Carles-Andreu Fernández Piñero
Economista
Los dioses del Olimpo deben estar tirándose de los pelos de ver que no va nada bien la economía de su querida Grecia. Ahora, por causa de esta mala situación, el gobierno ha decretado un “corralito financiero”, un corralito griego, es decir, limitaciones a los reintegros de efectivo de los bancos. En concreto, se han cerrado todas las oficinas bancarias durante una semana, hoy los cajeros automáticos no funcionarán y a partir de mañana, sólo se podrán sacar hasta 60 euros en efectivo de las cuentas bancarias. ¿Pero por qué hacen esto? ¿Por qué no me dejan sacar mi dinero que es mío?
La razón se puede resumir en lo siguiente: los bancos no tienen todo el dinero que hay depositado en ellos. Es decir, sería imposible que todos los clientes de una entidad sacaran a la vez todo lo que tienen en sus cuentas. ¿Y por qué? Porque no están. Cuando nosotros ingresamos fondos en el banco, éste utiliza nuestro dinero para pagar gastos, realizar inversiones, conceder créditos y de vez en cuando financiar algún chanchullito financiero, aprovechándose que todos los días los reintegros de los clientes se compensan en cierta medida con los ingresos. Tan sólo están obligados a mantener líquidos por seguridad una parte de sus fondos, que se llama coeficiente de caja.
Cuando la economía tiene un funcionamiento normal, todo esto está muy bien, pero al producirse un pánico bancario el sistema puede reventar. Es lo que ha pasado en Grecia, donde la población ha retirado más de 8.000 millones de euros (¡el 4,3% del PIB del país!) en dos semanas, asustados por la situación política y económica. Ello ha supuesto que el sistema bancario se descapitalice y, por tanto, sea más débil y con propensión a quiebras, lo que es peligroso para un país porque, por suerte o por desgracia, las economías actuales dependen mucho de ellos.
Realmente es un fastidio que no dejen sacar dinero de las cuentas bancarias, pero el “corralito” es un mecanismo que sirve para prevenir rescates bancarios al evitar que los fondos salgan de las entidades financieras. Y es que si salen en exceso, o el banco quiebra, o alguien tiene que “prestarle” fondos para que no se hunda, y ya sabemos a quién le toca al final: al pobre ciudadano de a pie a través del dinero público. Ahora bien, evitar la circulación de efectivo (aunque se permitan las transferencias entre bancos) supone un problemón muy grande para las transacciones económicas, al paralizar gran cantidad de cobros y pagos que se realizan en esta modalidad. Y es que, como pasa muchas veces en economía, para arreglar una cosa hay que estropear otra.