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Los agotes: la comunidad marginada durante siglos en los Pirineos
Durante más de ochocientos años, los agotes fueron una de las comunidades más discriminadas del norte de la península ibérica. Su presencia se documenta sobre todo en los valles navarros —especialmente en Bozate, en el Valle de Baztan—, el País Vasco y el Pirineo francés. Su origen, rodeado de teorías y contradicciones, contribuyó a alimentar el estigma que los acompañó hasta bien entrado el siglo XX.
Un origen envuelto en misterio
Los estudiosos han propuesto diversas teorías para explicar quiénes eran los agotes. Algunas fuentes los relacionan con descendientes de godos aislados tras la invasión musulmana y franca; otros autores vinculan su apellido a términos bearneses como cas-gots (“perros godos”), que derivaría en “cagots” y, finalmente, en “agotes”.
También se ha sugerido un origen ligado a comunidades cátaras huidas o incluso a fugitivos de antiguas leproserías. Sin embargo, ninguna teoría se ha podido confirmar de forma definitiva. La única certeza es que fueron un grupo minoritario profundamente marginado por causas sociales, religiosas y sanitarias.

Una discriminación extraordinaria
Desde la Edad Media, los agotes fueron tratados como un pueblo “maldito”. Se les acusó de herejía, de descendencia impura, de estar marcados por una lepra hereditaria e incluso se difundieron rumores fantásticos, como que tenían cola o que sus manos contaminaban lo que tocaban.

La discriminación afectaba a todos los aspectos de la vida:
- Residencia: debían vivir separados, en barrios propios y sin acceso a los símbolos del resto de vecinos.
- Religión: en las iglesias ocupaban zonas apartadas, con puertas exclusivas y sin poder compartir pila de agua bendita.
- Trabajo: se les impedía cultivar la tierra o criar ganado; solo podían ejercer oficios como carpinteros, canteros, sepultureros o músicos.
- Movilidad: en algunos lugares debían llevar una señal distintiva (pata de oca o pie rojo) y hacer sonar tablillas para anunciar su presencia.

En documentos de la época aparecen testimonios demoledores. Uno de 1597 recoge: “¡Cállate, agote! Tu opinión cuenta menos que la de un perro”. Este desprecio, heredado y transmitido durante generaciones, explica la profundidad de su aislamiento.
¿Cómo eran físicamente?
Autores como Pío Baroja describieron a los agotes como individuos de rasgos germánicos: piel clara, pómulos marcados, cabello rubio o castaño y ojos claros. Otros, en cambio, los asociaron a características vinculadas a la pobreza extrema, como bocio o cuerpos debilitados, reflejo de décadas de exclusión y malnutrición.
A pesar de que se les acusaba de portar enfermedades, lo cierto es que no morían de lepra. Su marginación no tenía una causa médica real, sino social.
Un pueblo que también dejó huella
Lejos de la imagen negativa extendida en la época, los agotes destacaron en oficios esenciales. Fueron excelentes carpinteros y canteros, constructores de iglesias, puentes y mecanismos de molinos. También se les reconoce talento musical como txistularis y tamborileros.
El aislamiento reforzó su identidad y sus redes internas, manteniendo tradiciones y oficios que pasaron de generación en generación.
El lento camino hacia la igualdad
Desde el siglo XVI existen documentos oficiales solicitando que se reconociera a los agotes como ciudadanos iguales. Pese a bulas papales y decretos navarros, la discriminación persistió durante siglos.
No fue hasta 1817 cuando una ley abolió formalmente las diferencias entre agotes y el resto de vecinos. En la práctica, sin embargo, las actitudes sociales tardaron muchísimo más en desaparecer.
Hoy todavía existen lugares llamados “barrio de los agotes”, “calle de los agotes” o “fuente de los agotes”, recordatorios silenciosos de una marginación excepcional en la historia europea.
Un legado para no olvidar
La historia de los agotes es la historia de cómo la ignorancia, el miedo y las supersticiones pueden crear siglos de injusticia. Su caso es uno de los episodios más largos y documentados de discriminación en Europa occidental. Conocerlo no solo reconstruye el pasado, sino que invita a reflexionar sobre los mecanismos sociales que pueden aislar a una comunidad sin motivo real.
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