La Fundación La Luz de las Imágenes está recuperando el retablo de la Ermita de San Blas de Ayora (s. XVI), una obra compuesta por doce tablas, que se encontraba desmantelada y almacenada desde hace más de 20 años en la buhardilla de la casa abadía de esta localidad.
Los técnicos de esta institución, que también se encargaron del traslado de la obra hasta el Centro de Conservación de Bienes Muebles situado en Bétera (Valencia) el pasado mes de junio, constataron el mal estado de conservación del retablo, dadas las condiciones en las que había estado conservado en las últimas dos décadas. En general, presentaba pérdidas en la mazonería, y acumulación de suciedad, con oxidación de barnices que impedía la visualización de la obra.
Para iniciar la restauración del retablo se realizaron estudios previos (fotografía ultravioleta, análisis microscópicos y pruebas de limpieza), y se procedió a la eliminación de la cola orgánica que protegía la capa pictórica, a de barnices antiguos y a la reconstrucción volumétrica de los elementos faltantes en la mazoneria. Posteriormente se procederá al estucado, a la reintegración cromática y a la protección final de la capa pictórica.
Datado en el siglo XVI, el retablo procede de la Iglesia de Santa María la Mayor, hoy Ermita de San Blas. En 1577 se traslada el culto a la recién construida iglesia de la Asunción de Nuestra Señora. Posteriormente el retablo fue llevado a este edificio. El retablo se atribuye al maestro Cabanilles, cuyo trabajo se asemeja a los retablos tardogóticos de Escuela Valenciana, tanto por la estructura del retablo como por la forma de representar los personajes, en la que conviven el gusto por lo gótico pero con influencias renacentistas.
El retablo de la Asunción de Ayora, cuya restauración estará concluida a finales de año, esta datado a principios del siglo XVI, momento en el que las primeras influencias renacentistas están llegando a Valencia de la mano de los Hernandos (pintores de origen manchego que habían trabajado en el taller de Leonardo da Vinci). En este periodo confluyen tanto la tradición gótica como las primeras influencias renacentistas.
Las figuras se representan aisladas y en con el contraposto clásico siguiendo la tradición gótica, pero situadas en un entrono natural con paisajes que se abren tras las imágenes, como influencia del arte renacentista que busca la perspectiva y al profundidad de campo. Sin duda lo más destacado del retablo es la mandorla central, y el bajo relieve de la Virgen con el niño situado en el centro de la misma, denota una posible influencia de los retablos aragoneses de esa época.
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