Valencia Noticias | Redacción.- Tiene espíritu de aventurero y podría añadirse que define de manera académica para consignar el gol. Destila brío y certezas. Roger se siente inmortal. El atacante deprende un halo de confianza mayúsculo. Sabe que sus botas son poderosas y recias y que su cabeza acompaña en esta aventura marcada por el gol. Cuerpo y alma en perfecto sincronización porque tan relevante es la condición física como mantener la psique limpia de impurezas. Y tiene un imán para atraer la esencia del fútbol.
Roger desplegó en el Estadio de La Condomina, un feudo cargado de historia y de tradición, un repertorio que se caracterizó por su extremada profundidad. Fue una versión poliédrica con remates y con apariciones de todo tipo y desde todos los costados. Roger domina el espacio y también el tiempo allí donde se cocina el gol.
Puede ser evanescente o tan letal como mortífero. Chocó de bruces con el palo en una acción que confirmó su astucia de movimientos en el interior del área rival para aparecer una milésima de segundo antes que su adversario y entrar en contacto con el esférico. Escondió el balón para conceder pausas a sus compañeros, batalló las jugadas que iluminaron el cielo de Murcia y ratificó que su imagen genera temor y una desconfianza supina sobre los defensores. Y sirva como arquetipo la génesis del primer tanto azulgrana en tierras murcianas.
Roger avanzó con autoridad rodeado de oponentes. Su zancada era enérgica. Su mirada se había transformado. La Condomina sentía el yugo opresor del gol. Su determinación fue absoluta. El ejército de piernas que salía a su paso no enturbió su pensamiento. Nada le intimidó. Paradójicamente los defensas recularon en una maniobra que podría entenderse como un suicidio colectivo.
UCAM Murcia estaba a punto de recibir la extremaunción. Roger bailó claqué con el cuero ajustado a sus botas, ejerció de prestidigitador y se proyectó hacia el costado del campo buscando el reconocimiento de los aficionados granotas desplazados a Murcia. Quizás lo trascendente del gol fue el instante y el significado. La diana mutó el devenir de un partido aristado. Hubo un encuentro hasta el minuto veinticinco y otro muy diferente en adelante que Lerma se encargó de enfriar ya en la reanudación.
No es una cuestión matemática, pero la mayoría de las dianas de Roger alteran paisajes. De ahí su calado e importancia en términos cuantitativos y cualitativos. El enfrentamiento, que se aplazó en su día por la furia de la lluvia, cruzaba estados anímicos antagónicos que la clasificación general certificaba en virtud de posicionamientos notablemente alejados. Sin embargo, esa condición no se trasladó al verde en el arranque de la cita. UCAM Murcia se comportó con dignidad y con mucho arrojo. El equipo de Francisco se expresaba con claridad a través del esférico. La consigna estaba establecida. La velocidad es un bien que el equipo universitario maneja. El desafío implicaba bloquear el medio del campo granota. Desactivada esa franja, el fin era acelerar el juego. Collantes personificaba esas virtudes, aunque quizás el verdadero enemigo del Levante fue el propio Levante.
La escuadra azulgrana coqueteó con el infierno y pudo derretirse tras dos pérdidas inexplicables en zonas peligrosas que generaron desasosiego e intranquilidad sobre el colectivo levantinista. Collantes ejercía de cacique por el costado derecho del ataque local y Vicente se desplegaba con contundencia por el perfil izquierdo. UCAM Murcia era ordenado en sus manifestaciones. Su juego era rico en matices, pero le castigó su indolencia en el interior de cada área. Vicente olió la sangre en un mal despeje azulgrana, pero a Imaz le faltó instinto para enfrentarse a Raúl. El arquero volvió a rozar la excelencia cuando se sintió cuestionado en distintas fases de la confrontación. El meta ha alzado un muro infranqueable. El partido era trabado y tupido. Muñiz se revolvía en el banquillo. Era sintomático. El Levante fue de sobresalto en sobresalto hasta que surgió en todo su esplendor Roger. El atacante lanzó una advertencia tras recibir un goloso centro de Rubén que escupió el palo. El miedo encogió a UCAM Murcia. Esa sensación se acentuó tras marcar Roger. Sus golpes son diferenciales.
El signo de la confrontación cambió de raíz. El Levante fijó una raya que la entidad católica no podía rebasar. En ese momento surgió su espíritu más pragmático para aletargar a su adversario. El Levante conoce los fundamentos para guarecerse en las distancias cortas. Hay oficio en las piernas de sus futbolistas y luminosidad para empequeñecer a sus rivales en los instantes de mayor relevancia. De repente, el fútbol propuesto por UCAM se difuminó. Sus movimientos eran mucho más pesados y ya no había transiciones vertiginosas en busca de la portería azulgrana. Muñiz optó por introducir más músculo con Lerma por Verza. El colombiano respondió con un soberbio cabezazo. Muy pocos jugadores emergen desde el suelo con semejante potencia y precisión para quebrar las leyes físicas y suspenderse indefinidamente en el aire. Lerma lo consigue. Su gol distanció casi definitivamente al Levante en el partido. Quedaba la reacción a la heroica de UCAM con Natalio y Cedric sobre el pasto, pero ya nada podía alejar a la escuadra azulgrana de la victoria.
UCAM Murcia: Biel Rivas, Tekio, Hugo Álvarez, Basha, Jona, Collantes (Nono, min 63), Morillas, Albizua, Imaz (Natalio, min 56), Juande y Vicente (Cedrick, min 63).
Levante UD: Raúl, Toño García, Róber Pier, Espinosa (Abraham, min 81), Verza (Lerma, min 56) Roger, Rubén, Morales (Jason, min 61), Postigo, Pedro López y Campaña.
Árbitro: Jorge Valdés Aller. Comité Castellano-Leonés. Amonestó con amarilla a Hugo Álvarez y a Toño.
Goles: 0-1. M. 26 Roger. 0-2. M 62. Lerma.
(Ficha técnica ofrecida por www.levanteud.com)