31 de marzo de 2025
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Lidl demanda a OBA por difamación: el gigante de los supermercados defiende su reputación y exige rigor en la información


La cadena alemana emprende acciones legales contra una organización activista tras ser blanco de campañas de desinformación que cuestionan sus estándares de seguridad alimentaria. Lidl reitera su compromiso con la transparencia y la calidad, respaldado por certificaciones internacionales.

En un contexto donde la confianza del consumidor es clave, Lidl ha decidido pasar a la acción frente a lo que considera una campaña de difamación que atenta contra su modelo de negocio y su compromiso con la seguridad alimentaria. La cadena de supermercados ha interpuesto una demanda judicial contra la organización activista Observatorio de Bienestar Animal (OBA), acusándola de propagar bulos carentes de rigor científico y manipular información para alarmar al consumidor. La decisión de Lidl ha generado un importante debate público sobre el papel de las organizaciones activistas, los límites de la denuncia social y la responsabilidad informativa.

Este caso no solo afecta a la imagen de una compañía, sino que plantea preguntas fundamentales sobre cómo se construye la opinión pública y quién vela por la veracidad de los contenidos que circulan en redes sociales y plataformas digitales.

Una acusación basada en “bulos” y sin base científica

Según Lidl, el OBA habría promovido reiteradamente campañas de desinformación en las que se acusaba a la compañía de incumplimientos en materia de bienestar animal y seguridad alimentaria. No obstante, estas denuncias, según argumenta la empresa, no solo carecen de fundamento legal, sino que también fueron archivadas por la justicia tras comprobarse la falta de pruebas sólidas. En su comunicado oficial, Lidl subraya que las afirmaciones del OBA “han sido desacreditadas por expertos independientes y no cuentan con el respaldo de ninguna autoridad sanitaria”.

El detonante de la acción judicial ha sido la difusión de informaciones que relacionaban a la empresa con prácticas inadecuadas en la crianza de pollos, intentando forzar la adhesión de Lidl al European Chicken Commitment (ECC), una iniciativa que promueve estándares más estrictos en bienestar animal. Aunque Lidl afirma compartir los objetivos del ECC, sostiene que ya trabaja en esa línea mediante auditorías independientes y controles internos que permiten alcanzar dichos estándares sin necesidad de adherirse oficialmente al compromiso.

La batalla por la reputación: más allá del beneficio económico

Lidl ha sido clara en su postura: esta demanda no tiene fines lucrativos. De hecho, ha anunciado que cualquier indemnización obtenida como resultado del proceso legal será donada íntegramente a proyectos sociales. Con este gesto, la empresa busca subrayar que su intención es salvaguardar la integridad de su modelo de negocio y frenar la propagación de contenidos engañosos que siembran dudas sobre la calidad de sus productos.

Este movimiento también responde a una creciente preocupación en el sector: cómo la desinformación puede dañar no solo la reputación de empresas individuales, sino la confianza general del consumidor en la seguridad de los alimentos. Lidl, como otras grandes cadenas, se enfrenta al desafío de comunicar de forma clara y creíble un compromiso que, en su caso, se ha forjado durante más de tres décadas.

Certificaciones de calidad: una defensa basada en hechos

En su defensa, Lidl ha expuesto con detalle los mecanismos con los que garantiza la seguridad alimentaria a lo largo de toda su cadena de suministro. Entre ellos, destacan las siguientes certificaciones y sistemas de control:

  • ISO 9001:2015: una norma internacional que certifica sistemas de gestión de calidad en todas las áreas de una organización.
  • IFS Food (International Featured Standards Food): certificación que garantiza la seguridad y calidad de los productos alimentarios procesados.
  • BRC (British Retail Consortium): otro estándar reconocido a nivel mundial, especialmente exigente en cuanto a trazabilidad, higiene y control de procesos.

Estas certificaciones no solo son obligatorias para sus proveedores, sino que también son auditadas por entidades externas, independientes y acreditadas, lo que refuerza su fiabilidad.

Además, Lidl destaca su política de mejora continua, que incluye controles adicionales por parte de las autoridades sanitarias locales y el desarrollo de prácticas sostenibles y responsables en toda su red logística.

Desinformación en el punto de mira: un reto global

El conflicto entre Lidl y el OBA se enmarca en una tendencia global: la proliferación de campañas en redes sociales que, amparadas en la denuncia social, difunden información no contrastada o tergiversada. Aunque muchas veces estos movimientos nacen de buenas intenciones, su impacto puede ser contraproducente si no se sustenta en pruebas sólidas.

En los últimos años, numerosos expertos han alertado del auge de los llamados “ecobulos”, contenidos que apelan al miedo o al sentimiento de culpa del consumidor, y que pueden inducir a decisiones erróneas de compra. Lidl denuncia que este tipo de mensajes generan un “efecto alarma” sin base científica, afectando tanto a empresas como a la percepción del sector agroalimentario en general.

a responsabilidad de informar: entre el activismo y el rigor periodístico

La demanda de Lidl también interpela directamente a los medios de comunicación y a las plataformas digitales, que en muchas ocasiones amplifican mensajes sin contrastar su veracidad. En su comunicado, la empresa hace un llamado a la “responsabilidad informativa”, instando a todos los actores —desde periodistas hasta influencers— a verificar las fuentes y contextualizar adecuadamente la información antes de compartirla con el público.

Lidl reconoce que los medios juegan un papel esencial en la fiscalización de las grandes corporaciones, pero advierte del peligro de caer en el sensacionalismo o en la difusión de contenido desinformativo, especialmente en un terreno tan sensible como la alimentación. “No se trata de silenciar críticas legítimas, sino de exigir el mismo nivel de rigor que aplicamos a nuestros procesos de producción”, afirman desde la compañía.

Posibles implicaciones legales del proceso judicial

La resolución judicial del caso entre Lidl y el OBA podría sentar un precedente importante en cuanto a la responsabilidad legal de las organizaciones activistas cuando sus afirmaciones resultan ser falsas o infundadas. Si el tribunal da la razón a Lidl, se abriría la puerta a futuras demandas por parte de empresas afectadas por campañas de desinformación, lo que podría cambiar la manera en que estas entidades diseñan sus estrategias comunicativas.

Por su parte, el OBA aún no ha emitido una respuesta oficial a la demanda, aunque en anteriores ocasiones ha defendido su labor como “necesaria para la transformación ética del sistema alimentario”. Queda por ver si esta disputa judicial llevará a una mayor profesionalización del activismo o si, por el contrario, generará un clima de confrontación más tenso entre empresas y organizaciones de la sociedad civil.

¿Un punto de inflexión en la relación empresa-sociedad?

Este conflicto plantea una cuestión de fondo: ¿cómo se puede equilibrar el legítimo derecho a la denuncia con la obligación de basarse en datos verificados y contrastables? En un entorno hiperconectado, donde cualquier contenido puede viralizarse en segundos, tanto las empresas como las organizaciones sociales tienen la responsabilidad de comunicar con honestidad y transparencia.

Lidl, con su demanda, ha querido marcar un límite frente a lo que considera una campaña de difamación. Pero más allá del resultado judicial, este caso podría abrir un debate necesario sobre el papel del consumidor, la fiabilidad de la información y la ética tanto en el activismo como en el periodismo.


¿Crees que las organizaciones activistas deberían estar sujetas a los mismos estándares de veracidad que los medios de comunicación o las instituciones públicas?

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