Valencia Noticias | Redacción.- No hay casi ninguna persona que no tenga ilusiones de control sobre la casualidad. Nuestro cerebro se ha especializado a lo largo de miles de años en buscar las relaciones causales entre los estímulos, los sucesos y sus consecuencias como mecanismos adaptativos para subsistir: por ejemplo, “está nublado, luego va a llover”, o si caminamos por la montaña y algo se mueve “vigilar no sea una serpiente”. Hacemos inferencias sobre nuestro entorno para predecir y controlar posibles dificultades, ya que nuestro mundo está rodeado de fenómenos complejos y consecuencias muchas veces imprevisibles.

Llegamos a crear conductas y rituales, como dar vueltas, tocar madera u otro objeto para que gane nuestro equipo preferido o para que nos toque el premio en la máquina de azar. También creemos en talismanes: ese objeto que llevamos encima para aprobar el examen, para vender más, para encontrar el amor de nuestra vida.
Muchas veces la superstición está apoyada en lo que alguien de confianza nos ha asegurado o en una creencia propia, como por ejemplo creer saber que alguien nos mira por detrás al caminar por la calle. Son sesgos o creencias irracionales que alguna vez han coincidido y se ha cumplido, por lo que las guardamos en nuestro cerebro como un hecho predecible. Acertar es reforzante, crea un vínculo estrecho del suceso dado por azar y el resultado favorable, nos da seguridad y certeza de que ha ocurrido. Por tanto, predecimos que se repetirá: esa creencia o ese ritual creará el sesgo (que controlamos tal suceso), lo que que nos dará tranquilidad.
Las supersticiones pueden favorecer patologías obsesivas compulsivas en personas ansiosas o inseguras, gente que delante de un hecho al azar que creen negativo, buscan certezas para demostrar que eso va a suceder realmente. Que se cruce un gato negro, pasar por debajo de un escalera… son supersticiones que nos volverán más inseguros y con más miedos.
Así, esas personas que buscan seguridad y control para evitar sus desgracias acabarán obsesionándose y generando mayores miedos, angustias y manías. Pueden crear conductas adictivas para ganar dinero, ilusión o emociones positivas que se venden en esos juegos de azar, como el caso del ludópata: adicción a las máquinas tragaperras, juegos de cartas, primitiva, quiniela, loterías en las que muchas personas gastan su dinero y acaban con sus relaciones personales y su salud psíquica al volverse patológicas.
Las supersticiones han sido útiles en la evolución de nuestra especie. Muchas veces están basadas en la imaginación, en las esperanzas de un mundo mejor y ejercen su función social aglutinadora, como los juegos de azar o la prevención de desgracias. O como muchas religiones que pueden generar ilusión, motivación y creencia en un mundo mejor, en un paraíso salvador, por lo que pueden ser en cierta forma social y personalmente útiles en algunos momentos de la vida.
El problema llega cuando esas creencias o esos rituales interfieren con la normalidad y generan miedos, ansiedad o inseguridad. Obsesionarse con el control de enfermedades o de accidentes, engancharse a un juego o imaginar un entorno lleno de espíritus o marcianos facilitadores de ilusiones delirantes. En esos casos hay que erradicar esas creencias, rituales, miedos, ansiedad u obsesiones. Para ello hay que trabajar esos pensamientos irracionales mediante un debate racional y técnicas de control de la ansiedad. Es necesario afrontar esas manías en vez de evitar esos miedos o temores. Deben superarse para comprobar que no son ciertas y que están apoyadas en errores de falsos sesgos o percepción.
Buscamos seguridad pero lo que nos producen las supersticiones muchas veces son mayores inseguridades y miedos. Tendremos que valorar si esas supersticiones son inocuas, crean cierta ilusión para seguir viviendo el día a día o, como muchas veces puede pasar, son perjudiciales en último término para nosotros.
Por D. Ferrán Martínez Gómez, miembro de Saluspot y especialista en psicología clínica en Capsel Psicología.