El barranco que arrasó Valencia dejó de ser vigilado porque el caudal disminuyó y era la hora de comer
La comisión de investigación sobre la gestión de la DANA en el País Valenciano, llevada a cabo en la Diputación de Valencia, ha revelado detalles significativos. Estos no solo apuntan a responsabilidades, sino también a las deficiencias en el control del caudal del barranco de Poio el día de la tragedia, el 29 de octubre de 2024. José Miguel Basset, quien era entonces el inspector jefe del Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia, señaló este martes a la exconsejera de Justicia e Interior, Salomé Pradas, como la responsable de la emergencia “desde el primer momento”, y no al presidente valenciano, Carlos Mazón. Basset explicó que la negligencia en el control del caudal se debió a que los bomberos se retiraron a las 15 horas tras percibir un descenso del caudal y tener necesidad de “comer”, ya que era la hora del almuerzo.
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La tormenta, el barranco y las preguntas sin respuesta: cinco meses después, el Poyo sigue embarrando responsabilidades
El exjefe de Bomberos José Miguel Basset comparece en la comisión de investigación de la Diputación y deja más incógnitas que certezas sobre la gestión de la DANA del 29 de octubre
Cinco meses. 150 días. Más de 3.600 horas. Ese es el tiempo que ha pasado desde la DANA que azotó con inusitada violencia varias comarcas de la provincia de Valencia. Sin embargo, el lodazal informativo y administrativo sigue tan espeso como el barro que anegó caminos, calles y responsabilidades políticas. La comisión de investigación de la Diputación de Valencia, ese tribunal a medio camino entre la rendición de cuentas y el sálvese quien pueda, recibió este martes al exinspector jefe del Cuerpo Provincial de Bomberos, José Miguel Basset. Y sí, habló. Y sí, se le escuchó. Pero no, las respuestas no llegaron del todo. O al menos, no las que algunos esperaban.
Porque en Valencia, donde la paella tiene su método y las fallas su protocolo, parece que en las emergencias climáticas seguimos tirando de intuición, escalas de medición con visión a ojo y decisiones que se toman —palabras textuales— con “ganas de comer”. Así se justificó, sin pudor y con 40 años de servicio a las espaldas, el hecho de dejar de vigilar un barranco como el del Poyo justo antes de que se desbordara. Spoiler: fue mala idea.
¿Quién vigila al barranco cuando baja el caudal?
La gran incógnita, la pregunta que flota como la espuma tras el temporal, gira en torno al motivo por el cual el barranco del Poyo dejó de estar bajo supervisión activa a partir de las 14:30 horas del fatídico 29 de octubre. El descenso del caudal, según los técnicos. Las “ganas de comer”, según el propio Basset. Una gestión operativa basada en percepciones momentáneas que hoy, bajo la lupa del tiempo y la política, suena a imprudencia con denominación de origen.
El portavoz del PSPV, Carlos Fernández Bielsa, fue quien se atrevió a preguntar directamente por qué, a las tres de la tarde, los bomberos forestales fueron retirados. ¿Decisión técnica? ¿Política? ¿Un malentendido operativo? La respuesta de Basset fue una suerte de viaje narrativo entre protocolos, grabaciones del 112, escalas de medición y, de nuevo, ese descenso del caudal que lo cambió todo. O que, al menos, justificó la retirada. “¿Qué hago aquí? Son las dos y media, tengo ganas de comer”, soltó Basset sin titubear. Hay frases que merecen camiseta.
El desconcierto como norma
La comparecencia de Basset, de casi cuatro horas (solo apta para verdaderos fanáticos del slow journalism institucional), sirvió para confirmar lo que ya sospechábamos: que aquel día reinó la confusión y que, incluso cinco meses después, nadie tiene del todo claro qué pasó y por qué se tomaron ciertas decisiones. Y no porque no haya documentos, grabaciones o protocolos, sino porque la magnitud del episodio superó todo lo imaginable.
“El primer rescate fue a las 6:44 de la mañana”, recordó Basset, con la precisión de quien ha revisado el parte una y otra vez. Pero de ahí en adelante, el relato se va diluyendo entre versiones cruzadas, contradicciones suaves y una descoordinación que no solo fue operativa, sino comunicativa. El Cecopi, centro de coordinación de emergencias, funcionó a medio gas. Sin pantallas. Sin televisión. Con el WhatsApp como herramienta estrella para entender lo que pasaba fuera.
¿Dónde estaban las alertas?
Una de las grandes críticas que sobrevuelan esta tragedia es la tardanza en el envío del EsAlert, el famoso SMS de emergencia que, según el relato oficial, se activó solo cuando la Confederación Hidrográfica del Júcar avisó del riesgo de colapso de la presa de Forata. Entonces sí: pitidos, notificaciones y un intento apresurado de alertar a una población que ya vivía una película de catástrofes.
En este punto, Basset fue claro: la decisión de lanzar la alerta no fue del president Mazón. Fue de la consellera de Justicia, Salomé Pradas, directora del plan de emergencia. “No hay más. Que estuviera Mazón o no, no es vinculante”. Una afirmación que no impidió que los partidos sacaran las garras para repartir culpas, como en cualquier buena sesión parlamentaria que se precie. Porque en tiempos de crisis, lo que importa no es tanto salvar a la gente, sino encontrar al responsable (si es de otro partido, mejor).
La llamada del alcalde de Utiel: cuando la realidad supera al protocolo
Pero si hubo un momento revelador en esta comparecencia fue cuando Basset recordó con tono grave la llamada del alcalde de Utiel, Ricardo Gabaldón. “Me pide auxilio, porque nadie le atiende al teléfono”. La angustia, el caos, la soledad de un alcalde pidiendo la UME en medio de un infierno acuático. La escena resume perfectamente lo que fue aquel día para muchos municipios: una sensación de abandono y desinformación.
Las competencias: ese debate infinito
Y como no podía faltar en cualquier debate institucional que se respete, también hubo espacio para hablar de competencias. ¿Quién manda aquí? ¿La Generalitat? ¿La Diputación? ¿El Gobierno central? Todos y ninguno, dependiendo del color del partido que lo explique. Para Basset está claro: “Las competencias son autonómicas. La consellera es la responsable del plan desde el minuto cero”. Lo dijo con convicción. Otra cosa es que eso calme las aguas.
¿Errores humanos o protocolo desfasado?
Más allá de las declaraciones, lo que quedó patente es que el sistema de emergencias no estaba preparado para un fenómeno de esta magnitud. La falta de una evaluación previa, de patrones escalables y de protocolos adaptables dejó a técnicos y políticos navegando a ciegas. Basset lo resumió con una honestidad casi conmovedora: “No se llegó a evaluar el alcance de lo que nos venía. No era escalable”.
¿Fue un error humano? ¿Una descoordinación? ¿O simplemente el fallo de un sistema que necesita una revisión profunda? Quizás un poco de todo. Lo cierto es que mientras se tiran de grabaciones del 112 y se revisan escalas de medición, las familias afectadas siguen esperando explicaciones que no acaben en tecnicismos o excusas con hambre.
¿Y ahora qué? ¿Habrá consecuencias?
La comisión de investigación sigue su curso, con más comparecencias programadas y con un objetivo que, por ahora, parece más político que esclarecedor. Porque en el fondo todos saben que esto no va solo de saber qué pasó aquel día, sino de capitalizar políticamente el desastre. Triste, pero cierto.
Mientras tanto, los vecinos de Chiva, Requena, Utiel o Turís siguen mirando al cielo con temor cada vez que el cielo se oscurece. Porque si algo ha quedado claro es que el agua puede volver. Y el sistema, tal y como está, no garantiza que la respuesta sea mejor la próxima vez.