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A pesar de su reconocimiento como Bien de Interés Cultural, el Mercado Central de Valencia sigue sufriendo prácticas que amenazan su conservación. Analizamos las causas, las medidas del Ayuntamiento y el debate ciudadano en torno a este icónico edificio modernista.
Índice de contenidos
Introducción: un patrimonio que pide auxilio a gritos
Hablar del Mercado Central de Valencia es hablar de uno de los emblemas más poderosos de la arquitectura modernista valenciana. Inaugurado en 1928, el edificio se alza en la Plaza Ciudad de Brujas como testigo silencioso del ir y venir de generaciones de valencianos y turistas. Pero tras la belleza de sus coloridas cúpulas y su estructura metálica ornamentada se esconde una realidad menos fotogénica: el descuido y el maltrato al que, en ocasiones, se ve sometido este Bien de Interés Cultural (BIC).
Que un edificio declarado BIC sufra el embate del desinterés o la falta de control por parte de las autoridades y ciudadanos no es nuevo. Sin embargo, en pleno 2025, que la situación persista genera una pregunta inquietante: ¿estamos a tiempo de evitar que el Mercado Central pase de joya patrimonial a ejemplo de negligencia urbana?



Breve historia del Mercado Central: algo más que un sitio donde comprar naranjas
El Mercado Central de Valencia no es solo un mercado. Con más de 8.000 metros cuadrados de superficie y 1.200 puestos de venta, su estructura representa uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura del hierro y el vidrio en Europa. Su construcción fue parte del impulso modernista que marcó la primera mitad del siglo XX en Valencia, al igual que la Estación del Norte o el Mercado de Colón.
Diseñado por los arquitectos Alejandro Soler March y Francisco Guardia Vial, su concepción se basaba en la idea de un mercado cubierto, pero abierto al paisaje urbano. Por eso, cada detalle ornamental, desde sus vidrieras hasta las cerámicas policromadas, no solo tiene un fin estético, sino también funcional.
¿El problema? Que su popularidad como mercado y atractivo turístico ha llevado a un uso intensivo del espacio que, en ocasiones, no respeta la fragilidad del inmueble.
El maltrato silencioso: cuando lo cotidiano se vuelve dañino
Carteles y Publicidad: el enemigo discreto
Parece un tema menor, pero no lo es. La colocación de carteles informativos, publicitarios e incluso de anuncios privados en las rejas perimetrales del Mercado Central es práctica habitual. Y aunque pueda parecer algo inocuo, lo cierto es que estos elementos comprometen la estética del edificio y pueden llegar a deteriorar los materiales originales, como las verjas de hierro forjado, que son patrimonio protegido.
El debate está servido: ¿informar o preservar? Porque a veces parece que ambos objetivos no encuentran el equilibrio.
WC portátiles y palets: un paisaje poco digno de una postal turística
Durante festividades como las Fallas o la Semana Santa Marinera, es habitual ver cómo los accesos y alrededores del Mercado Central se llenan de elementos logísticos como palets, WC portátiles e instalaciones provisionales que distorsionan la visión del monumento. En términos prácticos, estos elementos facilitan la organización de eventos masivos, pero suponen un impacto visual y, en ocasiones, higiénico.
Aquí es donde se abre otro melón: ¿hasta qué punto las necesidades logísticas de la ciudad pueden primar sobre la preservación de sus iconos arquitectónicos?
Vallas y letras en la Llotgeta: el efecto dominó del descuido
La Llotgeta, situada junto al Mercado Central, también sufre el maltrato de los elementos externos. La colocación de vallas, paneles informativos y letras pegadas para eventos temporales en su fachada no solo le resta valor estético, sino que, indirectamente, degrada el entorno visual del Mercado Central. Y si el entorno falla, el conjunto patrimonial pierde fuerza.
Las medidas del Ayuntamiento: ¿buenas intenciones o solución insuficiente?
Protocolos de protección que llegan tarde (y a veces, mal)
El Ayuntamiento de Valencia no es ajeno a las críticas y ha desarrollado un protocolo específico para proteger el patrimonio durante las Fallas y otros eventos. En teoría, los edificios BIC como el Mercado Central deberían estar rodeados de un “área libre de ocupación” que impide la instalación de carpas, mercadillos o puestos de comida a una distancia de hasta 8 metros de sus fachadas principales.
Sin embargo, la pregunta es si estas restricciones se cumplen de manera efectiva o si, como tantos protocolos, quedan en el limbo de lo “teórico”.
Vallado protector: el caso de la Lonja de Mercaderes… ¿y el Mercado Central?
La emblemática Lonja de Mercaderes sí cuenta con un vallado específico que la protege durante festividades masivas. En el caso del Mercado Central, la medida no es tan evidente ni sistemática. Mientras algunos sostienen que su condición de mercado en funcionamiento dificulta este tipo de protecciones, otros reclaman medidas más firmes y visibles.
Refuerzo de la vigilancia: policías que no dan abasto
Durante las Fallas, la Policía Local refuerza la vigilancia en puntos críticos. Sin embargo, la amplitud del perímetro a cubrir y la cantidad de eventos simultáneos hacen que el Mercado Central quede, a veces, en una especie de “tierra de nadie”. Aquí vuelve el eterno dilema de la gestión pública: recursos limitados y prioridades múltiples.
El papel de la ciudadanía: entre la indiferencia y la indignación
No es solo una cuestión de instituciones. La ciudadanía tiene mucho que decir (y que hacer). Por un lado, muchos valencianos reclaman mayor atención y respeto por el Mercado Central. Por otro, algunos comerciantes y vecinos ven las restricciones como un obstáculo para el desarrollo económico y turístico de la zona.
El equilibrio entre protección patrimonial y dinamización económica es delicado. Pero cuando la balanza se inclina hacia el lado equivocado, los resultados son visibles… y lamentables.
Propuestas para un futuro (más) respetuoso
Más concienciación, menos papel mojado
La concienciación social es clave. Campañas educativas, visitas guiadas con enfoque patrimonial y programas escolares que incluyan el respeto al BIC del Mercado Central serían un paso adelante.
Inversión en infraestructuras que no desentonen
La colocación de WC portátiles y otros elementos podría hacerse de forma integrada y estética. Existen soluciones de diseño urbano que permitirían atender las necesidades logísticas sin invadir el paisaje patrimonial. Si en otras ciudades europeas es posible, ¿por qué no en Valencia?
Colaboración interadministrativa que vaya más allá de la foto
Coordinar al Ayuntamiento, la Generalitat, el Gobierno central y las entidades ciudadanas no es sencillo. Pero sin ese trabajo en común, el Mercado Central corre el riesgo de seguir siendo un espacio protegido “de palabra”, pero no de hecho.
Otros edificios históricos que sufren el mismo abandono
El Mercado Central no está solo en esta historia. La Lonja, el Mercado de Colón, las Torres de Serranos y las Torres de Quart también se enfrentan a problemas similares. Vandalismo, cartelería inadecuada y mala gestión de eventos masivos ponen en jaque la conservación del patrimonio de Valencia.
Conclusión: ¿hay esperanza para el Mercado Central?
El Mercado Central de Valencia es mucho más que un punto de venta de frutas y verduras. Es el corazón palpitante de una ciudad que, en ocasiones, parece olvidar que su patrimonio no es solo una atracción turística, sino un legado que merece ser respetado y preservado.
La protección de este Bien de Interés Cultural pasa por un compromiso real, no solo del Ayuntamiento, sino de toda la sociedad. Porque al final, ¿quién quiere ser recordado como la generación que dejó caer sus monumentos por no saber cuidarlos?