25 de marzo de 2025
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La clóchina valenciana abre la temporada 2025 con adelanto histórico: sabor a mar y cambio climático

El inicio prematuro de la campaña de la clóchina valenciana en 2025, adelantado por el calentamiento de las aguas del Mediterráneo, pone de relieve los efectos del cambio climático en la acuicultura local. A pesar de los desafíos, los productores afrontan la temporada con optimismo, apostando por la tradición, la innovación y el turismo gastronómico.


Un mar más cálido y una tradición centenaria: la clóchina valenciana se adelanta

Este 25 de marzo, el Puerto de Valencia ha sido testigo de un acontecimiento inusual: el inicio de la campaña 2025 de la clóchina valenciana, un mes antes de lo habitual. Este molusco, considerado una joya de la gastronomía mediterránea, ha comenzado a recolectarse mucho antes debido al aumento de la temperatura del mar, una consecuencia directa del cambio climático que está reconfigurando los ciclos productivos de la acuicultura local.

“El mar está cambiando, y con él nuestras costumbres”, comenta José Luis Peiró, presidente de la Agrupación de Clochineros del Puerto de Valencia. “Lo que antes veíamos como imposible, ahora es una realidad: estamos cosechando clóchinas en marzo”.

El adelanto de la temporada no solo ha sorprendido a los productores, sino que también ha generado entusiasmo entre los consumidores, quienes ya pueden disfrutar de este manjar en restaurantes y mercados. La previsión para este año es alcanzar una producción cercana a las mil toneladas, lo que augura una campaña intensa.


Bateas en la bocana y turistas a bordo: así arranca la campaña

La inauguración de la temporada no fue un acto cualquiera. Desde una embarcación de la empresa Boramar, anclada junto a las bateas en la bocana de la Marina Port Valencia, autoridades, medios y curiosos pudieron presenciar en directo la recolección de las primeras clóchinas del año.

“Es como un museo flotante del Mediterráneo”, afirma Fran Gómez, director de Boramar, mientras explica la nueva iniciativa turística que han lanzado: rutas en barco para conocer el proceso de cultivo y degustar clóchinas frescas a bordo. “Queremos que la gente entienda el valor de este producto, su historia y el esfuerzo detrás”.

Los visitantes, copa de vino en mano, degustaban clóchinas recién cocidas al vapor, con la clásica preparación valenciana: aceite de oliva, limón y laurel. El sabor, intenso y marino, arrancaba sonrisas. Algunos incluso repetían.


El cambio climático llega al plato

La alteración del calendario de la clóchina valenciana es solo una de las muchas señales del cambio climático en el Mediterráneo. Las aguas más cálidas han acelerado el ciclo de maduración del molusco, obligando a los clochineros a adaptarse.

“Este año hemos tenido que reorganizar todo el calendario de trabajo”, explica Carmen Balaguer, responsable de una de las veinte bateas activas en el Puerto. “Las clóchinas estaban listas antes, y si no actuábamos rápido, se pasaban de punto”.

Este fenómeno, aunque presenta retos, también puede abrir nuevas oportunidades. Una temporada más larga podría permitir una mejor planificación de la producción y distribución, siempre que se mantenga la calidad. Sin embargo, los expertos advierten que estos cambios no son siempre sostenibles a largo plazo y que el ecosistema podría verse afectado.


Un producto limitado, con alma y sabor

La clóchina valenciana no es solo un marisco: es una parte de la identidad local. Se diferencia claramente del mejillón gallego o del Delta del Ebro por su sabor más intenso, textura firme y producción reducida. Solo se cultiva en el puerto de Valencia, en un entorno privilegiado donde la temperatura, el oxígeno y los nutrientes crean las condiciones ideales para su desarrollo.

“Su sabor lo da el agua del puerto”, dice con orgullo Salvador Ortega, clochinero del Cabañal. “Aquí tenemos el secreto del Mediterráneo”.

Este molusco, que solo se recolecta durante los “meses sin R” (de mayo a agosto, aunque este año se ha adelantado), es muy valorado por su escasez y calidad. Su consumo es todo un rito en barrios como el Grau o el Cabañal, donde las pescaderías locales y restaurantes compiten por ofrecer el mejor lote.


Cómo se cultiva la clóchina: del mar a la mesa

El proceso de cultivo es casi artesanal. Las semillas se adhieren a cuerdas mediante malla de algodón biodegradable, que se desintegra con el tiempo y permite que el molusco libere su viso —un filamento natural que lo fija a la cuerda. Tras su desarrollo, las clóchinas se trasladan a depuradoras donde se purifican con agua de mar limpia, filtrando de forma natural cualquier carga microbiana.

En cada batea, que flota tranquilamente sobre las aguas del puerto, se pueden criar entre 50.000 y 70.000 clóchinas. La producción es cuidada al detalle, con revisiones constantes para garantizar el tamaño, calidad y sanidad del producto.

“Es como cuidar un jardín submarino”, comenta Carmen, mientras nos muestra cómo inspeccionan manualmente las cuerdas colgantes.


Salud y sabor: un superalimento con denominación local

Además de su delicioso sabor, la clóchina es un alimento saludable. Rica en proteínas, omega 3, hierro, calcio, zinc y vitamina B12, es ideal para dietas equilibradas e incluso para personas con anemia. Su bajo contenido en grasa y alto valor nutricional la convierte en un superalimento mediterráneo.

Una curiosidad que encanta a los visitantes: el color de la carne permite distinguir el sexo del molusco. Más clara en los machos, más anaranjada en las hembras. Un detalle más que refuerza la singularidad de este marisco valenciano.


Orgullo del Cabañal y más allá: la clóchina como símbolo cultural

En el barrio del Cabañal, la clóchina va más allá de la gastronomía. Es un símbolo de identidad y resistencia cultural. La Asociación de Clochineros del Puerto de Valencia, con sede en este barrio marinero, ha impulsado campañas de promoción, talleres escolares y jornadas gastronómicas para dar a conocer este tesoro local.

“Queremos que las nuevas generaciones valoren este oficio”, afirma Teresa Ríos, profesora de Primaria que lleva a sus alumnos cada año a las bateas. “No es solo comer clóchinas, es entender de dónde vienen”.


Turismo, sostenibilidad y tradición: el futuro de la clóchina

La inclusión de rutas turísticas como las que ofrece Boramar marca un antes y un después en la divulgación de la cultura clochinera. Estos “museos del mar” flotantes son una oportunidad para mostrar a valencianos y turistas la riqueza del patrimonio marítimo de la ciudad.

A nivel medioambiental, los productores están empezando a explorar nuevas formas de adaptación, como sistemas de monitoreo de temperatura o diversificación de cultivos marinos. “La sostenibilidad es clave si queremos que la clóchina siga siendo parte de Valencia”, afirma José Luis Peiró.


Reflexión final: ¿será esta la nueva normalidad?

El inicio temprano de la campaña 2025 de la clóchina valenciana plantea preguntas importantes sobre el impacto del cambio climático en nuestras tradiciones. Aunque la producción de este año se espera abundante y de calidad, no deja de ser una señal de alerta para el sector.

Las clóchinas seguirán deleitando paladares, pero quizá en un calendario distinto. Lo importante será mantener la esencia, la calidad y el vínculo con el mar que las hace únicas.

¿Y tú, ya has probado las primeras clóchinas de la temporada? Cuéntanos en redes cuál es tu receta favorita o dónde te gusta más comerlas.

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