Índice de contenidos
La clase media valenciana resiste, pero casi 800.000 trabajadores sienten que su nivel de vida peligra

Un runrún social frente a una estadística estable
En la Comunitat Valenciana se ha instalado una idea que se repite cada vez con más frecuencia: la clase media se está estrechando. La dificultad para llegar a fin de mes, el miedo a no poder asumir una hipoteca o un alquiler elevados y el encarecimiento de la cesta de la compra alimentan la sensación de que muchos hogares viven sobre una especie de trapecio sin red.

Sin embargo, cuando se miran los datos con lupa, la fotografía es menos catastrófica. Según los parámetros de la OCDE, que considera clase media a quienes ingresan entre el 75% y el 200% del salario medio, en torno al 60% de los asalariados de la Comunitat Valenciana sigue encajando en este estrato social, una proporción muy similar a la de hace dos décadas.

Casi 800.000 asalariados en la franja más frágil
La estabilidad estadística no oculta, no obstante, un elemento inquietante. Dentro de esa gran clase media hay un bloque de aproximadamente 800.000 trabajadores que se sitúa en la parte más vulnerable: la clase media-baja y la media-media, es decir, quienes tienen ingresos suficientes para no considerarse pobres pero que pueden ver su nivel de vida comprometido ante nuevas subidas de precios.
Para este grupo, cualquier tensión en el mercado de la vivienda o en la cesta de la compra se traduce en decisiones forzadas: renunciar a vacaciones, aplazar la compra de un coche, recortar ocio o posponer proyectos vitales como independizarse o tener hijos.
Ingresos, precios y una sensación de pérdida difícil de medir
Uno de los elementos que más alimenta el malestar es la percepción de que los precios suben mucho más rápido que los sueldos. La sucesión de crisis —desde la financiera hasta la inflacionaria tras la pandemia y la guerra en Ucrania— ha dejado la impresión de que el esfuerzo salarial ya no rinde como antes.
No obstante, las series del Instituto Nacional de Estadística muestran una evolución algo más equilibrada. Desde comienzos de siglo, los salarios y el Índice de Precios de Consumo (IPC) han avanzado a ritmos relativamente parecidos, con diferencias moderadas a largo plazo. El poder adquisitivo medio no se ha desplomado, pero sí ha sufrido sacudidas que han generado inseguridad.
La vivienda, el gran punto de ruptura emocional
Si hay un factor que simboliza la fragilidad de la clase media valenciana es la vivienda. Durante años, formar parte de este estrato social implicaba poder aspirar a un piso en propiedad, contar con un coche, ver a los hijos estudiar y disfrutar de unas vacaciones al año. Hoy, para muchos jóvenes y familias, el primer peldaño de esa escalera —un hogar estable— resulta inalcanzable sin ayudas o sin herencias.
Los precios de compra y alquiler en las principales ciudades y áreas metropolitanas están en máximos, y cada vez más hogares deben destinar una parte muy elevada de sus ingresos al pago del techo. La idea de que «la vivienda ya no es para todos» se ha convertido en el principal detonante del discurso sobre la supuesta desaparición de la clase media.
Desigualdad y pobreza: leve mejora en los indicadores
Pese al pesimismo generalizado, los indicadores de desigualdad no avalan un hundimiento de las condiciones de vida. El coeficiente de Gini, que mide cómo se reparte la renta, ha registrado en la Comunitat Valenciana una leve mejora en la última década, y la tasa de población en riesgo de pobreza o exclusión social (AROPE) se ha reducido algunos puntos respecto a 2015.
Estos datos apuntan a un escenario complejo, pero no al colapso: la desigualdad sigue siendo relevante, pero no se ha disparado, y el grupo de personas en situación más vulnerable es ligeramente menor que hace diez años.
La clase a la que se sienten pertenecer los valencianos
La otra cara de la moneda la ofrecen las encuestas de autopercepción. En los barómetros de opinión, aproximadamente la mitad de la población española sigue identificándose como clase media, aunque con matices: crece el peso de quienes se definen como clase media-baja o trabajadora y aumenta también el porcentaje de quienes se consideran clase baja o en situación precaria.
Esta brecha entre los datos y lo que la gente siente ayuda a entender el malestar: aunque la estadística diga que la clase media resiste, una parte muy importante de ese grupo vive con la sensación de estar permanentemente al borde del descenso.
Un equilibrio inestable pendiente de la vivienda y la cesta de la compra
Por ahora, la desaparición de la clase media valenciana es más un runrún que una realidad avalada por los indicadores. Pero eso no significa que el problema sea imaginario. La tensión en el mercado de la vivienda, el encarecimiento de los alimentos y la incertidumbre laboral han deteriorado la confianza de cientos de miles de hogares.
La cuestión no es solo cuántas personas encajan hoy en la definición técnica de clase media, sino cuántas sienten que su proyecto de vida es sólido. Y ahí es donde casi 800.000 trabajadores viven con la sensación de que cualquier nueva crisis puede empujarles un peldaño más abajo en la escala social.
Etiquetas: