada más, un desafío mayor
El regreso de “El juego del calamar” con su segunda temporada el pasado 26 de diciembre no solo trajo de vuelta la tensión, las pruebas mortales y los rostros enmascarados, sino también una renovada atención sobre el hombre detrás de la serie: Hwang Dong-hyuk, quien en una entrevista reciente con la BBC ha dejado claro que la realidad del creador de este fenómeno global está muy lejos de los lujos que uno imaginaría.
En palabras del propio Hwang, la primera temporada lo llevó al límite físico y emocional, hasta el punto de perder entre ocho y nueve dientes debido al estrés. Pero lo más sorprendente de sus declaraciones no es el desgaste personal, sino su confesión de que, “honestamente, no gané mucho”, a pesar de haber creado una de las series más exitosas de la historia.
¿Cómo puede alguien crear un fenómeno de 806 millones de euros y no enriquecerse?
La respuesta a esta pregunta está en los contratos. En Corea del Sur, las leyes de derechos de autor están tan anticuadas que dejan a los creadores en una posición vulnerable frente a gigantes del entretenimiento como Netflix. Según Hwang, su contrato con la plataforma le obligó a ceder los derechos de su obra, lo que significa que no vio un euro adicional de los 806 millones que la serie generó en beneficios para la compañía.
Es más, para sacar adelante el proyecto, Hwang trabajó durante 10 años, recurriendo a préstamos para mantener a su familia mientras intentaba convencer a los productores de que su idea tenía potencial. Finalmente, cuando Netflix apostó por él, lo hizo bajo condiciones que no contemplaban el éxito que estaba por venir.
Una industria que no juega limpio
El caso de Hwang no es una excepción. La industria del entretenimiento surcoreano enfrenta una crisis de derechos de autor que afecta tanto a guionistas como a actores y directores. Muchas plataformas exigen la cesión completa de los derechos como parte de sus contratos, dejando a los creadores fuera de los beneficios generados por sus obras.
Este verano, un grupo de profesionales del sector se unió para exigir al gobierno una reforma de las leyes de derechos de autor. Sin embargo, aunque las autoridades reconocieron la necesidad de cambios, señalaron que la responsabilidad recaía en la industria. Así, los problemas persisten, y muchos creadores sienten que están siendo explotados por un sistema que prioriza las ganancias corporativas sobre el talento individual.
Estrés, presión y nuevas expectativas
Si la primera temporada de “El juego del calamar” fue un desafío, la segunda ha sido, en palabras de Hwang, aún más estresante. Tras la muerte de casi todos los personajes principales, el guionista tuvo que reinventar el formato, introduciendo un nuevo reparto, pruebas actualizadas y una trama que explora los orígenes del misterioso líder de los juegos, interpretado por Lee Byung-hun.
Los fans, por su parte, han acogido con entusiasmo los nuevos capítulos, que en menos de 24 horas se convirtieron en lo más visto de Netflix. Sin embargo, Hwang admite que las expectativas de millones de espectadores son una carga difícil de manejar. “El estrés que siento ahora es mucho mayor”, confesó, añadiendo con ironía que probablemente necesitará sacarse más dientes antes de que todo termine.
¿Un precio justo por la creatividad?
La paradoja del éxito de “El juego del calamar” radica en que, mientras Netflix acumula beneficios, Hwang sigue luchando por obtener el reconocimiento económico que merece. Aunque la segunda temporada podría ser una oportunidad para corregir ese desequilibrio, el problema de fondo persiste: ¿es justo que los creadores tengan que renunciar a sus derechos en un sistema que claramente no está diseñado para protegerlos?
Reflexión: ¿es sostenible este modelo?
“El juego del calamar” es un recordatorio de que el entretenimiento globalizado tiene un coste, y no siempre es visible para los espectadores. Mientras las plataformas de streaming expanden su dominio, la pregunta que queda en el aire es si este modelo de negocio es sostenible para los creadores.
¿Deberían los guionistas y creadores recibir una mayor parte de los beneficios generados por su trabajo? O, como en el juego, ¿el sistema seguirá diseñado para que solo unos pocos lleguen al final? 🎥🦷