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Caos, colas y caras largas: así fue el estreno estelar (y estresante) del nuevo centro de salud Campanar II
Subtítulo: El ambicioso proyecto sanitario que prometía modernizar la atención médica en Valencia comienza con desorganización, fallos informáticos y pacientes al borde del colapso emocional.
Un comienzo menos que ideal: expectativas y realidad chocan de frente
Ah, Valencia. Tierra de sol, de paellas con (o sin) garrofó y, ahora también, de inauguraciones sanitarias que rozan la tragicomedia. El nuevo centro de salud Campanar II, flamantemente instalado en el antiguo recinto de La Fe, abría sus puertas este lunes con la promesa de aliviar la presión asistencial de la zona. Pero lo que debía ser un ejemplo de eficiencia sanitaria y avance público, terminó pareciéndose más al estreno de una atracción mal planificada en pleno verano: colas interminables, usuarios desesperados y un caos generalizado que dejó claro que, si de salud hablamos, el estrés también es parte del pack.
La idea era buena. Modernizar, centralizar, optimizar. Pero, como suele ocurrir en esta comunidad tan dada a las inauguraciones con cinta y aplauso fácil, los detalles prácticos se dejaron para después… y así nos fue.
Colas bajo el sol y frustración colectiva: un lunes para olvidar
Desde primeras horas de la mañana, las imágenes eran claras y repetitivas: una fila de pacientes —algunos de edad avanzada, otros con niños, otros simplemente con cara de no creerse lo que estaban viviendo— que se extendía por la acera del recinto. ¿El objetivo? Acceder al interior del centro, pedir una cita o hacer alguna gestión básica que, en teoría, debía estar digitalizada.
Pero claro, teoría y práctica en este caso se saludaron desde lejos. Porque el sistema informático del nuevo ambulatorio, en una jugada digna de los mejores guiones de comedia negra, decidió que el primer día no era el adecuado para funcionar. La página web colapsó, los accesos telemáticos fallaron y el personal —visiblemente sobrepasado— tuvo que improvisar una atención “analógica” en pleno 2025.
El factor humano: personal entregado, pero claramente insuficiente
No todo fue mala gestión. El personal sanitario y administrativo del Campanar II, pese al caos, mantuvo la compostura y el compromiso. Médicos, enfermeros, auxiliares y recepcionistas hicieron lo que pudieron —y un poco más— para intentar contener una avalancha de pacientes que no sabía muy bien si estaba en un centro de salud o en un concierto de reguetón gratuito.
El problema no era el “quién”, sino el “cuánto”. Faltaban manos, faltaban medios y faltaba previsión. Porque si sabes que vas a abrir un nuevo centro con un área de cobertura enorme, ¿no se te ocurre que igual la gente va a ir? ¿De verdad nadie pensó en hacer una apertura progresiva o, al menos, reforzar la plantilla temporalmente? Spoiler: no, nadie lo pensó.
La web que no webea: digitalización con aroma a 2005
Uno de los puntos más llamativos —y tristes— fue el fallo estrepitoso del sistema informático. En plena era de la digitalización sanitaria, donde se nos insiste en usar apps, portales y certificados digitales hasta para pedir una tirita, resulta que el flamante Campanar II no tenía su infraestructura digital en condiciones.
Los usuarios intentaban pedir cita online y se encontraban con mensajes de error, páginas en blanco o directamente un bonito “servidor no disponible”. La indignación no tardó en crecer, y las redes sociales hicieron su trabajo: memes, quejas y vídeos virales con señoras indignadas en la puerta se propagaron más rápido que la gripe en enero.
El contexto: una necesidad real mal gestionada
No nos engañemos. La apertura de Campanar II era —y es— necesaria. Las zonas sanitarias de Valencia arrastran años de sobrecarga, citas con demora, profesionales agotados y centros antiguos con goteras emocionales y reales. Esta nueva instalación, en teoría, debía aliviar presión sobre los centros de Campanar, Benicalap y otros colindantes. Pero como siempre, lo importante no es solo abrir, sino abrir bien.
La Conselleria de Sanidad, por su parte, se limitó a emitir un comunicado breve y tibio, asegurando que “los incidentes detectados durante la primera jornada están siendo corregidos” y que “la ciudadanía irá notando progresivamente la mejora en la atención”. Bueno, ojalá.
¿Y ahora qué? La gran pregunta que nadie contesta
La gran duda es: ¿cuándo va a normalizarse la situación? Porque mientras la inauguración ha sido tratada como un “evento de avance”, lo que ha recibido la ciudadanía ha sido más bien una bofetada organizativa. ¿Se reforzará el personal? ¿Se arreglará el sistema informático antes de que lleguen los calores de mayo? ¿Se hará algo más que cruzar los dedos?
Por ahora, las respuestas no están claras. Lo único evidente es que muchos pacientes volverán a sus antiguos centros —sí, esos que se intentaba descongestionar— buscando una atención que en el Campanar II, por ahora, no está garantizada.
Lo que viene: retos, ajustes y mucha paciencia
En las próximas semanas, el nuevo centro tendrá que enfrentarse a su propia curva de aprendizaje. Desde mejorar los protocolos de atención, hasta solucionar los problemas de infraestructura digital, pasando por una necesaria campaña de información clara y directa para los vecinos. Porque lo que ha quedado clarísimo es que nadie sabía muy bien qué hacer, cómo pedir cita o si el médico de siempre seguiría estando allí o no.
Y como siempre, los que pagan el pato son los mismos: los pacientes. Porque mientras las administraciones se echan flores por cada paso que dan, los ciudadanos siguen haciendo colas, soportando retrasos y viviendo con incertidumbre.