Carles-Andreu Fernández Piñero
Economista
Es muy habitual que cualquiera, en su profesión, tenga un modelo al que seguir, una estrella que imitar por su éxito profesional. Cuando yo estaba estudiando Ciencias Empresariales en la universidad, el mío y el de muchos compañeros era Mario Conde: un señor que era presidente de un gran banco español (el Banesto), muy inteligente y por supuesto bien peinado. Pero llegó 1993, intervinieron la entidad porque tenía un “agujerito” de 450.000 millones de pesetas (unos 2.700 millones de euros) y lo metieron veinte años en la cárcel, con lo que se nos cayó el mito por los suelos. Eso sí, para los que usaban gomina seguía siendo un modelo, aunque de peinado.
Sin Mario Conde en el escenario económico y empresarial, con el paso de los años surgió otro supereconomista que destacó en España: Rodrigo Rato. Ministro de Economía y Hacienda con Aznar, casi candidato a la presidencia del gobierno por el PP y vicepresidente del gobierno, era muy bien considerado en el terreno económico e incluso se le llamaba “el gran artífice del milagro español” por la bonanza que vivió el país durante su tiempo como ministro. Incluso llegó a un puesto de gran calibre de ámbito internacional, director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), donde no terminó el mandato por “razones personales”. Aquí el modelo que era Rato empezó ya a torcerse, ya que mientras ocupaba ese cargo (entre 2004 y 2007) el organismo parecía vivir en los mundos de Yupi, pues no supo vaticinar la llegada de la gran crisis que vino poco después y que aún estamos sufriendo. No obstante, a su favor también se reconoce que los problemas internos del FMI que provocaron esa falta de previsión venían de tiempo atrás.
Pero aún se puso más fea la cosa cuando entró en la presidencia de Caja Madrid en 2010 y posteriormente de Bankia. El uso de tarjetas “black” en la primera, cuando la entidad estaba pelada financieramente, y una sospechosa salida en bolsa de la segunda que perjudicó a los pequeños accionistas y que se ha calificado como supuesta estafa. La puntilla para enterrarlo como ejemplo de economista y empresario ha sido su detención anoche (aunque luego se le puso en libertad) por sospechas de fraude fiscal, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales.
Está claro que estas dos “figuras” del mundo económico no son dignas de admiración precisamente, salvo que se sea un “capo” de la Cosa Nostra. Es indudable que tanto Mario Conde como Rodrigo Rato tienen grandes conocimientos de la ciencia económica y de derecho, lo que sí es envidiable para los que estamos vinculados a este sector. Ahora bien, la forma de utilizar el poder de esa sabiduría es otra historia. En ambos casos, la sed de poder y la avaricia les hizo que se pasaran al “lado oscuro” y eligieran el beneficio propio conseguido con malas artes, en lugar del bien general. En definitiva, que los economistas tendremos que buscar otros modelos en el futuro, y si es posible mejores, cosa que tampoco es ajena a otras profesiones: lo mismo le pasaría a los arquitectos con Calatrava.