Este recurso ayuda a ambas partes a alcanzar un acuerdo con métodos poco lesivos para sus intereses y para los de sus descendientes
Vivir un divorcio o una separación con la pareja con quien llevaste a cabo determinados planes de vida nunca es plato de buen gusto. Más aún en los casos donde hay hijos menores de por medio y no sólo hay que arreglar la situación personal de los progenitores, sino que también hay que encontrar un ecosistema favorable para que el hijo o hija desarrolle su formación y educación con la mayor normalidad posible.
En casos como este, cada vez son más los especialistas que apuestan por una solución amistosa que aleje a los implicados de los tribunales y de disputas legales que puedan dañar la convivencia entre los padres. En este contexto, la mediación familiar está ganando protagonismo y parece convertirse en la mejor alternativa para resolver situaciones como estas. Su utilidad es tal que hace unos meses vio la luz el Anteproyecto de Ley de Impulso de la Mediación, que pretende instaurar obligatoriamente la mediación familiar en casos de separación, divorcio o disputas por la custodia.
¿Qué es la mediación familiar?
La abogada especialista en derecho de familia Elena Crespo explica qué es exactamente esta herramienta y apunta que es un mecanismo que “permite resolver conflictos relacionados con Derecho de Familia fuera de los tribunales, de una forma más cercana, amistosa y conciliadora”. Además, añade que “las soluciones alcanzadas de esta forma pueden ser potencialmente más duraderas, ya que son fruto del compromiso de las partes al alcanzar un acuerdo y no es la decisión explícita de un juez”.
Sobre esta última idea profundiza que “cuando la solución final queda en manos de un juez, las partes implicadas pierden el control sobre la posible solución”. Es más, tal y como afirma esta especialista “es posible, e incluso probable, que ambas partes no queden contentas con la solución judicial y vuelvan a acudir a la justicia”. De esta manera lo único que se logra es “ralentizar la solución real e incrementar el conflicto y las tensiones”, algo que desde luego no ayuda a que “la pareja rehaga su vida en paz con su anterior relación” y que además “afecta a los menores, que muchas veces no entienden la situación que les rodea”.
¿Quién quieres que decida sobre tu vida?
Una de las observaciones que la abogada valenciana Carolina Torremocha realiza a todas las personas que le solicitan asesoramiento sobre la utilidad de esta herramienta es la siguiente: “¿Prefieres decidir sobre tu vida o que una tercera persona decida cómo va a organizarse tu familia a partir de ahora?”. Esta cuestión invita a la reflexión de los implicados y en muchas ocasiones termina por ser clave a la hora de que estos tomen una decisión.
Ella, también especializada en el derecho de familia, recalca que “si hay voluntad, la mediación es uno de los mejores recursos para ayudar a las partes para alcanzar un acuerdo”. De hecho recomienda utilizarla “cuando las partes tienen dificultad en la comunicación, pero están decididas a tener en cuenta a la otra persona”. Para ello, eso sí, reconoce que “los progenitores tienen que estar dispuestos a escucharse y a comunicar cuáles son sus necesidades”.
No obstante, no duda en reconocer que esta solución no siempre va a ser la ideal y dependerá mucho de cuál es la relación entre los padres. Por eso, matiza que si “por el contrario, las posturas están tan enfrentadas que ni siquiera quieren coincidir en un lugar para buscar un acuerdo, la mediación no será útil”. En casos como este, necesitarán o bien que sea un tercero, un juez, quien tome la decisión definitiva o bien que los abogados de ambas partes se pongan de acuerdo. “Con esta última opción las emociones quedarán al margen y la conversación se basará más en criterios prácticos y jurídicos que se ajusten a la situación”, reconoce.
¿Obligatoria en el futuro?
Con la aprobación en enero de 2019 del Anteproyecto de Ley de Impulso de la Mediación se puso la primera piedra para implantar definitivamente la mediación como figura complementaria a la realizada por la Administración de Justicia en la resolución de conflictos. La obligatoriedad busca agilizar y reducir el coste económico de estos procesos y lograr resoluciones rápidas de forma extrajudicial en temas relacionados con el derecho civil y mercantil.
Sobre este boceto de ley, la letrada Carolina Torremocha tiene sentimientos encontrados. Por un lado reconoce que “la teoría parece buena, puesto que al hacer que vayan a la mediación, conocerán este recurso y tendrán la oportunidad de utilizarlo con éxito”. Sin embargo, considera que en la práctica y “como requisito previo obligatorio, tengo mis dudas”. Esto es porque “una de las virtudes de la mediación es la voluntad de las partes a participar en un proceso para escuchar y ser escuchadas”, por lo que “si esa voluntad parte de una imposición, dudo que sea efectivo”. En cualquier caso, en los próximos meses se irán conociendo más detalles sobre si finalmente se instaura con carácter obligatorio un recurso más que interesante para solucionar los conflictos de intereses entre progenitores con hijos menores.