19 de octubre de 2020
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Muere un bombero forestal durante los trabajos de extinción de un incendio en Vila-real (Castellón)

Un bombero forestal de 50 años, miembro de la unidad helitransporada de Castellón, ha fallecido este domingo cuando participaba en las tareas extinción de un incendio forestal declarado en Vila-real (Castellón).

La Generalitat ha trasladado sus condolencias a la familia, amigos y compañeros del bombero. Según ha detallado la administración, la unidad helitransportada de Castellón se encontraba trabajando en un incendio forestal declarado pasado el mediodía en una zona de cañar y cultivo abandonado junto al puente de Santa Quiteria, en el término municipal de Vila-real.

El bombero estaba trabajando junto a sus compañeros de la unidad y de las dotaciones del Consorcio Provincial de Castellón cuando se ha desvanecido. Inmediatamente le ha sido practicada la maniobra RCP por sus propios compañeros hasta que un SAMU se ha hecho cargo de la víctima, que ha sido trasladado de manera urgente hasta el Hospital de la Plana. Allí los médicos han informado de su muerte.

El hombre tenía “una amplia experiencia en el Servei de Bombers Forestals de la Generalitat y contaba con toda la formación, aptitudes y conocimientos para desarrollar su trabajo en el área de la extinción de incendios”, ha destacado la administración.

La consellera de Justicia, Interior y Administración Pública, Gabriela Bravo, ha lamentado profundamente la muerte de este miembro de los bomberos forestales de la Generalitat mientras trabajaba para “salvaguardar el patrimonio natural” de los valencianos y valencianas. Asimismo, Bravo ha trasladado a la familia, amigos y compañeros del bombero las condolencias de la Generalitat y el reconocimiento de todo el Consell “al trabajo de quienes dedican su vida a cuidar de nuestro entorno natural”.

La Societat Valenciana de Gestió Integral de les Emergències, empresa titular del Servei de Bombers Forestals de la Generalitat, ya se ha puesto en contacto y a disposición de la familia a través de su presidente, el también secretario autonómico de Seguridad y Emergencias José María Ángel.

   En este trabajo han participado científicos del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE) –centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universitat de València y la Generalitat Valenciana–, la US Forest Service Pacific Northwest Research Station, la Universidad de Alcalá y la Universidad de Zaragoza, informa el CSIC.

    El estudio se ha realizado en el Sistema Ibérico, donde concurren dos procesos a gran escala que pueden tener importantes repercusiones en la regeneración de sus bosques. Por un lado, la huella de la deforestación de épocas anteriores para la obtención de pastos, leña y carbón en áreas que han estado sometidas al aprovechamiento humano durante los últimos 3.000 años. Por otro, un incremento en la aridez debido al aumento en las temperaturas y al descenso en las precipitaciones, ambas consecuencias del cambio climático.

   El equipo de investigación ha comparado encinares en zonas semiáridas, donde el nivel de precipitación anual se sitúa en los 400-450 milímetros anuales, con otros en zonas en las que llueven 600-650 milímetros anuales, denominadas ‘subhúmedas’. En la última década analizada (2006-2015), se registra menos de la décima parte de plantas nuevas que en las décadas anteriores en ambos niveles de precipitación. Esto se traduce en que, en los encinares semiáridos, el número de nuevos individuos no es suficiente para que el encinar subsista en el futuro.

   “La aridez influye negativamente tanto en el establecimiento y supervivencia de las plántulas de encina, las cuales requieren protección contra la sequedad y los depredadores, como en la disminución del número de individuos y especies de árboles y arbustos que les protegen de dichos problemas”, explica, en un comunicado, Patricio García-Fayos, investigador responsable de este estudio y actual director del CIDE.

CAMBIO CLIMÁTICO

   Según el equipo de investigación, la aridez se ha acelerado sobre todo con el aumento de la temperatura media, una de las principales consecuencias del cambio climático. Sin embargo, la deforestación prácticamente se ha detenido en las últimas décadas debido a que el despoblamiento rural ha disminuido sensiblemente la intensidad de actividades asociadas como la extracción de leña, carbón vegetal y la ganadería. Las restricciones en la incorporación de nuevas plantas ponen en grave riesgo la regeneración y, por tanto, la supervivencia de estos bosques.

   “Como se demuestra en este trabajo, es importante conocer los procesos que influyen sobre la dinámica de incorporación de las nuevas plantas durante la regeneración de los encinares, en vistas a una adecuada gestión forestal y un mantenimiento sostenible de nuestros bosques, más si cabe en el contexto climático en el que nos encontramos”, apunta Esther Bochet, investigadora del CIDE y codirectora del proyecto.

   Así, los encinares del Sistema Ibérico que a finales del siglo XX recibían una media anual de precipitación de 450 milímetros o menos se encuentran en la actualidad en una situación de ‘no retorno’ en su capacidad de regeneración espontánea. Esto supone que también se verán afectadas negativamente aquellas especies que dependen de la encina para alimentarse o completar su ciclo vital.

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