Yolanda Damiá
Periodista. Radio Nou
El aroma en el Marítimo (como el de toda Valencia) todavía huele a pólvora, pero aquí en esta zona de la ciudad de Valencia más próxima al mar, los sonidos no son ya de masclets, sino de tambor. La Semana Santa Marinera ya está en la calle.
Una vez más los habitantes del Cabanyal-Canyamelar-Grau adormecen la incertidumbre de su futuro como pueblo para reivindicar su más célebre tradición. Durante unos días intentarán ser el centro vivo de una ciudad que continúa intentando crecer sin mirar al mar que la determina como villa mediterránea.
Los que defenestran la Semana Santa Marinera son aquellos que rehúyen acercarse a sus calles. Son aquellos vecinos valencianos que apelan a argumentos anti- sin tan siquiera intentar aproximarse a un pueblo que mantiene vivas sus raíces como principal acicate para seguir creyendo en su futuro dignificando su presente.
Porque el Distrito Marítimo es ese lugar donde reposa una rica sabia popular, una singular tradición artesanal, una personal arquitectura, una propia gastronomía. Toda una riqueza cultural que ha mantenido la vida en éste que hasta 1897 fue Poble Nou de la Mar.
Con la llegada de la Semana Santa Marinera, el Marítimo intenta ser el corazón de la ciudad, porque la Semana Santa Marinera es mucho más que el recuerdo de la Semana de Pasión de Jesús de Natzaret.
Las calles del Cabanyal-Canyamelar-Grau representan las peculiaridades de una religiosidad popular nacida a orillas del mar. Esas calles acicaladas son el escenario donde toda una sociedad recrea su particular visión de los últimos días de la vida de Jesús en procesiones como el Via Crucis, el Santo Entierro, o el Desfile de Resurrección.
Los representantes oficiales de la religiosidad han intentado durante décadas secuestrar ese sentimiento singular con el que el pueblo del Marítimo celebra la SSanta sin entender que, mientras pierdan la batalla, la vida de la SSanta Marinera estará garantizada. Y con ello, la herencia de una única fe heredada de aquel pueblo de pescadores y marinos que necesitaban creer en un Ser Superior para, en tempestades y tormentas, vivir en la esperanza de la vuelta a casa, es la heredera de aquel “Si a Déu vols pregar posat en la mar”
La tradición semanasantera consigue unir a toda una sociedad que, independientemente de ideologías, aparca sus dudas y creencias para convertir sus hogares en improvisados templos donde recibir las imágenes sagradas. Allí recibirán a todo el que se aproxime con curiosidad a su tradición, ofrecerán sus manjares tan singulares como tradicionales e intentarán explicar cómo es su sentimiento, querrán, hacer entender el significado de cada atuendo, el simbolismo de cada gesto…
Porque la Semana Santa Marinera sólo puede cautivar si se vive en el Marítimo. Ese lugar que abre sus brazos para mostrar al mundo su tradición,. Solo en sus calles tienen veracidad sus procesiones, solo en sus hogares se puede entender su singular religiosidad, sólo entre gasas, terciopelos y sedas se podrá conocer cada personaje bíblico…
Acercarse hasta el Distrito Marítimo debería ser indispensable para aprehender la tradición de un pueblo. Un pueblo que es el pueblo de Valencia, una sociedad que necesita sentirse querida como ella muestra cada primavera su amor a su tradición, su historia, su cultura.
Conózcanos. Visiten la Semana Santa Marinera, adéntrense en las calles del Marítimo, disfruten de su gastronomía, pregunten a sus gentes por cada imagen, cada personaje, cada acto, no serán impasibles al hechizo que sólo una sociedad nacida a orillas del mar dispone para recrear una de las más antiguas tradiciones valencianas.
VLC Ciudad/Redacción