Tras la reedición de ‘El secreto de Monna Lisa’ (2004), la escritora e investigadora afincada enValencia,Dolores García publica ahora un ensayo, ‘La cara oculta de Da Vinci’, en el que describe, explica y documenta el autorretrato del artista que, según García, esconde la Gioconda y con el que dio tras años de investigación y análisis de la personalidad y obra del genio florentino.
“Con la información que había reunido deduje el modo y el lugar del retrato que Da Vinci hubiera elegido para reposar eternamente en su obra más preciada: junto a la figura principal y “camuflado” para pasar inadvertido y sólo ser visto por quienes hubieran leído sus enseñanzas”, asegura la investigadora melillense. Cristina Bea nos acerca a la figura de la investigadora y a su reciente obra en una entrevista.
¿Cómo describes la figura que según tus investigaciones da forma al retrato de Da Vinci en la Monna Lisa?
El autorretrato que Da Vinci parece haber dejado en la Monna Lisa consiste en el rostro de un hombre tumbado, con larga melena, abundante barba y bigote, en posición de cúbito supino ligeramente ladeado hacia el espectador y que dirige la mirada hacia la figura principal del cuadro. Este rostro está conformado por el relieve y el perfil de las montañas que se encuentran a la altura del hombro izquierdo de la figura principal, desde el punto de vista del observador. Queda confundido con ese mismo relieve.
Nos da la clave para descubrirlo el detalle de la nariz, en color más claro, y el prognatismo de la ceja superior bajo la que se observa la cuenca oscura de los ojos. Es un autorretrato discreto, nada narcisista. Se diría que no busca ser visto, sino encontrado. En cualquier caso, nunca podremos saber si lo hizo de forma consciente y voluntaria, pero ahí está y concuerda fielmente con su personalidad, filosofía y por lo mucho que significaba este retrato para él: el máximo logro pictórico, una imagen en relieve. Además, coincide plenamente con su apariencia y fisonomía en la época en que confeccionó el retrato.
¿Cómo y cuándo descubres el autorretrato de Da Vinci?
El hallazgo del autorretrato de Da Vinci vino como consecuencia de la labor de documentación previa a confeccionar mi novela ‘El secreto de Monna Lisa’. La novela se publicó en 2004 pero el descubrimiento ocurrió en el año 1999. A lo largo de la investigación me quedó meridianamente claro que el valor del retrato para Da Vinci era incalculable y fue por eso por lo que se negó a entregarlo hasta después de su muerte. Resultaba patente que ese cuadro contenía “algo” muy especial. Comprendí que Leonardo había aplicado en él todos los conocimientos que había acumulado en pintura, óptica, perspectiva, fisiología del ojo, reflexión y refracción de la luz y anatomía. El resultado era extraordinario: había conseguido crear una imagen “en relieve”, tal y como él mismo lo expresa en sus escritos. La Monna Lisa es su gran legado. Conociendo la personalidad de Da Vinci llegué a la conclusión de que no se desprendería de su gran logro ni siquiera al morir, que desearía permanecer con él de alguna manera, lo que me llevó a pensar que se representaría a sí mismo en él. Y así ha sido.
¿Y cómo llegas a dar con la ubicación exacta de esa imagen?
A medida que iba avanzando en el conocimiento de la personalidad de Leonardo y leía sus notas, escritos y, muy especialmente, su ‘Tratado de la Pintura’ fui comprendiendo que determinados detalles del retrato no concordaban con sus enseñanzas, y eso me dio parte de las claves. Por otro lado, tuve en cuenta su personalidad y carácter, su gusto por los acertijos, la influencia decisiva del platonismo en su mentalidad y su forma de ver el mundo como una mente universal en la que todo está conectado, su temor a la muerte y al olvido y también la facultad que él otorgaba a la pintura de mantener viva la belleza y la existencia más allá de la muerte. Con la información que había reunido, deduje el modo y el lugar del retrato que Da Vinci hubiera elegido para reposar eternamente en su obra más preciada: junto a la figura principal y “camuflado” para pasar inadvertido y sólo ser visto por quienes hubieren leído sus enseñanzas.
¿Cómo defines este rostro casi póstumo del artista florentino?
Es mucho más que un mero autorretrato. Esta imagen no sólo nos transmite su fisonomía, que ya fue recogida por sus discípulos y por él mismo, sino lo que es más importante, nos transmite cómo era su persona. El autorretrato de Leonardo no sólo cumple una misión de trascendencia personal del pintor, sino que trata de conducir al contemplador hacia su mayor logro y verdadero objeto del retrato: la figura principal que puede ser vista en relieve, pero sólo si se está preparado para ello, ya que únicamente se puede llegar hasta esta imagen aplicando sus enseñanzas y conociendo aspectos muy personales de Leonardo: su profunda vocación docente y su exquisito sentido de la espiritualidad. Sólo se puede llegar a Leonardo a través de Leonardo.
Su gran reserva y timidez explica que no hiciera público su logro. Difícilmente hubiera sido entendido por sus coetáneos, y menos aún por sus rivales. El retrato de Lisa Gherardini viene a ser como una pieza musical que su compositor sólo interpreta en la más estricta intimidad, ya que no desea que sea escuchada por quien no entienda de música.
¿Eres consciente de que se trata de una revelación inédita hasta la fecha?
Sí, así es. En su momento lo consulté y contrasté con profesores de Historia del Arte de la Universidad de Valencia y con expertos del Museo del Prado. Me costaba creer que nadie hubiera dado con esta imagen. Todos me confirmaron que no se había conocido antes. Todas estas investigaciones y mis hipótesis sobre las claves para entender y contemplar el retrato de Lisa Gherardini y el autorretrato de Leonardo las he recogido en un ensayo titulado ‘La cara oculta de Da Vinci. Las claves de la Monna Lisa’, con los argumentos que las sostienen: las propias palabras de Da Vinci.
¿Qué supone para ti este descubrimiento?
La satisfacción de poder aportar una nueva visión a la interpretación del verdadero sentido y significado del retrato de la Monna Lisa, tanto para los que lo contemplamos como lo que supuso para el propio Da Vinci. Es su legado más completo y exquisito.
¿Qué te lleva a hacer pública ahora esta teoría? ¿Por qué ahora y no en 1999?
En realidad ya aparece en mi novela, ‘El secreto de Monna Lisa’, publicada desde 2004, forma parte de ella dando respuesta a uno de los muchos enigmas en torno a Leonardo que esta novela trata de resolver coherentemente. Pero al estar este hallazgo en la novela envuelto en la bruma de la ficción, he decidido apartarlo, desarrollarlo debidamente y mostrar el contenido de las investigaciones que inicié en 1999 y que me llevaron hasta la hipótesis de la existencia de este pequeño autorretrato, así como de la tridimensionalidad de la Monna Lisa, lo que parecen confirmar las propias palabras de Da Vinci en su ‘Tratado de la Pintura’. Los escritos de Da Vinci y su carácter nos llevan a pensar que quiso permanecer “inalterable” con un autorretrato en su obra más querida, pero no debemos perder de vista que, aunque sea una teoría a la que llegamos tras años de investigación, siempre nos quedará la duda de si se trata de un autorretrato y si fue un acto consciente y voluntario, aunque todo parece indicar que sí.
Hace unos días aparecía otra información sobre un autorretrato de Leonardo. ¿Era proclive el artista a dejar su imagen en su obra? ¿A qué se debe este afán?
No era muy dado a autorretratarse ni a dejarse retratar. Tan sólo se conoce que se autorretratara de joven en el boceto de “Los tres Reyes Magos” en una esquina y como un personaje más, aunque no está totalmente confirmado. Apenas existen unas pocas imágenes de su rostro, hechas por alumnos suyos la mayoría. El único autorretrato cierto que se conoce es el que se conserva en Turín, ya siendo muy anciano. También dejó algún apunte de su rostro en sus escritos. Pero no debemos perder de vista que cada dibujo de Leonardo responde a una reflexión, en el caso de un autorretrato, sobre sí mismo. Curiosamente, pese a ser un hombre hermoso nunca hizo gala de narcisismo alguno y no tuvo ningún interés en dejar constancia de su físico privilegiado. Las referencias en este sentido siempre llegan a través de quienes le conocieron.
Leonardo siempre es noticia porque abarcó todos los conocimientos humanos y abrió caminos inéditos; tratemos el tema que sea, él ya lo había investigado. Es, además, un ejemplo de superación y de búsqueda del saber sin caer en la vanidad. Da Vinci fue el primer científico, pero miraba el mundo con ojos de poeta. Por eso, cuando nos acercamos a Leonardo, comienza admirándonos su mente pero termina conquistándonos su corazón.
¿Por qué era tan valioso el retrato de “Monna Lisa” para Leonardo Da Vinci? ¿Su investigación ha logrado desvelar algún otro misterio aparte de su pequeño autorretrato?
Sí, que el retrato es en realidad una imagen tridimensional. Ningún misterio esotérico nos lleva hasta el verdadero sentido y valor de esta pintura, sino las propias enseñanzas de Da Vinci las que nos conducen a descubrir que ‘La Monna Lisa’ está concebida para ser contemplada como una imagen en relieve. Da Vinci nos dejó las claves: por un lado, detalladas instrucciones en el ‘Tratado de la Pintura’; por otro, añadió unas “pistas” en el propio retrato. La conjunción de ambas llevan a desentrañar su mayor logro artístico en lo que se refiere a pintura. Las indicaciones dejadas en el retrato no conducen a nada si no se leen previamente sus preceptos y se aplican.
Las claves que se encuentran en su ‘Tratado de la Pintura’ no pretenden ocultar nada a nadie, todo lo contrario, son unas instrucciones que Da Vinci dirige a futuros artistas con el deseo de que sus conocimientos no queden olvidados ni hubieran resultado vanos todos sus desvelos. La aplicación de estos consejos lleva a comprender qué técnicas empleó Leonardo para conseguir, por vez primera, una imagen tridimensional. Asimismo, son estos consejos los que permiten contemplarla como “en relieve”, según las palabras textuales de Da Vinci. Lo definitivo para descubrir a Leonardo, es leerle.
VLC Ciudad / Redacción / Cristina Bea