En el inicio del primer nuevo Curso Universitario de nuestro reinado quiero ante todo dar testimonio, con mis palabras, del reconocimiento profundo de la Corona por la aportación permanente y valiosa de la Universidad al progreso de España.
Para este acto académico de alcance nacional nos acoge este año Toledo, que nos abre sus puertas, una vez más, ofreciendo su esplendor con la hospitalidad y la generosidad de sus habitantes. Toledo es una ciudad comprometida con el progreso y el futuro de nuestro país y, también, con la memoria de nuestro mejor pasado. La apertura del Curso Universitario en esta sede de la Universidad de Castilla-La Mancha es una expresión clara de ese firme compromiso.
Es indiscutible que la modernización de nuestro país y los logros conseguidos en las últimas décadas no pueden entenderse sin nuestras Universidades; no pueden entenderse sin la vocación, el esfuerzo y la dedicación de los profesores universitarios que han sabido formar excelentes profesionales en todas las áreas del conocimiento.
España cuenta ─y son solo algunos ejemplos─ con profesionales y autónomos cualificados y preparados, con directivos altamente especializados y ─técnicamente─ de una formación y competencia a un nivel muy alto, con excelentes Cuerpos de Funcionarios al servicio de las Administraciones Publicas. Un capital humano, sin duda, de un enorme valor. Y, aunque reconozcamos ─con justicia─ que lo conseguido es mucho, no podemos caer en la autocomplacencia, ni olvidar que persisten también dificultades y nuevos retos que hemos de superar.
Las universidades nacieron con la finalidad de ser las guardianas del saber y la cultura, y con una clara vocación de que estas fueran ‘universales’. Es en el tránsito del Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea cuando añaden a su función de conservación y transmisión de los conocimientos adquiridos, la de crear otros nuevos y la de servir de elemento vertebrador de las sociedades.
Sin embargo, ha sido desde la segunda mitad del siglo pasado cuando los nuevos cambios, producto de las rápidas transformaciones sociales y tecnológicas, impulsaron a las universidades más avanzadas a realizar un esfuerzo adicional: influir y dinamizar su entorno socioeconómico y cultural a través de la transferencia de conocimientos y servicios al tejido empresarial y productivo. De este modo, las universidades afirman su fundamental papel en el desarrollo social y económico de los países, contribuyendo a la creación de empleo y a la mejor inserción profesional de trabajadores cualificados en el mundo laboral.
La Universidad actual sabe que debe impulsar la calidad, la excelencia, y que no puede limitar sus funciones a los ámbitos de la docencia y la investigación, sino que tiene que seguir explorando fórmulas de colaboración con el tejido productivo, con las empresas, para potenciar el crecimiento económico y la generación de puestos de trabajo; tiene que proporcionar las herramientas para ser agentes de cambio, de avance.
Este es, sin duda, el contexto en el que debemos seguir fomentando la participación activa de la Universidad en la construcción de un sistema productivo basado, hoy más que nunca, en el conocimiento y en la investigación. Las Universidades no pueden vivir aisladas, sino plenamente integradas en la sociedad a la que sirven y comprometidas con ella.
La Universidad española es bien consciente de los desafíos a los que se enfrenta; del hecho de que lo hace en circunstancias difíciles y complejas; y, por ello, de su gran responsabilidad. Pero, también, debe saber que cuenta con todo nuestro apoyo, con el apoyo de la sociedad española; pues las universidades son una ventana de esperanza para las generaciones más jóvenes y, por tanto, para el futuro de nuestro país. Por ello, deben esforzarse por permanecer en la vanguardia de nuestro progreso.
Señoras y señores,
A lo largo de la historia, nuestras universidades han demostrado que son capaces de adaptarse a los nuevos entornos y de superar toda suerte de retos y dificultades. Es así como el mundo universitario ha realizado una imprescindible contribución a la construcción de una España mejor. En ese empeño, os reitero, contáis y contaréis en todo momento con el apoyo de la Corona
En un día como hoy, no quiero desaprovechar la ocasión para reconocer la labor de los profesores y de las autoridades universitarias. Tenéis el cometido de asegurar la calidad de la enseñanza que impartís, de despertar además el entusiasmo en los alumnos, el gusto y la curiosidad por el saber, de contribuir a la mayor capacidad y mejor imagen de la sociedad española ante sus retos y ante los del mundo.
Decía Miguel de Unamuno que “solo el que sabe es libre; y más libre el que más sabe”. Sabéis muy bien que vuestra tarea —por la que todos estamos profundamente agradecidos— no consiste únicamente en la difusión de conocimientos, sino también en la transmisión de los valores que deben presidir la actividad universitaria: honestidad, esfuerzo y compromiso. También responsabilidad, espíritu crítico y respeto.
A los estudiantes quiero deciros que nunca perdáis esa ilusión y esas ganas de aprender con las que sé llegáis a la Universidad. Vuestra vida, como universitarios, será muy posiblemente la del mayor enriquecimiento intelectual; un tiempo que hay que aprovechar y también disfrutar. Pero sed conscientes de que para sacarle el mayor provecho, la tarea trasciende al mero título y el aprendizaje deberá ser continuo en la vida.
Recordad que es muy grande el esfuerzo que la sociedad española ha hecho durante decenios ─y sigue haciendo─ para que las jóvenes generaciones de nuestro país puedan acceder a la Universidad. Estoy seguro de que, como hombres y mujeres responsables, aprovecharéis al máximo los medios que ello pone a vuestro alcance y sabréis corresponder con vuestro compromiso y contribución al progreso y bienestar de todos.
Vuestro éxito en la Universidad dependerá de vuestra capacidad de trabajo, de vuestra dedicación constante y de vuestra disciplina e iniciativa. Debéis asumir que, solo con esfuerzo alcanzaréis plenamente la formación que, sin duda, merecéis.
Y sé de vuestro deseo ─también nuestro y de todos─ de que no se vean frustradas las ilusiones y esperanzas generadas al terminar la vida universitaria; de que podáis materializar vuestras aspiraciones y expectativas; de labraros un porvenir personal y profesional satisfactorio, para vosotros y vuestras familias; y, también, de que podáis ser y sentiros, con todos los derechos, ciudadanos útiles a la sociedad, participando activamente en la construcción de nuestro futuro colectivo.
Finalmente, quiero subrayar asimismo lo imprescindible que es la profesionalidad y el trabajo cotidiano del personal administrativo y de servicios para el buen funcionamiento de nuestras universidades. Merecéis también toda nuestra gratitud y es de justicia resaltarlo públicamente al inicio del Curso Académico.
Señoras y señores,
Queridos miembros de la comunidad universitaria,
A lo largo de la historia, nuestras universidades han demostrado que son capaces de adaptarse a los nuevos entornos y de superar toda suerte de retos y dificultades. Es así como el mundo universitario ha realizado una imprescindible contribución a la construcción de una España mejor. En ese empeño, os reitero, contáis y contaréis en todo momento con el apoyo de la Corona.
Con estas palabras y nuestros mejores deseos para la comunidad universitaria de toda España, declaro inaugurado el Curso Académico Universitario 2014-2015.
Muchas gracias.