LUIS: Yo me acuerdo que, leyendo en cierto autor el cual contaba algunas cosas maravillosas, decía una; y era que en cierta parte de estas tierras había una montaña, y muy grande, rodeada toda de la mar, que no quedaba sino una entrada muy angosta de la tierra, de manera que casi parecía isla; y que estaba esta montaña llena de árboles, tan espesos y tan altos que parecía tocar casi en las nubes; y que había un ruido tan grande en ella, que en la tierra, con más de tres o cuatro leguas, ninguna persona tenía atrevimiento para acercársele; y que también los navíos que por allí pasaban navegando, con temor se apartaban; y que por todos estos árboles se veía tan grande abundancia de unas aves negras muy grandes que casi los cubrían, y que cuando se alzaban en el aire hacían una nube tan grande que escurecía en gran parte la claridad del Sol, y que daban unas voces tan temerosas y espantables que hacían tapar los oídos a los que las oían, aunque estuviesen lejos dellas, y que nunca se apartaban ni salían fuera de esta montaña. La cual estaba siempre cubierta de alguna escuridad, a manera de niebla, diferenciándose de la otra tierra que estaba cerca della; y que algunos querían decir que ésta era cierta parte del Infierno adonde se atormentaban las ánimas condemnadas. Aunque esta opinión sea falsa, no deja de tener en sí algún gran misterio la novedad y estrañeza de esta montaña, que las gentes no lo alcanzan.
BERNARDO: Estas son cosas que tienen secretos que no hay para qué inquirir ni escudriñar las causas de ellos; como es lo que hay en unos montes que están, como yo he leído, en una provincia que se llama Angermania, en las partes más septentrionales. Los cuales son tan altos, que los que navegan por el mar Bótnico, de muy lejos que los vean, huyen con gran cuidado de llegarse a ellos, por un secreto maravilloso que en sí tienen; y esto es un ruido y estruendo tan medroso y espantable que se oye muchas leguas, y los que van por la mar, si por alguna fuerza de vientos o por otra causa son forzados a pasar cerca, aquel estruendo es tan horrible que muchos mueren de no poder sufrirlo, y otros quedan sordos, y otros, enfermos y turbados en el juicio. Y los que andan por la tierra y conocen estos montes, que siempre en sus cumbres están llenos de nieve, apártanse y aléjanse por el peligro que podría sucederles, y también el ruido grande los avisa. Y algunos mancebos curiosos se han atrevido a ir en navíos pequeños, atapados muy bien los oídos con cera y con muchos dobleces de tocas encima y otros defensivos, a querer entender la causa de este secreto, y les ha sucedido de manera que ninguno ha escapado de la muerte, y así, los otros han escarmentado para no ponerse en aquella aventura. Y lo que se sospecha que puede causar esta maravilla es que hay algunas hendeduras y cuevas en las peñas de aquellos montes, y que el flujo y reflujo de la agua que combate con el viento, el cual no tiene por donde poder espirar, hace aquel son tan temeroso y espantable; y esto se entiende porque cuanto mayor fuere la tormenta en la mar es también mayor el ruido; y cuando hay mar bonanza no se siente tanto. Hace mención de estos montes Vicencio, en el Espéculo historial, aunque no lo encarece tanto como los autores modernos que afirman haberlos visto.
Hace mención de estos montes Vicencio, en el Espéculo historial, aunque no lo encarece tanto como los autores modernos que afirman haberlos visto.