9 de diciembre de 2025
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Muere Jorge Ilegal y deja huérfano al rock español

Muere Jorge Ilegal y deja huérfano al rock español

Jorge Martínez, más conocido como Jorge Ilegal, líder de Ilegales y una de las figuras más influyentes del rock en español, ha fallecido a los 70 años. Guitarrista demoledor, letrista afilado y personaje incómodo para cualquier corrección política, se marcha dejando una discografía legendaria y un vacío inmenso en la escena musical.

Gijón / Oviedo, martes 9 de diciembre de 2025

El macarra ilustrado que cambió el rock en español

Tras una apariencia de tipo duro capaz de imponerse en el bar más bronco del país, Jorge Ilegal escondía una sensibilidad artística descomunal. Su cabeza rapada y expresión desafiante ocultaban a un músico culto, lector voraz, apasionado de la filosofía y con un talento natural para convertir la rabia, el humor negro y la lucidez en canciones que marcaron a varias generaciones.

Nacido en Avilés en 1955 y criado musicalmente en Gijón, su biografía mezcla noches interminables, públicos encendidos y un carácter frontal, sin filtros. En Oviedo consolidó su territorio natural: escenarios, locales y estudios en los que fue forjando una carrera que jamás se plegó a la moda ni a lo correcto.

De Madson y Los Metálicos a Ilegales

Antes de que el nombre de Ilegales se convirtiera en sinónimo de rock incómodo, Jorge ya había pasado por proyectos previos como Madson, junto a su hermano Juan, y Los Metálicos. Pero el gran salto llegó en 1983 con la formación de Ilegales, junto a Íñigo Ayestarán al bajo y David Alonso a la batería.

En plena explosión de los años ochenta, el grupo irrumpió como un obús en la escena española. Mientras otros coqueteaban con el pop amable, Jorge eligió la senda contraria: guitarras afiladas, letras corrosivas y un discurso en el que la violencia urbana, el desencanto y la ironía convivían con una inteligencia fuera de lo común.

Un cancionero salvaje: himnos, cicatrices y advertencias

Desde Tiempos nuevos, tiempos salvajes o Yo soy quien espía los juegos de los niños hasta piezas como Agotados de esperar el fin, Todos están muertos, Chicos pálidos para la máquina, El corazón es un animal extraño, Juventud, egolatría o Si la muerte me mira de frente me pongo de lao, las canciones de Ilegales fueron construyendo un universo propio, reconocible en apenas unos acordes.

Jorge escribía letras que mezclaban filosofía de bar, desesperación generacional, humor hiriente y una sorprendente profundidad existencial. Era capaz de pasar de la violencia verbal a la ternura torcida en un solo verso, siempre con la convicción de que el rock debía incomodar, no adornar la realidad.

En 2017, el documental Mi vida entre las hormigas repasó su trayectoria y recordó al gran público que detrás del personaje salvaje había un creador meticuloso, obsesionado con la música, con la palabra y con el sonido exacto que debía tener cada canción.

Jorge Ilegal y Los Magníficos: la otra cara del mismo animal

Cuando muchos le daban por encasillado en el rock más duro, Jorge decidió cambiar de piel sin renunciar a su esencia. Con el proyecto Jorge Ilegal y Los Magníficos se sumergió en el universo de las orquestas de los años cuarenta y cincuenta: guarachas, boleros, tangos, chachachá.

Lejos de ser un capricho pasajero, aquella aventura demostraba que su oído y su curiosidad musical iban mucho más allá de las guitarras saturadas. Era la misma mente indomable aplicada a otros códigos, con el mismo rigor y el mismo desprecio por lo previsible.

Un artista sin complacencias: filosofía, rock y resistencia

En entrevistas recientes, Jorge defendía una idea del rock como rito casi tribal, catártico, en el que hay que tomar partido. En un mundo que él definía dominado por el dinero y la mediocridad, reclamaba para los músicos la obligación de arriesgar, de mantenerse fieles a lo que creen: asumir golpes antes que rebajar el discurso.

Capaz de citar a Schopenhauer o Nietzsche en mitad de una charla sobre amplificadores, hablaba de las canciones como fuerzas indomables que irrumpían de madrugada o en medio de una fiesta y le obligaban a dejarlo todo para escribir. Tenía la sensación de que, si dejaba escapar una idea, esa canción ya no volvería nunca.

Resumía su trayectoria con una mezcla de ironía y orgullo: había hecho lo que le había dado la gana, había vivido intensamente cada etapa y, si pudiera, pediría una prórroga para volver a empezar desde cero. Su forma de entender el éxito pasaba menos por las ventas que por haber vivido a lo grande, sin renegar de ninguna de sus decisiones.

Cuatro décadas sobre los escenarios y un último salto al vacío

Con Ilegales, Jorge encadenó décadas de giras por España y Latinoamérica, cambios de formación, pérdidas dolorosas como la de su bajista Jandro Blanco en 2016, y una capacidad admirable para seguir llenando salas con una banda siempre tensa, sólida y afilada.

Cuando se cumplían cuarenta años de trayectoria, lejos de refugiarse en un simple recopilatorio, se atrevió con La lucha por la vida, un álbum de canciones nuevas en el que se rodeó de nombres como Loquillo, Josele Santiago, Andrés Calamaro, Luz Casal, Dani Martín, Enrique Bunbury o Iván Ferreiro. Más que un homenaje, fue una declaración de respeto mutuo entre colegas que le reconocían como uno de los grandes.

En 2025, un cáncer diagnosticado en plena gira le obligó a cancelar conciertos y a centrarse en el tratamiento. Pese a ello, hasta prácticamente el final se mantuvo con la misma mezcla de lucidez, humor negro y tozudez que había guiado toda su carrera.

Un legado imposible de reemplazar

La muerte de Jorge Ilegal deja huérfano a todo un modo de entender el rock: desafiante, literario, incómodo, profundamente libre. Su figura forma ya parte del panteón de los músicos que cambiaron para siempre la manera de cantar en castellano sobre la violencia, el deseo, el fracaso, la política o la propia muerte.

Quedan los discos, los directos memorables y las frases demoledoras que dejó caer a lo largo de cuatro décadas. Para muchos, será imposible escuchar de nuevo temas como Tiempos nuevos, tiempos salvajes o Agotados de esperar el fin sin sentir que en cada golpe de guitarra sigue ahí, en primera línea, recordando que el rock no está hecho para agradar, sino para sacudir conciencias.

No habrá prórroga, pero sí una banda sonora entera para quienes quieran volver una y otra vez al punto de partida: una sala pequeña, demasiado humo, el volumen al límite y la silueta espigada de Jorge Ilegal escupiendo verdades al micrófono.

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