El Péndulo | Ana Galarza.-La inquietud, el ruido y la curiosidad desaparecen para dejar paso a la sorpresa cuando, por fin, la actriz Laia Sorribes consigue limpiar “la taca de la pared blanca”, según nos dice. La magia, lograda a través de magníficos juegos de luz, atrapa a los más pequeños que vuelcan toda su atención en el punto con el que juega la protagonista, Laia.
Pronto, el actor Joaquin Colladoentra en escena para despertar la curiosidad de la joven que, ante la falta de respuestas por parte de su compañero de juegos, decide abandonarse y comenzar a disfrutar junto a él.
El “puntet” de la protagonista se convierte en una pelota de colores y más tarde en una cuerda. La acción se acelera, la luz se va volviendo más tenue y la pared blanca en la que destacan los actores oscurece hasta volverse negra. Los colores brillan y, cuando los actores atraviesan la pared, sus movimientos y todas las formas geométricas compaginan a la perfección. Juegan con la pelota de ficción como si de un cuerpo sólido se tratase. El ritmo y la simetría con la que se coordinan los protagonistas y los efectos músicos y sonoros hacen que estos últimos se conviertan en un personaje más.
Laia no abandona su voluntad de obtener respuestas y cambia la estrategia. Comienza a disparar ideas: “es una pared blanca i jo la cuide”, nos dice. El joven, mudo, sólo le ayuda a descubrir algo de él cuando Laia se duerme; logra entrar en su cabeza para conocer la mochila, la ballena, el patín o el reloj que atormentan a Laia y, de la misma forma que obtiene esta información, introduce otra en su cabeza; su nombre, DOT.
La facilidad que tienen los más pequeños para descubrir el mundo y socializarse con él queda representada a lo largo del espectáculo pues, Dot y Laia se enfrentan a las diferentes situaciones a las que les conduce la luz del mismo modo que los humanos nos enfrentamos al mundo. La sociedad que les observa, el vacío provocado por el eco, la tela de araña que nos conecta a todos y la infinidad del universo que nos recuerda lo diminutos que somos.
Laia también conoce los diferentes estados de ánimo de su colega gracias a los efectos audiovisuales. Una perfecta coordinación de luz e interpretación de los actores es la que hace que el público pueda saber si Dot está contento, triste o enfadado. La tristeza de ambos desaparece cuando el joven decide compartir con ella su luz la cual Laia decide añadir a su pared como cuando los humanos añadimos experiencias a nuestra propia existencia.
Un gran trabajo del director Juan Pablo Mendiolaque, junto al resto de su equipo, llena el escenario durante una hora en la que los más pequeños no salen de su asombro.